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Septiembre en la barriada de A Seca: «Si comemos de plato, cenamos leche. Ya no da para más»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Tres vecinas y madres de la barriada de A Seca, en Pontevedra.
Tres vecinas y madres de la barriada de A Seca, en Pontevedra. María Hermida

En este barrio de Pontevedra, refugio para quienes buscan los alquileres más bajos de la ciudad, todos coinciden en que «llegar a final de mes ahora mismo es un milagro»

18 sep 2023 . Actualizado a las 16:22 h.

La barriada de A Seca, en Pontevedra, está siendo un lugar de refugio. Hasta esta zona, colgada en la parte este de la ciudad y conformada por casitas en hileras construidas como viviendas sociales durante el franquismo, están llegando familias que buscan desesperadamente un alquiler asequible. Ya no pueden pagar los 500 o más euros que les piden en otros puntos de la urbe del Lérez donde, como en todos lados, vivir de alquiler se ha puesto por las nubes. Así que cruzan los dedos para que alguna de esas viviendas de la barriada, algunas remodeladas y otras bastante precarias, queden libres y se las renten por entre 200 y 300 euros al mes. Lo cuentan casi a la vez tres mujeres que vienen del centro de Pontevedra (a diez minutos a pie) y que confiesan que septiembre, con la vuelta al colegio y los gastos que conlleva y la inflación desbocada, es un mes que desearían con todas sus fuerzas borrar del calendario. 

Prefieren no dar nombres ni enseñar sus rostros («porque todo el mundo cotillea», dicen). Pero sí explican su situación. Una de ellas tiene 23 años y empuja un carrito de bebé. Es madre de dos críos de corta edad y no trabaja. ¿Cómo se apaña? «Tiro de mi madre, pero es muy difícil todo». Habla luego otra vecina, casada y con tres hijos, de 8 y 5 años y un bebé de 8 meses. En su caso, subsisten con el sueldo de albañil de su marido, y señala: «Ir al supermercado cada vez es más complicado. Compras lo básico, pero solo la leche para el bebé ya subió un montón».

Toma la palabra la mayor de las tres. Ella, en solitario, tiene que mantener a una hija que está estudiando y ayudar, cuando puede, a su hijo, su nuera y su nieto. Viene sudando de haber estado trabajando como empleada doméstica. Y habla con crudeza: «A las limpiadoras no nos han subido nada el sueldo, pero lo demás subió absolutamente todo. ¿Cómo hacemos para pagar? Yo tengo una pensión alimenticia para la niña de cien euros, que ahora mismo en el súper no dan para nada... así que llegar a fin de mes es prácticamente un milagro». Se queja de que no es fácil conseguir ayudas para alimentos y acaba soltando una de esas frases tras la que solo cabe el silencio: «Si comemos de plato, cenamos leche. Ya no da para más», espeta. Su esperanza es que su hija está estudiando un ciclo de formación profesional y que pronto hará las prácticas. Lo que conllevará, eso sí, más gasto: «Tiene que desplazarse para el trabajo eso, la gasolina está por las nubes, ¿cómo no piensan en eso, quién me paga a mí ese transporte?»

En medio de la barriada, en una casita desde la que se oye ladrar a un perro, Juan Carlos Rodríguez ve la televisión sentado en el sofá. Tiene 55 años y desde hace ya más de 24 meses está de baja por un accidente laboral: «Llevaba de albañil toda la vida y, yendo a trabajar, me pasó un coche por encima de un pie y me hizo cinco fracturas. Sigo sin poder andar bien», cuenta. Su baja y la invalidad que posiblemente le tramitarán, que le dejará con el 55 % del sueldo que tenía, afectan sobremanera a toda su familia. «Aquí vivimos solo de lo mío, no entra un euro más», explica el hombre. Tiene dos hijos y un nieto, del que también se encargan él y su mujer. Viven todos juntos, los chavales estudian y la abuela cuida del niño. Septiembre está siendo un mes muy difícil: «Les pidieron cosas para los estudios, claro, y es difícil con nuestra situación actual». Les salva, dice Juan Carlos, vivir en una de esas casitas de A Seca, en su caso heredada de su familia. «Si llegamos a pagar un alquiler ya no resistiríamos, sería imposible». 

Juan Carlos, de cuyo sueldo depende toda la familia y que lleva de baja médica más de un año por un accidente cuando iba a trabajar.
Juan Carlos, de cuyo sueldo depende toda la familia y que lleva de baja médica más de un año por un accidente cuando iba a trabajar. María Hermida

Eso mismo dice Verónica, que junto con su marido tiene en propiedad otra de esas casitas de varias plantas donde cada puerta pertenece a un vecino. A media mañana, ella ordena la ropa de su único crío con el pequeño en brazos.Tiene las ventanas abiertas de par en par como casi todas las casas de la barriada, donde los tendales mandan a pie de calle. Cuenta también vive de un único sueldo, del de su marido, que trabaja como limpiador en un edificio de la Administración. Da gracias a que tienen ese salario todos los meses, pero dice que la inflación los asfixia: «Se hace todo cuesta arriba. A mí me gustaría volver a trabajar, pero lo tengo complicado porque el niño todavía es muy pequeño». 

Verónica, también vecina de la barriada de A Seca, con su crío.
Verónica, también vecina de la barriada de A Seca, con su crío. María Hermida

Ventana a ventana no cesan los lamentos. Se habla del «lujo» de ir al supermercado. O de que las ayudas «siempre son para otros». Una mujer cuenta que empata dos trabajos de limpieza al día. Su marido está en el paro. Y tienen una hipoteca: «Menos mal que es bajita, si llega a ser más no sé lo que íbamos a hacer». Se marcha a trabajar y bromea: «Es que no te puedes tomar ni una Coca-Cola... eso sería darse un lujo». 

El sol de mediodía cae sobre el barrio. Hay mayores pasando perros y empieza a oler a pimientos fritos en la barriada. Un hombre sale de una de las casitas con un can e indica: «Esto es muy humilde, hay pobreza. Yo compré sin saber a qué sitio venía, la verdad»