Uno de los proyectos del CEO de Velca es recuperar el talento de muchos gallegos que triunfan fuera y querrían regresar
24 may 2022 . Actualizado a las 00:12 h.Emilio Froján Fernández (Caldas de Reis, 1991) descubrió en su etapa universitaria que el emprendimiento es la mejor herramienta para resolver conflictos y atender las demandas sociales. Mucho más que la política, dice, que en la actualidad genera casi más conflictos de los que solventa. El CEO de Velca, la empresa de motos eléctricas con sello español que aspira a ser la mejor startup del mundo del año 2022, tiene muy presente sus orígenes y al menos una vez al mes deja Madrid para coger aire en Caldas.
Hijo de Emilio y de María, residió en la villa termal hasta los 18 años. Estudió en La Encarnación hasta 6.º de primaria, en los Padres Somascos hasta 4.º de la ESO e hizo el bachillerato en el IES Aquis Celenis. Después el joven se marchó a Santiago donde se formó en Relaciones Internacionales y Recursos Humanos y en Ciencias Políticas, con un Erasmus en Praga. Cuenta que siempre estuvo muy vinculado al sindicalismo estudiantil y su vocación política le llevó a militar en un partido. Solo tres meses. Pero no desvela en cuál: «Me llevo bien con todos y tengo fama de no casarme con nadie».
Emilio relata que mucho de lo que es hoy en día tiene su germen en experiencias vinculadas a su paso por la universidad. Fundó Aiesec, la asociación de estudiantes más grande del mundo, junto a Ana Simoneta. «Es una asociación que hace voluntariado por todo el mundo y da a los jóvenes la posibilidad de poder viajar y participar en proyectos sociales», explica. Lo nombraron vicepresidente de España y tenía que viajar mucho a Madrid. Emilio se confiesa. «Yo era muy malo en inglés. Aunque había tenido becas para ir a Reino Unido y Canadá lo tenía atragantado». Así que tuvo que aplicar lo que con el tiempo se convertiría en su filosofía de vida: intentar hacer cosas que no se le dan bien. «En Aiesec todo mi equipo era extranjero y yo seguía sin tener un nivel alto de inglés. Así que no me quedó otra que aprender, algo que siempre he querido aplicar a mi vida personal y profesional». Como subraya, la curiosidad y el no tener vergüenza le llevaron a conseguirlo.
Antes de llegar a la fundación de Velca, Emilio trabajó en Madrid en Impact Hub ayudando a emprendedores a crear sus startups. Después dio el salto a Alemania, donde fue director de operaciones de vehículos de Voi, empresa sueca de patinetes eléctricos. De ahí sacó su mochila como emprendedor, un aprendizaje que lo llevó a ser lo que es hoy. «Siempre me gustaron los sitios con autonomía, con estructuras pequeñas, donde puedes equivocarte, viajar, no encasillarte, innovar y emprender. Eso son las startup, que acaban siendo empresas». Emilio afirma que si tenía claro que quería ser emprendedor «no tenía mucho sentido trabajar en El Corte Inglés o de administrativo en un ayuntamiento».
Se rodeó de muchos fundadores de startups y a los 24 años decidió hacerse un plan de carrera profesional. El emprendedor no olvida sus orígenes gallegos y solo acepta dar conferencias en Galicia y en Madrid, donde está la sede de Velca, que nació en febrero del 2020. Hace cinco años creó con Ángel Fraga el Instituto Galego do Talento (Igata). «Es la mayor comunidad de gallegos fuera de Galicia y una forma de hacer retornar todo ese talento de gallegos de alto potencial que se han ido fuera, que han triunfado fuera y que querrían volver. Todo ese talento podría generar innovación, impacto y puestos de trabajo». Conectado con el Igata está el proyecto para crear un centro de ensamblaje propio de Velca. Un proyecto que tiene novias en varias comunidades autónomas, entre ellas Galicia, y que cuenta con apoyo del sector privado, «muchos de ellos inversores gallegos». Emilio avanza que a finales de abril quiere dar un acelerón al proyecto. «Lo hemos hecho todo a pulmón y falta la última fase de acompañamiento. Encajar las piezas del puzle».
¿Cómo es Emilio fuera del trabajo?, se le pregunta. Le apasiona la educación. Para él es más un hobby que un trabajo, «aunque me quita tiempo y me pagan por ello». Da clases en un máster online y en escuelas de finanzas en Galicia. Aunque de niño y de joven practicó mucho deporte —jugó al balonmano, al fútbol y fue árbitro de fútbol los fines de semana de su etapa universitaria—, ahora se relaja acudiendo a la casa familiar de Caldas para estar con su madre y sus hermanos. En Madrid forma parte de la peña del Pontevedra CF Territorio Granate. El peor golpe de su vida fue la muerte de su padre, Emilio, en la pandemia del covid. «Había superado un cáncer, pero como le pasó a mucha gente durante la pandemia con las pautas de seguimiento... la enfermedad volvió».
Emilio no evita las preguntas personales. Asegura que a él le pasa como a muchos emprendedores, que no tiene tiempo para el amor, aunque sí le gustaría tener hijos y pareja, «pero mi vida es caótica, sin horarios...». Comparte con la OMS que la gran pandemia es la contaminación en las ciudades. Él procura predicar con el ejemplo y cuando puede va a pie. Si no, en su Velca y en AVE. Si tiene que ir en coche lo comparte en BlaBlaCar. Presume de ser de pueblo y confiesa que en Madrid duerme mal. En los últimos cinco años no se ha cogido una semana entera de vacaciones y admite que estar desconectado le genera ansiedad. Es la asignatura que por salud tiene que mejorar.