Tumbas que cuentan la historia local

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

LÓPEZ PENIDE

Un recorrido por el cementerio de San Mauro desvela la impronta que Pontevedra tuvo a nivel literario

30 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los cementerios guardan entre sus tumbas y nichos multitud de secretos, al tiempo que son una suerte de memoria indeleble de lo que las generaciones pasadas pudieron haber contribuido al bagaje cultural, social o económico de un país. Cuando se aproxima la festividad del 1 de noviembre, Todos los Santos, el de San Mauro, en Pontevedra, con casi 140 años de historia no es una excepción como puso de manifiesto el roteiro impulsado por la Diputación Provincial y que estuvo guiado de la mano de María Victoria Moreno, homenajeada este año en el Día das Letras Galegas.

Corría 1879 cuando se concluyó la construcción de este camposanto consecuencia de la transformación urbanística sufrida por Pontevedra que se visibilizó en un aumento de la población. Clausurados todos los cementerios ubicados en los atrios de las iglesias del casco urbano, los vecinos aún tendrían que esperar tres años a la apertura oficial de estos terrenos.

Sobre la puerta monumental de acceso, se observan un reloj de arena con ala y talladas en piedra unas tibias cruzadas y unas calaveras. Si lo primero simboliza la fugacidad del tiempo, la segunda la muerte. Y es que, como reza la entrada a las catacumbas de París, cuando uno se adentra en un camposanto realmente accede al imperio de la muerte.

Justo enfrente del acceso principal, el panteón erigido en recuerdo del doctor López de Castro, el reconocido como médico de los pobres, mientras que a escasa distancia yacen los restos de quien en su época fue considerado un prodigio con el violín, Manuel Quiroga. Este último, tras sufrir un atropello que le fue imposibilitando paulatinamente para la música, dirigió su arte hacia el dibujo -terminó siendo un reconocido caricaturista- y la composición. El busto que decora su tumba fue elaborado por el cambadés Asorey.

Tras dejar atrás el primer panteón diseñado por una mujer, que data de 1887, uno descubre los enterramientos de quien fue la esposa de Casto Sampedro, uno de los grandes cronistas de la ciudad, y de García de la Riega, el primero en defender la teoría del origen gallego de Cristóbal Colón. La ruta desvela los lugares de descanso de Antonio Pastor de la Meden, quien llegó a ser profesor del rey Eduardo VIII de Inglaterra, fundó el Instituto de Estudios Hispánicos en la capital inglesa y fue hijo adoptivo de Pontevedra, y de Francisco Javier Sánchez Cantón. Hoy en día, este último bautiza un céntrico instituto de la ciudad del Lérez, pero en su época ejerció de docente, cofundó el Museo de Pontevedra, llegó a ser director del Museo del Prado y fue quien tomó la decisión de trasladar todas las piezas artísticas de Madrid a Valencia cuando se produjo el Golpe de Estado que derivó en la Guerra Civil.

Ocultismo y espiritismo

Lo cierto es que los camposantos son lugares propensos a las leyendas y al misterio, al ocultismo, el espiritismo y la magia, ámbitos que interesaron sobremanera en sus inicios a Luis Amado Carballo, quien terminaría siendo considerado como uno de renovadores de la poesía gallega pese a fallecer a los 26 años.

Ramiro Trapote, propietario de Villa Pilar; Carmen Badiano, quien organizaba tertulias en el Pazo das Mendoza que eran amenizadas en muchas ocasiones por Quiroga; Andrés Muruais, cuya tumba carece de cualquier tipo de simbología religiosa y es autor de un himno gallego; su hermano Jesús, quien, al parecer, detestaba cualquier comparación con el primero y de cuya biblioteca bebió, entre otros, Valle-Inclán; Renato Ulloa Martínez, dinamizador del carnaval del Urco; José Blanco Amor, periodista fallecido en Buenos Aires, pero que quiso reposar eternamente en Pontevedra; Perfecto Feijoo, O gaiteiro do Lérez, que regentaba la botica en la que le acompañaba el loro Ravachol... Sin olvidar al almirante Casto Méndez Núñez, a quien se le atribuye la frase «más vale honra sin barcos, que barcos sin honra». Son solo algunas de las personalidades que reposan en San Mauro y que, de alguno u otra forma, están vinculadas con el acerbo literario de la capital provincial.

En este ámbito, es obligado citar a Alexandre Bóveda, quien fue fusilado en A Caeira el 17 de agosto de 1936 por sus ideas republicanas y motor del Partido Galeguista, según reconoció el propio Castelao, quien pasó una larga temporada en Pontevedra y, de hecho, uno de sus hijos llegó a estar enterrado en San Mauro. Bóveda, que diseñó antes de ser asesinado la placa que hoy decora su nicho, yace junto a su mujer, Amalia Álvarez Gallego, y al lado de su suegro, Gerardo Álvarez Limeses.

Cementerio civil

Obligada también es la visita al cementerio civil, un pequeño terreno en el que se pueden observar en algunas de las tumbas distintos símbolos masónicos. Quizás la más evidente, por su monumentalidad, sea la de Indalecio Armesto, mientras que a escasos pasos de este pequeño templo con el busto de quien fue periodista, filósofo y diputado durante la Primera República, y coronado por un grabado del ojo que representa al gran arquitecto, se sitúan las tumbas del médico e intelectual Celestino Poza, así como la de Francisco Zagala, «la figura más representativa de la fotografía histórica gallega», refiere el Museo de Pontevedra.

Está claro que con más de cinco mil nichos, a los que habría que sumar casi un millar de panteones, el listado de personalidades vinculadas con la literatura se queda corta. Pero como se suele decir, «no están todos los que son pero sí son todos los que están».