Las hermanas organizan un fin de semana para que los interesados puedan sumergirse en la vida monástica
11 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.¡Paren el mundo que me quiero bajar! Decía la popular Mafalda en uno de sus cómics. Y muchos son los que rubricarían sus palabras, los que querrían detener momentáneamente la vorágine en la que se ven sumergidos día a día para hacer una pausa, relajarse y ver las cosas con otra perspectiva. Sin duda, uno de los lugares más adecuados para ello es el monasterio de Armenteira, un lugar que transmite tanta paz que dejó traspuesto durante siglos al propio San Ero. Las monjas que residen en este entorno se han dado cuenta de sus bondades y quieren que otras personas puedan disfrutarlas. «Creemos que la vida monástica es una vida en plenitud», explica la hermana Paula Téllez. Ella es la encargada de coordinar unas jornada que permitirán a todos los interesados disfrutar de un fin de semana en el monasterio, compartiendo las tareas que realizan las monjas y conociendo mejor su forma de vida. Quizás de ahí surja alguna vocación, aunque no es el objetivo principal.
«La idea surgió de una hermana mayor, de 84 años, que pensó que el mundo está muy mal y que nosotras tenemos que hacer algo por el mundo», explica Téllez. Fue hace unos años cuando pusieron en marcha por primera vez esta iniciativa, pero dejó de organizarse porque no tenía demanda. «Quizás no supimos publicitarlo bien», añade la hermana. El pasado año retomaron el proyecto «y hubo un grupo de ocho. La gente nos dijo que la experiencia había superado sus expectativas», sostiene. Por eso este año vuelven a celebrarlas. Serán del 30 de agosto al 2 de septiembre y los interesados pueden obtener más información en el monasterio. «Ya tenemos cuatro personas apuntadas, tampoco queremos que sea un grupo muy numeroso», explica Paula Téllez.
Menores de 45 años
Las jornadas están pensadas para menores de 45 años. «Pensamos que esa es una edad donde la gente se plantea muchas cosas y donde ya tiene una experiencia de vida», argumenta. Pueden participar tanto hombres como mujeres, sean creyentes o no. Durante tres días, «trabajarán con nosotros y tendremos algunas charlas, más sobre de lo que es la vida, sobre el silencio», relata. La hermana está convencida de que en Armenteira se puede encontrar la misma paz que en otros lugares más lejanos a los que, tradicionalmente, la gente va a meditar. «Muchos se van al Nepal o a vivir experiencias de meditación y en la iglesia tenemos una riqueza grandiosa», sostiene.
Los participantes en esta experiencia llegarán al monasterio el jueves por la tarde, para que puedan disfrutar de tres jornadas completas de vida monacal. En principio, no hay un programa definido de lo que van a hacer, dependerá un poco de la actividad que entonces mantenga ocupada a las hermanas. «La idea es que puedan conocer cómo es el monasterio por dentro y después, dependiendo del tiempo, programaremos tareas diferentes», añade. Explica que la vida en el monasterio «es muy equilibrada. Tenemos nuestras horas de oración y de estudio», relata, que compaginan con otras tareas más domésticas. Y eso harán los que se apunten a las jornadas, desde trabajar en el huerto en el que cultivan sus propias verduras a colaborar en la elaboración de sus famosos jabones, esos que hacen con camelias. «El año pasado estuvieron limpiando y empaquetando los jabones, pero eso no quiere decir que este año vayan a hacer lo mismo», asegura. En el monasterio también hay imprevistos, «puede caer una tormenta y que tengamos que salir a coger leña al monte. Sobre la marcha, y dependiendo del grupo, iremos decidiendo qué hacer», añade.
Lo que está claro es que los participantes disfrutarán de una tranquilidad que, hoy en día, no se puede encontrar en demasiados lugares. Los gruesos muros de Armenteira impedirán que, durante tres días, el estrés y las prisas puedan colarse en este sagrado recinto que la leyenda no duda en comparar con el paraíso. Y no se equivoca mucho. ¿Han paseado alguna vez por el claustro del monasterio? No hay ruido, solo el más absoluto silencio. Una paz que, sin duda, muchos echan de menos a diario.