«Parí con los brazos atados»: nace Loita, un movimiento de madres que luchan por sus derechos sanitarios y los de sus hijos

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Carla, Ruth, Tamara y Mari Mar, fundadoras de la plataforma Loita.
Carla, Ruth, Tamara y Mari Mar, fundadoras de la plataforma Loita. CAPOTILLO

Tamara, Ruth, Mari Mar o Carla ponen cara a esta plataforma surgida en Pontevedra, que reivindica que los menores puedan estar acompañados en las citas sanitarias o que los partos se humanicen. Su mensaje ya que el Sergas se moviese

21 jun 2023 . Actualizado a las 17:17 h.

Se llaman Loita. Y su nombre lo dice todo. Son un grupo de madres, una plataforma casi espontánea que no deja de crecer, unida por una causa: luchar por los derechos sanitarios de las madres y los de sus hijos. Su mensaje está calando sobremanera tanto en Pontevedra, donde ha nacido el colectivo, como en otras muchas partes, con el viento a favor de las redes sociales. ¿Quiénes forman Loita? Mujeres como Tamara Campos, Ruth Abonjo, Mari Mar Cuíñas o Carla Villanueva, a las que une un denominador común: la sensación de que a la sanidad pública le falta humanidad en cuestiones que afectan tanto a las mujeres como a los niños. Todas ellas tienen experiencias durísimas que contar. Y no están dispuestas a callarse porque saben que sus casos no son únicos y que «hay que luchar por todas»

Tamara, vecina del barrio pontevedrés de Monte Porreiro, fue, en realidad, la que empezó todo. Ella habla desde las tripas y sin poder tragarse las lágrimas que llevan tiempo naciéndole en los ojos. Es madre de tres niños. El pequeño, Roi, un santo que a sus ocho meses ni se inmuta cuando a media mañana ella lo despereza de su siesta, nació con una plaxiocefalia y una braquiocefalia. En el Sergas les dijeron que el crío iba a tener que usar un casco, que no sabían exactamente cuánto tiempo, quizás como mínimo un año, que todo dependería de la evolución. Y tanto Tamara como su pareja hicieron lo que tantos progenitores hacen cuando sienten que tienen más dudas que certezas con respecto a un diagnóstico: se movieron a la velocidad de la luz buscando saber qué le pasaba exactamente a su pequeño y si había alguna alternativa al casco del que les habían hablado. Encontraron una fisioterapeuta experta en bebés en Lugo, pagaron su tratamiento y comenzaron a ver mejoría. Les explicaron que el tiempo jugaba en su contra, que su bebé necesitaba rehabilitación cuanto antes. Tamara recuerda entre lágrimas lo que le dijo a su familia: «Expliqueilles que ía desaparecer un tempo, porque Roi necesitaba que eu me puxera con el a tope. Aprendín a facerlle a rehabilitación e pasei meses traballando tres horas diarias con el. A evolución foi enorme pero o sacrificio tamén. O neno non podía apoiar a cabeza, así que imaxina a situación...», explica. La llamaron para acudir a rehabilitación a Atención Temperá, en el hospital Provincial de Pontevedra. Vio una oportunidad de que el crío continuase mejorando. Pero reconoce que sintió un miedo atroz a que una fisioterapia distinta le hiciese retroceder: «Como non ía ter medo? Levaba meses traballando con el. Buscamos unha especialista neste tipo de terapias para nenos... Necesitaba asegurarme de que non iamos ir para atrás. E sospeitaba que seguramente non o atendería unha fisioterapeuta pediátrica», cuenta.

Acudió a la cita y pidió poder estar presente mientras le hacían rehabilitación a su hijo. Creyó que no iba a haber problema por ello. Pero ocurrió todo lo contrario: «Foi terrible, non entendo como unha petición dunha nai para estar co seu neno nunha sesión pode ser algo que supoña tanto drama. O coordinador do servizo chegou a dicirme que faría todo o que estivese na súa man para impedir que os pais accederan a esas sesións». A Tamara esas palabras le sirvieron de gasolina. Se movió en las redes sociales, en los despachos, gritó y perdió las formas, como ella misma reconoce, y acabó creando la plataforma Loita. Y sí. Llegaron a permitirle estar dentro de la consulta con su niño. Tiene buenas palabras para muchos profesionales que, asegura, le dijeron que entendían y compartía su causa. Pero cree que algo sigue fallando en el sistema. Porque está convencida de que su hijo obtuvo un alta prematura a consecuencia de su terquedad. Aún así, está orgullosa de haber iniciado esta lucha. Porque desde entonces sintió el calor de numerosas madres que se vieron y se ven en situaciones parecidas y porque este lunes tanto a ella como a otras progenitoras las recibió la dirección del Área Sanitaria de Pontevedra, con el gerente a la cabeza, y tras unos primeros minutos tensos de reunión lograron dialogar y que sus demandas vayan a ser examinadas. 

Tamara, efectivamente, no está sola. A su lado, en Loita, están mujeres como Carla, de Marín. Ella corretea detrás de Leo, su bebé. Han pasado 14 meses desde que nació. Y a Carla todavía no se le ha borrado de la mente lo que vivió en el Hospital de O Salnés, el lugar al que fue a parir en busca de un parto humanizado: «Me hicieron una cesárea y me ataron. Parí con los brazos atados y en cruz, me dijeron que era para que no me tocase la barriga. ¿De verdad no hay otras maneras, de verdad?», se pregunta. Suma y sigue y cuenta que a su niño le tuvieron que hacer unas pruebas cuando tenía un mes, y que la persona que la atendió le dijo que el niño «era poco colaborador». Esboza una sonrisa de indignación y señala: «A un bebé de un mes se le dice que es poco colaborador, ¿qué tipo sensibilidad hay con nuestros niños?». 

Ruth, madrileña afincada en Sanxenxo, asiente con la cabeza. Ruth tiene una enorme barriga, lógica teniendo en cuenta que está a punto de traer el mundo a sus gemelos. Ella ya tuvo un parto anterior y ahora, en torno a mediados de julio, espera la llegada de dos nuevos retoños. Parirá en el Hospital Provincial. Y reconoce que su cabeza hizo «un cortocircuito» cuando abordó con los profesionales sanitarios cómo será ese momento: «En principio, va a ser un parto vaginal. Pero, como son gemelos, me dijeron que el padre no puede estar presente porque a mí me van a llevar a quirófano por seguridad. Me indicaron que tienen que estar dos ginecólogos, dos anestesistas, dos matronas, dos neonatólogos y que no hay sitio para nadie más. Pensé que me daba la vuelta la cabeza. ¿No hay sitio para una persona más? No lo puedo entender. Es mi pareja, es importante su presencia», indica. 

También se llevó un disgusto cuando preguntó por el piel con piel. Porque le indicaron que si finalmente tienen que hacerle una cesárea no podrá tener a sus bebés encima tras la intervención. ¿Por qué? «Nuevamente, me hablaron de los espacios y de la falta de recursos humanos. Me dijeron que el servicio de reanimación, al que tendré que ir tras la operación, no permite estar allí a los bebés con sus mamás». De poco le valieron sus reclamaciones por escrito, a las que no le contestaron, o las entrevistas que mantuvo con responsables de distintos servicios del Provincial. Ruth, como Tamara, también acudió este lunes a la reunión con el gerente y la dirección del área sanitaria y también se comprometieron a poner sobre la mesa casos como el suyo para intentar mejorar la atención

Mari Mar, que vive en Poio, completa los testimonios. Ella es madre de una niña de cinco años diagnosticada con TEA (trastorno de espectro autista). Tiene callo con la insensibilidad del sistema, con la tardanza en asignarle sesiones de logopedia o la falta de personal especializado para que cuando la pequeña se somete a algún tratamiento o intervención (se operó de amigdalitis, por ejemplo) se tenga en cuenta su diversidad y se apliquen protocolos especiales. Acostumbrada a la constante lucha, a tener que pagar por terapias para que todo vaya más rápido, para que la niña avance, ahora siente una rabia tremenda porque en julio, ante las vacaciones del profesional que la terapeuta del Sergas que la atiende, le indicaron que la niña se quedará sin sesión. Ella también le expuso su caso a la dirección del área sanitaria en la reunión del lunes. Y, nuevamente, obtuvo el compromiso de que se pondrá el ojo en esos casos. 

Habrá que ver qué sucede a partir de ahora. Si esa charla del lunes con los directivos del área sanitaria fructifica. Ellas creen que esa reunión es un buen comienzo, y que es positivo además que las instasen a seguir dialogando. Pero también están convencidas que les queda mucha lucha por delante y muchas alfombras que levantar para que el sistema sanitario pueda recibir el adjetivo de humano. Pero, al menos, ya están en Loita. Y cada vez son más.