Las discotecas que sobreviven en Pontevedra: «Se sigue ligando en ellas, aunque empiecen a hablar antes por redes sociales»

PONTEVEDRA

Lelé de Noite, Tropicana y La Luna concentran la marcha, a la que se unirá la nueva Sala Jackson. El local de Sagasta está en obras para abrir en verano
09 may 2023 . Actualizado a las 20:31 h.Las discotecas siguen de moda. En eso coinciden quienes dirigen las pocas que quedan. Tras un ocaso en el que la comarca de Pontevedra perdió símbolos del ocio nocturno como Carabás o Zoo y Pirámide en Sanxenxo, todavía hay marcha para rato. A pesar de estas despedidas, hay discotecas que siguen al pie del cañón, que sobreviven al cambio de hábitos del ocio nocturno y a la pandemia. La Luna, Lelé de Noite, que toda la vida fue Daniel, y Tropicana están dando mucha guerra en Pontevedra. «Yo soy de los que cree que siguen en auge», explica Rafael Rúa, que tras el covid dio una segunda vida a la mítica Daniel. Lo piensa él, pero lo repite Jorge Santos, uno de los responsables de La Luna, la sala más grande de la comarca, que cada fin de semana reúne a más de dos mil personas de todas las edades.
En Tropicana se suben a ese buen momento en su 22 cumpleaños. Han cambiado la estética y la música para llegar a otro tipo de público. Y les está funcionando con una clientela que va de los veinte a los cuarenta años. «Nunca tuvimos tanta gente como ahora», explica Tatiana Salazar, que junto a su madre Mónica, dirige la discoteca de Benito Corbal y acaba de coger el traspaso de la sala Jackson para ponerla en marcha en verano.
Entre estas tres salas se bastan para entretener a los fieles al ocio nocturno. Cubren todas las franjas de edad. Lelé de Noite, en el sótano de un edificio en Daniel de la Sota, recuperó la sesión para adolescentes que antes tenía el Carabás, desaparecida en el 2018. «Le llamé sesión guateque y no dejo entrar a mayores de edad entre las cinco y las nueve y media de la noche», explica Búa, que además de empresario es padre de adolescentes. Durante esas horas no hay alcohol y se respira un ambiente «muy sano». «A la chavalada le puede rechiflar venir porque están enamorados de la discoteca. Quieren ser mayores antes de tiempo y esto les gusta», explica el dueño de Lelé de Noite.
Nada ha cambiado con el paso de los años, si acaso destaca que ahora se baila más reguetón del que nunca se imaginó, pero la esencia se mantiene con el paso de las décadas. «Hay familias que nos agradecen el estar abiertos porque ir a la discoteca es bueno para socializar. Siempre hay el gallito del corral y los celos, pero durante ese tiempo no están pendientes de los móviles», apunta. Cuando llega la noche, los adolescentes salen y empieza la hora de la discoteca para adultos. A partir de ahí ya no entran los menores y ha tenido que poner distintas fórmulas en marcha para atraer clientela a primera hora. «Yo cierro a las siete de la mañana. A esa hora tengo que tener todo desalojado, pero los bares de copas están hasta las cuatro y media, así que yo estoy a tope desde las cinco de la mañana», explica Rafael Búa, que alerta de un problema con los horarios en las licencias de los bares de copa: «Con la cantidad de bares que hay, van menos a las discoteca. Muchos tienen terraza y están ahí hasta altas horas».

Ambiente para todas las edades
A pesar de ese hándicap que pone sobre la mesa Rafael Búa, él está satisfecho con haber recuperado la antigua Daniel, que también ofrece música en vivo.
Quien no ha tenido que cambiar de manos es La Luna. La discoteca de Cerponzóns (Pontevedra) es un icono en la comarca. Cada fin de semana llegan autobuses de toda Galicia para pasar la tarde. En su sala de fiestas nada ha cambiado, al margen de pequeñas reformas. Abrió sus puertas en 1989 para dar el relevo a Gallo Brais y se ha convertido en punto de encuentro de miles de gallegos. Se iba a convertir en un plató de televisión, pero no dio la altura. «Antiguamente llegabas a primera hora y te quedabas hasta el final, ahora le gente va cambiando de sitio, pero en nuestro caso el éxito está en el trato y en que seguimos siendo una discoteca familiar», dice Santos. Tan familiar, que a muchos de sus clientes los conoce por el nombre. «El último fin de semana me trajeron lechugas, una docena de huevos y una caja de fresas», dice con una sonrisa de agradecimiento.

En La Luna hay dos ambientes, pero una misma forma de disfrutar de la fiesta. La tarde está para las personas mayores y a lo largo de la noche, la media de edad va bajando hasta encontrarse con gente de entre 40 y 50 años. «Lo más bonito que tenemos en La Luna es que conviven generaciones», explica Jorge Santos, que asegura que «las discotecas nunca van a morir». Él está cada día en ella y con la perspectiva que dan los años asegura que sigue teniendo el tirón de antaño. «Se sigue ligando, pero notamos que a través de nuestras redes sociales muchos empiezan a hablar y luego se conocen en la sala, como se hizo toda la vida», añade uno de los socios de la discoteca, que además reconoce que su cuenta de Facebook ha sido para ellos un gran avance a la hora de anunciar cualquier imprevisto con el servicio de autobuses: «Antes tenían que ver esa información en la sala y ahora hemos ganado mucho».

Tanto La Luna como Lelé de Noite o Tropicana son las supervivientes de un sector de la hostelería que ha tenido que adaptarse a los cambios sociales que dejó la pandemia. Pero Jorge Santos, Tatiana Salazar y Rafael Búa coinciden en el buen momento que viven con las tardes o noches llenas. Han sido capaces de reinventarse con el paso de los años para mantener siempre vivo el espíritu del ocio nocturno. A partir del verano se unirá a este tridente la sala Jackson. Hace unos meses que la discoteca de la calle Sagasta cerró y las dueñas del Tropicana vieron una buena oportunidad para reforzar el ocio nocturno con una nueva sala en Pontevedra.