Un pontevedrés y su mujer, ucraniana, en el primer convoy español que huye de Kiev: «Esto es terrible»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Yuliia Diachenko, que está casada con el pontevedrés Pablo, en medio de la huida del país, que fue a cámara lenta por las enormes caravanas.
Yuliia Diachenko, que está casada con el pontevedrés Pablo, en medio de la huida del país, que fue a cámara lenta por las enormes caravanas. Cedida

Se llaman Pablo y Yuliia y llevan 48 horas de viaje infernal para llegar hasta Polonia. Ella deja a los suyos atrás y perdió el contacto con su padre, que fue llamado al frente

27 feb 2022 . Actualizado a las 20:31 h.

Pablo, de 32 años y de Pontevedra, y su mujer, Yuliia Diachenko, de 28 años y natural de Kiev (Ucrania) son dos de las personas que van en el primer convoy español que huye de la capital en guerra. Llevan 48 horas de viaje infernal y, al fin, acaban de cruzar la frontera con Polonia. «Esto es terrible», es la frase que más repiten a su familia en los pocos mensajes de voz que les pudieron mandar estos días, ya que apenas tienen cobertura y, además, sufrieron momentos importantes de tensión durante el camino, de los que no quisieron hacerlos partícipes para no redoblar la preocupación.

Pablo lleva dos años en Ucrania, tal y como narra desde Pontevedra su hermana Montse. Anteayer, de madrugada, en cuanto comenzaron los primeros bombardeos, salió a la carrera de casa. Mientras, telefoneó a su familia en Pontevedra: «Llamó a mi padre de madrugada para decirle que pensase qué opciones podían tener y cómo podía ayudar a la familia de su mujer, que estaba en el otro lado de Kiev». 

Tanto Pablo como Yuliia se sumaron al primer convoy de españoles, una caravana de coches que avanzó muy lentamente estos dos últimos días hacia la frontera con Polonia. En ella iban con otras familias españolas que, por distintos motivos, se encontraban en el país ucraniano. Yuliia partió con el amargor de dejar atrás a los suyos, consciente además de que su padre tendría que ir al frente. Ya está allí, luchando para defender el país, y desde entonces no saben nada de él. También tiene un hermano, de 22 años, que fue llamado a filas. Pero lo mandaron de vuelta a casa porque «no sabía ni cómo coger un arma, como le pasa a muchísimos jóvenes».

Mientras Pablo conducía, Yuliia, a cuentagotas, le iba mandando mensajes a la familia de él en Pontevedra. Hay audios demoledores. Esta mañana, decía así en uno de ellos: «Hoy hicieron explotar un edificio bastante cerca de donde viven mis padres, nadie murió gracias a un médico. Después también ardieron los edificios de enfrente de la casa de mis padres y hay explosiones en el aeropuerto. Mi familia se fue, está en el pueblo de mi abuela, parece que están ok. Pero cerca de allí, en otro pueblo, también hubo terror. Creo que los ucranianos lograron echarlos de allí». 

Con amargura, Pablo y Yuliia les contaban también que avanzaban muy lentamente porque las colas de coches huyendo de Ucrania eran tremendas y que se les partía el corazón al ver que muchísimas familias, con niños bien pequeños, escapaban de los bombardeos, directamente, a pie

Montse, hermana de Pablo, respiró tranquila cuando al fin ellos se comunicaron para decirles que acababan de cruzar la frontera hacia Polonia. No saben si van a regresar a Galicia. Presuponen que por el trabajo de él no lo hará. Y creen que quizás sea Yuliia la que venga antes. De momento, esperan impacientes noticias suyas mientras se movilizan, como esta mañana en Vigo, para pedir que acabe ya la guerra.