Ardieron casas y animales y se desalojó a 50 personas; en Cotobade durmió una familia en el consistorio
17 oct 2017 . Actualizado a las 16:08 h.No ha habido una guerra. Pero la estampa que ofrecía ayer Ponte Caldelas, se pisase al municipio por donde se pisase, no difería demasiado de esas imágenes de después de una contienda que tantas veces nos muestra el cine bélico, con la tierra humeante y negra, el silencio sepulcral reinando entre los vecinos y las caras de impotencia y pena reflejadas en sus rostros. El municipio caldelano era ayer, y será durante mucho tiempo, una gran pesadilla de color negro. «Non quedou nada, arrasaron con todo», sentenciaba un paisano que paró el coche en la carretera que va hacia Soutomaior, miró primero a la derecha, luego a la izquierda, vio toda aquella desolación oscura y sentenció: «Só nos queda chorar, nada máis».
Todo empezó sobre las diez de la noche del domingo. Aparecieron ocho focos de llamas a la vez -esa es la cuenta que echó el alcalde, el socialista Andrés Díaz-, que empezaron a coser el municipio. Sorprendentemente, no parecía que hubiese conexión alguna entre los focos. Ardía sin ton ni son por todos lados. Pero los incendios sí tenían un denominador común: todos estaban pegados a casas. Las alarmas, entonces, empezaron a redoblarse. El Concello avisó por las redes sociales y por una aplicación con la que tiene conexión con tres mil vecinos de que la situación era dantesca y que lo principal era no arriesgar vidas. Las campanas de las iglesias no cesaban de tocar. «Parecía a guerra», señalaba una mujer entrada en años, que ayer todavía llevaba un pañuelo en la boca como mascarilla.
Tendrán que ser realojados
Hubo aldeas, como A Insua, Rego do Vargo o Parada, donde los vecinos intentaron primero sin éxito proteger sus vehículos. Luego, al ver que no lo conseguían, dejaron arder coches y tractores e intentaron, con mangueras y calderazos, proteger sus casas. Algunos lo lograron. Y otros, sin embargo, perdieron buena parte de sus inmuebles. Unas cincuenta personas, ya entrada la noche, acabaron marchándose a dormir al pabellón de deportes, donde tampoco pudieron permanecer por el humo acumulado. Acabaron todos en la casa de cultura. Ayer a primera hora la mayoría volvieron a sus hogares. Pero dos familias, una de ella con tres niños, se prevé que sean realojadas porque sus viviendas están completamente destrozadas.
Daba igual a quien se le preguntase ayer. Los vecinos hablaban con una sola voz. Todos decían que el fuego avanzaba a una velocidad descomunal y que los medios de extinción no aparecían por ninguna parte. «Estivemos moito tempo os veciños solos, aquí non veu ninguén», afirmaba una mujer de Parada, Mari Carmen, de 68 años, que pese a que no había luz cogió una linterna y se puso a proteger su casa a manguerazos. Le quedó el fuego a escasos metros. Y ayer seguía sin poder parar de llorar.
El Concello hace una cronología clara. El alcalde, Andrés Díaz, dice que empezó a arder a las diez de la noche y que a los medios autonómicos se les vio por primera vez en el municipio a las 3.30 de la madrugada. ¿Qué pasó mientras tanto? «Estiven hora e media chamando ao 112 sen que me collera ninguén. Non logrei falar con ninguén. É moi triste que un alcalde non teña ningún interlocutor. O único que puidemos facer foi coller a nosa motobomba e un alxibe que temos e apagar o que podíamos. Despois pedímoslle axuda a unha empresa privada e con iso tiramos para adiante. Foi terrorífico, vímonos totalmente vendidos», señalaba una y otra vez Andrés Díaz. Tanto el mandatario como los vecinos indicaron que no vieron medio aéreo ninguno por la zona. ¿Qué dice la Xunta? Desde la consellería de Medio Rural indicaron que no les consta ningún incendio en Ponte Caldelas, que sería la prolongación de algún otro, como el de Pazos de Borbén.
El instituto tuvo que cerrar
Vecinos y Concello tenían ayer la sensación de que Ponte Caldelas tardará en recuperarse. Ayer ni siquiera pudo impartirse clase en el instituto, que tuvo que cerrar sus puertas a primera hora y mandar a los alumnos de vuelta a casa. La acumulación de humo era enorme y el ambiente pestilente. Además, el fuego se había colado en la cancha deportiva y tocaba hacer recuento de desperfectos. La humareda y el color gris imperantes en el centro educativo también mandaban sobre cada rincón del municipio, donde se había recuperado la luz que falló el domingo, pero todavía había aldeas sin agua.
Tras arrasar Ponte Caldelas, el fuego se coló por Borela en Cotobade, donde ya peleaban también desde las diez de la noche con otro foco en Parada de Tenorio. Decía ayer el alcalde, Jorge Cubela, que «houbo que defenderse con medios propios». Sofocaron las llamas con las motobombas municipales, Protección Civil y trabajadores locales. Una familia de Rebordelo, con la casa llena de humo, tuvo que dormir en la casa consistorial.
«Logramos que non morrera ninguén. O resto é un desastre», dice el alcalde
Andrés Díaz se pasó ayer la mañana visitando las zonas más afectadas por el incendio. Acudió a Rego do Vargo, donde está una de las casas que quedó calcinada. Vivía en ella una pareja que pasó la noche en la casa de cultura y que el Concello, de momento, prevé realojar en un hotel. El alcalde dice que hubo un momento, sobre las tres de la madrugada, que creyó que la pesadilla no terminaría: «A Garda Civil díxome que había que desaloxar a vila porque había un depósito de bombonas de butano cercado polas chamas. Ao final eu mesmo e moitos voluntarios nos puxemos a quitar as bombonas e non desaloxamos». Su conclusión es clara: «Logramos que non morrera ninguén, é o único positivo. O resto é un desastre».