Tras, literalmente, toda una vida dedicada al deporte coreano, Noelia amplía su horizonte y el de su club
27 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Noelia Gómez Fabello no nació enfundada en un dobok, pero casi. Con solo tres años, sus padres la vistieron con el traje tradicional de taekuondo y la pusieron en las manos de confianza de Miguel Ángel Cuevas para que aquella niñita se iniciase en un arte marcial a modo de deporte. El pasado 14 de noviembre Noelia soplaba 33 velas, y en los 30 años transcurridos desde que estrenó su primer dobok, el taekuondo la ha ido definiendo hasta convertirla en lo que es hoy. Una mujer sin miedo a tomar las riendas de su vida, aunque para ello hubiera de romper esquemas y pelearse no ya con las piernas y las manos, sino con la voluntad de quien cree en una idea y la defiende con hechos y argumentos. Y así es como llegó la vilagarciana afincada en Cambados a regentar su propio club, el Innae, con el taekuondo como punto de partida y la pretensión de construir algo más grande, incorporando nuevas artes marciales y deportes de contacto. El primero, el boxeo, que también oferta desde hace un año a cargo de una monitora, mientras Noelia afina su preparación con intención de recordar el 2023 como el año en el que libró su primer combate oficial sobre un ring.
En el Olimpic Noelia Gómez encontró, nos cuenta, una segunda familia. Empezando por su maestro, Miguel Ángel Cuevas, y siguiendo por todos sus compañeros. Sus 20 años en el club de su pueblo fueron un regalo que no olvidará, tanto en lo deportivo, como en lo personal. Respecto a lo primero, cuenta: «Competía en todas las modalidades, siempre en el podio. Pero la que mejor se me daba era la de exhibición, por equipos, que practiqué desde los 10 años hasta que me fui del club con 22, en la que quedé tres veces campeona de España». Con un Olimpic volcado en aquellos tiempos hacia la preparación de los campeonatos, apunta Noelia: «Nos pasábamos muchas horas juntos. Entrenábamos los nueve de mi equipo de exhibición todos los días, a veces, incluso comíamos juntos»; de ahí que, añade: «Mis compañeros de club eran mis mejores amigos. Mi vida era el taekuondo. Cuando era niña, lo que más me tiraba era esto, estar con los amigos. Cuando fui adolescente, además, yo soy muy competitiva y los campeonatos eran un aliciente para seguir» vistiendo el dobok.
Ese gen competitivo es el que llevó a Noelia a sacarse con solo 14 años su primer título de árbitro, el de cronometrador de combate nivel 1. El motivo, explica, no fue otro que cumplir el requisito para poder sacarse el cinturón negro de adulto. Pero la cosa no quedó ahí. Noelia se descubrió cómoda también en paralelo al rectángulo de competición, y, con solo 18 años, al tiempo que alcanzaba el cinturón negro Tercer DAN, tenía ya en su poder todos los títulos de árbitro nacional en cada una de las modalidades de su deporte, alcanzando así la condición de árbitro nacional polivalente. Una ocupación que sigue desempeñando, caso del último Open de España de Clubes, el pasado diciembre, y a la que Noelia saca mucho jugo: «Es una forma de mantenerme vinculada a la alta competición, de ver a los nuevos valores y cómo evoluciona el taekuondo, que ha cambiado muchísimo. Es totalmente distinto al de hace 20 años; desde que entró en los Juegos Olímpicos, cuando dejó de ser realmente un arte marcial para ser un deporte».
A la calle con cien taekuondistas
Noelia argumenta su reflexión: «La marcialidad, el respeto, la forma de trabajar... han cambiado. El taekuondo es un arte marcial militar —coreano—. Cuando te centras en el ámbito deportivo, dejas cosas de lado: el saludo al maestro al entrar en el dojang, el respeto en la sala a los grados... Antes, para sacar el cinturón negro había que sufrir mucho, con un examen ante un tribunal. Ahora el cinturón interesa para competir y es el propio entrenador del club el que te puede hacer el examen. Desde mi punto de vista eso es negativo, se está perdiendo la esencia del taekuondo», lamenta la arousana. Cierto es, reconoce, a cambio de grandes réditos para el taekuondo: «Gracias a los Juegos la gente nos conoce en sus casas y es brutal, una plataforma tremenda».
Con 22 años, Noelia se aventuró a buscar un futuro económico en la hostelería de Londres. Pero la experiencia no resultó y aceptó volver a trabajar en el gimnasio de Cambados en el que había impartido clases desde los 17 años, esta vez, por su cuenta al margen del Olimpic. Hace cinco años el gimnasio cerró, de repente se quedó en la calle y con ella, un centenar de taekuondistas. Y ese fue el germen del Innae: «Los padres de los niños me pidieron no quedarse sin taekuondo, y me vi obligada a buscar una solución».
Hoy el Innae, palabra coreana que significa perseverancia, uno de los cinco valores del taekuondo, cuenta con 140 alumnos, desde los 2 a los 44 años, en un deporte para todas las edades. También con la estabilidad que le da a Noelia el bajo en el que se instaló por su cuenta hace dos años, tras quejarse de las reubicaciones en diferentes pabellones a las que el club se vio sometido durante 3 años por el Concello de Cambados.
De la mano de una amiga, la entrenadora y presidenta del Innae descubrió recientemente el boxeo a través del Club Pibes Boxing de Sanxenxo. «Empecé a subir vídeos a internet entrenándome y la gente me pedía por la calle que diéramos clases». El Innae echó mano de una monitora, y hace un año incorporó el boxeo a su oferta, con 20 alumnos. La mitad, niños de 6 a 10 años que, resalta Noelia, «solo hacen formas, tienen prohibido por normativa pegarse, ni en los entrenamientos ni en competición».
Desde el Innae se marcan como objetivo contribuir a «reeducar a la gente para que entienda que los deportes de contacto y las artes marciales no son sinónimo de agresividad», sumando al tiempo nuevos deportes a su oferta a medida que encuentren monitores bien formados para ello.