El senador que se subió a un tractor y cerró el despacho

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ocupó un escaño en la Cámara Alta y fue conselleiro, pero su mundo era la vid

13 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«El día que yo no pueda estar aquí, es mejor que no esté». Se lo confesó Daniel Casalderrey Castro (Portas, 1928) a la periodista María Hermida hace un año. Casalderrey falleció el sábado, en el lugar en el que siempre quiso estar. Entre sus viñedos de Baión. Un infarto se lo llevó mientras trabajaba, como cada día, con su tractor. Optimista, positivo y luchador. Así era el hombre que entre 1979 y 1982 ocupó un escaño en el Senado. Fue, por lo tanto, senador en la primera legislatura tras la restauración de la democracia en España. El suyo era el Partido Gallego Independiente, que acabó confluyendo en la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. También se situó al frente de la Consellería de Agricultura, Gandeiría e Montes en la etapa preautonómica. A partir de entonces, la política pasó a un segundo plano para ceder el protagonismo a su verdadera vocación: el desarrollo del sector agrario y la vitivinicultura.

Casalderrey se convirtió en uno de los primeros cosecheros profesionales de O Salnés, cuya agrupación presidió, como lo hizo con las cámaras agrarias gallegas. Se movió como pez en el agua en la asociación de agricultores y ganaderos de Pontevedra y en el consejo de la Caixa Rural Provincial. Si de algo estaba orgulloso Daniel era, precisamente, de todo lo que consiguió desde los distintos frentes en los que peleó para garantizar un futuro al albariño y a su explotación.

Sus 88 años no le habían restado un ápice de lucidez. Todo lo contrario. «Esto es una tomadura de pelo, lo único que buscan los que mandan es que se deje de cultivar la tierra. El único afán de esto es recaudatorio. Que se dediquen a dar formación, bastarían unas charlas, y que dejen a la gente tranquila». Esta es la opinión que le merecía la exigencia de un carné para la utilización de pesticidas, que la Administración planteó como requisito el año pasado. «Lo que tienen que hacer los que mandan -añadía el senador- es salir de los despachos y pisar las fincas... Que vean que está todo sin cultivar y que nadie echa pesticidas a lo loco». Él lo hizo. Se subió a su tractor y cerró la puerta de un despacho al que nunca regresó.