Obituario: Darío Castro, el organizador de excursiones de sonrisa eterna
PONTEVEDRA
Quien haya cruzado la puerta de Viajes Darío, en el Paseo de Colón de Pontevedra, y cruzado unas palabras con su hasta ahora dueño, Darío Castro González, sabrá de lo que estamos hablando: Darío no era un empresario más, no era un agente de viajes cualquiera. Era bastante más que todo eso. Amable hasta la saciedad, vivía con entusiasmo todos los viajes que organizaba. Tanto le apasionaba el oficio que lo habitual es que él también se subiese al autocar o al avión con sus clientes, muchas veces personas mayores encantadas de llevar un cicerone como él al lado. Era el alma máter de las excursiones. Y no le importaba hacer miles de kilómetros en pocos días con tal de tener satisfecha a la clientela. «En la primera parte del puente me voy a Madrid con una excursión y en la segunda a Portugal, tengo dos autobuses llenos de clientes esperándome», contaba con entusiasmo a este periódico no hace mucho tiempo. Ese entusiasmo y esa vida que él destilaba se apagó hace unos días.
Falleció demasiado pronto, a los 61 años. Había enfermado recientemente. Pero aún así, como ayer recordaba su viuda, estuvo hasta el final totalmente pendiente del oficio que tanto le apasionaba.
Darío Castro era de Combarro. Y llevaba en el mundo de las excursiones desde la juventud. Empezó trabajando en Autocares Balea y luego montó su propio negocio, en el que trabajó durante toda su vida. Su marca de la casa era la amabilidad. Daba igual que uno fuese a comprar un billete o a pedirle ser entrevistado: Darío, que tenía dos hijas, era el hombre de la sonrisa eterna. Lo resumía ayer muy bien su viuda en una frase: «Darío tenía muchísima vida y muchísima alegría y la compartía con los demás. Siempre fue así».