Narcos sudamericanos convirtieron una casa de aldea de Cotobade en un macrolaboratorio de cocaína
PONTEVEDRA
Una operación de la Audiencia Nacional, que incluye 18 detenidos y la incautación de más de cien kilos de droga, dio al traste con esa factoría ilegal en la que se procesaba pasta de coca para ser distribuida por España
22 mar 2023 . Actualizado a las 19:29 h.En la aldea de A Longa de Abaixo, a veinte minutos de la ciudad de Pontevedra pero escondida en el municipio rural de Cotobade, no se mueve un pájaro a media mañana. Hay que llamar al timbre, insistir y que ladren los perros fuerte para que, por fin, asome alguien la cabeza. Es una vecina cargada con un brazado de leña, que dice: «Aquí quedamos catro gatos e ademais metémonos na casa e non nos decatamos de nada». Quizás, en la frase de esa paisana se explique todo lo que acaba de suceder en este minúsculo núcleo en el que solo tres casas, separadas por unos cuantos metros de distancia, salpican el paisaje verde. Porque ahí, en una vivienda de bloque visto de dos plantas, en un inmueble normal y corriente de los que pueblan las cuatro esquinas gallegas, había un macrolaboratorio de droga; una factoría ilegal con piel de casa de aldea que contaba con una logística enorme para poder convertir pasta de coca en clorhidrato de cocaína y en la que los narcos operaban sin disimulo alguno. Todo ello se fue al traste en la madrugada del lunes al martes, cuando una amplísima operación antidroga comandada por la Audiencia Nacional hizo desembarcar allí, por tierra y aire, a numerosos medios policiales. El operativo, aunque sigue abierto, suma ya 18 detenciones en toda España y la incautación de más de cien kilos de cocaína. Y todo ello con epicentro en esa aldea casi desierta de Cotobade.
Hay que remontarse a unos años atrás para narrar la historia de esa casa donde, en la noche del lunes y posterior madrugada, desembarcó un batallón policial para dar al traste con la banda criminal y su factoría de drogas en pleno rural gallego. Esa vivienda, tal y como cuentan los vecinos, la construyó un hombre llegado desde Vilagarcía hace ya unos cuantos años, quizás una década. Ahí habitaba él, de cuando en vez los hijos de un matrimonio que había acabado en divorcio y, también, su pareja, de nacionalidad colombiana y las tres hijas de esta. Señalan los vecinos que llegó a haber incluso niños corriendo por allí. Pero ese hombre vilagarciano murió y con su fallecimiento la historia de la vivienda empezó a tornarse más difusa.
Se supone que la casa acabó alquilándose a alguien relacionado o no con estas mujeres colombianas que se quedaron en ella. Y que últimamente rondaba por allí un hombre, mexicano o colombiano, que también había residido en Vilagarcía y que quizás estaba al cargo del inmueble. Parece que, sobre todo por las noches, acudían más personas. Desde que murió el dueño se colocó una especie de tela verde en la valla, como una especie de cortina para evitar que se vea el interior, pero que en realidad no oculta nada. Los inquilinos no se relacionaban con los vecinos, pero sí tuvieron varios encontronazos con algunos paisanos por cosas menores, como un pique porque a un hombre que estaba desbrozando se le cayó un árbol sobre unas tejas de este inmueble y desde él comenzaron a sacarle fotos. Nadie sabe decir quién y en qué momento entraba o salía, pero todos los vecinos refieren que había un trasiego importante de gente, casi siempre de origen sudamericano.
La vivienda, que cuenta con una especie de galpón anexo, debió ser usada primitivamente como una casa normal. Tiene una cocina convencional, electrodomésticos como nevera... Pero está claro que se acabó transformando en algo totalmente extraordinario. Y eso se evidencia ya desde el exterior, donde a pie de la puerta se acumulan varias decenas de sacos de productos químicos que se suelen utilizar para fabricar cocaína, como sosa cáustica (metida en llamativos sacos amarillos, con las etiquetas en árabe) y también metabisulfito de sodio, en este caso con inscripciones en inglés. Por la parte trasera de la casa, que tras la operación policial está abierta de par en par y con la puerta tirada en el suelo como síntoma de que fue echada abajo, hay más evidencias de que los narcos estaban convencidos de que podían campar a sus anchas en la aldea sin tener peaje. A plena vista de cualquiera, en la finca de la casa, se acumulan decenas de garrafas de productos químicos como hexano o etilo acetato; todos ellos componentes que se utilizan para refinar cocaína.
Pero, más allá de lo que se ve desde fuera, lo realmente asombroso está dentro. Los narcos tenían una logística de órdago. No se trata de equipos que sirviesen para adulterar la coca y volver a envolverla para la venta, algo mucho más sencillo, sino de infraestructura para convertir pasta de cocaína y convertirla en clorhidrato de cocaína, que es la sustancia final que se venden en la calle o la que suele llegar a España ya procesada. Alambiques, decenas o centenares de cubos y recipientes, depósitos, estufas con enormes tubos, todo tipo de motores, un grupo electrógeno gigantesco, básculas, ventiladores, decenas de sustancias químicas distintas... Todo ello desperdigado tanto por el alpendre anexo como por la propia vivienda, donde también hay indicios de que los narcos pudieron ser pillados in fraganti, ya que hay restos de comida y enseres que evidencian que andaban por allí de forma continua. También guardaban gafas de sol, guantes negros y en el alpendre hay un hedor insoportable a productos químicos. Asimismo, las paredes del habitáculo en el que se guardaba un generador de corriente están forradas con una especie de espuma, como si se tratase de insonorizar el local para evitar que se escuchase el ruido de este artefacto.
Todo ese escenario, bastante próximo al de una película de narcos colombianos, coincide con lo que trascendió hasta el momento de la operación desarrollada tanto en la madrugada del lunes al martes como incluso el miércoles por la mañana. Porque fueron detenidas 18 personas, once de ellas en Galicia y el resto en distintos puntos de España. En el caso de los arrestados en territorio gallego, siete son ciudadanos colombianos y otros cuatro de México; lo que casa con el relato vecinal de que eran personas de origen sudamericano las que acudían a esa casa.
Se sabe también que la policía se incautó de alrededor de 40 kilos de cocaína en la vivienda de Cotobade; una cantidad que observando la logística podría ser mayor. Y distintas fuentes apuntan también a que, relacionado con este golpe al narcotráfico, la policía se aprehendió de otros 80 kilos de coca en Madrid. ¿Por qué allí? Porque las pesquisas apuntan a que los narcos con base en Cotobade se encargaban también de transportar la droga hasta la capital madrileña. ¿Cómo la recibían? Ese punto está más difuso. Puede que las maletas que se acumulan en la casa tengan algo que ver, que les hayan llegado en ellas en avión o que se tratase de un clásico alijo por mar.