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Rafael Úbeda: «El arte, como la vida, es un misterio»

ana mato / ch. c. PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

El pintor, Rafael Úbeda, en el estudio que tiene en su casa
El pintor, Rafael Úbeda, en el estudio que tiene en su casa CAPOTILLO

El artista pontevedrés lleva toda la vida interesado por el arte, concretamente por la música y pintura

30 jun 2021 . Actualizado a las 09:56 h.

Artista de gran renombre, no solo en el panorama gallego, también en el internacional. Lleva la pintura por bandera, pero siempre con la música implícita. Desde muy pequeño lo llevaba dentro, aprendió de los mejores, pero todo el mérito que tiene hoy en día, se lo fue ganando a pulso. A día de hoy, se le llama «ser autodidacta», pero no todo el mundo sabe la constancia y el trabajo que hay detrás de cada una de sus obras. Así es Rafael Úbeda, una persona cercana, amable, amigo de sus amigos -así lo deja ver en la cantidad de anécdotas que tiene guardadas como oro en paño-. Úbeda no es solo un pintor, es mucho más que eso.

«Mis inclinaciones e inquietudes hacia la música y la pintura han ocurrido ya desde muy niño», relata el pintor. Y así es Un gran gusto por ambas le hizo colocarse en donde está a día de hoy. «Desde muy pequeño, garabateaba y dibujaba en un papel, quería aprender de los grandes, me fui construyendo mi propio lugar», pero no todo es de color de rosa, como para muchas personas, en tiempos de posguerra, la vida era oscura y gris, lo que promovió a Rafael a darle un toque de color con sus maravillosas ocurrencias. «Dibujaba carteles, letreros, hacía alguna que otra cosa, pero ganaba muy poco dinero, era un niño todavía. Había una inquietud, había algo en mí. Recuerdo una vez que hice un circo de un tamaño bastante grande en el patio de mi casa con trozos de cartulina pintados y todas las gradas. La parte de arriba del circo la hice con un mandilón». Rafael ingresó en el Teatro Principal de Pontevedra en el que hacía diapositivas a mano y alguna que otra escenografía. Esto le dio pie a conseguir un camerino para, así, poder asentar sus dibujos y seguir creando. Con apenas 18 años, se mudó a Madrid, dejando el puesto de telegrafista que tres años antes había conseguido. Lo tenía claro, quería ser pintor. Dieciséis horas de viaje, en aquellos tiempos, fue lo que le costó al pintor llegar a la capital, y ahí, empezar una nueva vida. De todo esto, fue testigo la Escuela Superior de San Fernando, en donde realizó sus estudios de dibujo, pintura, grabado y mural. «Nosotros, siendo alumnos de San Fernando, íbamos a clase para estudiar y aprovechar hasta el máximo las sabidurías de nuestros profesores, quienes convocaban exposiciones con nuestras obras, para así, poder comprender mejor nuestros errores y superarlos después».

Debido a la inteligencia que le caracteriza, y, sus grandes dotes como artista, supo moverse entre los más grandes de su época.

Corrían tiempos difíciles, caracterizados por su trabajo en el Rastro de Madrid, pero nunca dejó de lado su pasión. ¿Su sueño? Seguir creciendo. Entre cambios de ropa con sus colegas del trabajo, sus impecables palabras a la hora de convencer a la gente, su capacidad espectacular para hacerse un hueco -merecido-, en cualquier lugar, consiguió contactar con el que más tarde le daría un trabajo. Logró hacer una escenografía que podría representar la obra, Maribel y la extraña familia. «La escenografía tiene nueve metros de altura y una inclinación del 1 % de lo que tiene el escenario. En tan solo siete días, día y noche, tenía la escenografía de la obra hecha. Agradezco al que me dio la oportunidad de hacerlo, creo que tuve suerte», cuenta el artista. Gracias al trabajo duro y constante, pudo dar un paso más para alcanzar un sueño. Y así fue como se convirtió, durante un mes, en ayudante de pintor.

La vida empieza a sonreír cuando Úbeda es consciente de que cada vez estaba más cerca de lo que había soñado durante tanto tiempo. Gracias a las excelentes calificaciones de la carrera y varios premios del Estado, pudo irse a Francia y a los Países Bajos para empaparse de arte y absorberlo todo. A partir de ese momento, empieza su andadura como pintor. Tanto es así, que en el año 1965, gana el Gran Premio de Roma. Traslada su taller a esa gran ciudad. «Lo mejor de haber conseguido este premio, ha sido el honor de haber trabajado con artistas de gran talla como Renato Guttuso o Rafael Moneo, o poder visitar los museos más impresionantes de Italia». El período abstracto duró más o menos tres años, ya que sus sentimientos le llevaron hacia otro camino. «Me interesa el dinamismo, el ritmo entre el choque de líneas que promueven una armonía», concluye el pintor.

Úbeda se caracteriza por ser un artista de los de antes, de los que creen que, para deshacer, hay que volver a hacer. Luchador, trabajador, alegre, ambicioso, y con mucho sentido del humor, podríamos seguir describiéndole durante mucho tiempo. Diciendo cosas buenas de su trabajo, y también de su vida y forma de ser, pero, los hechos lo demuestran, y no hay nadie que lo cuente mejor que él mismo.