El cómico, que estará el jueves en el Teatro Principal, es uno de los platos fuertes del festival Guerrilla
02 oct 2023 . Actualizado a las 21:04 h.Es uno de los platos fuertes de Guerrilla, el festival que alcanza este año su tercera edición. Leo Bassi llega este jueves al Teatro Principal de Pontevedra con su último espectáculo, 70+. «El año pasado entré en mi década de los setenta y quería compartir con el público la sorpresa de haber llegado a 71 años. No me lo imaginaba hace treinta años. Por el ritmo de mi trabajo, por las cosas que hacía, para mí era imposible que Leo Bassi llegará, incluso, a los 60 años... Y ahora me encuentro con 71 años. No solo estoy con vida, sino que lo estoy disfrutando como nunca en mi vida. Quizás es el momento mejor que he vivido en mi vida. Esto es una sorpresa».
—¿Es una manera de desterrar los tópicos de la edad?
—Pensaba que la vejez era una mierda, más que nada porque no me iba a tocar porque iba a acabar todo mucho antes. Pues, no. Estoy aquí y de puta madre. Se trata de compartir esto con el público y aprovechar también hace algún repaso de las cosas sobresalientes, pero muy particulares de mi vida. 70+ es un pelín autobiográfico... Más que autobiográfico, autocelebrativo. Parece que para nuestra sociedad lo importante es la juventud y los viejos son un problema que están ahí y hay que cuidarles. Esto es una mierda. No es verdad. Al contrario. Me encuentro con una sabiduría que nunca he tenido. Me encuentro también con una calma interior en la que no tengo las angustias de la juventud. Es una autocelebración de estos 71 años y trasladarle al público que quizás nos estamos equivocando y la vejez es mucho mejor y puede tener un punto de sabiduría.
—¿Y con las mismas ganas de molestar al poder?
—Sí, sí. Evidentemente. No he renunciado a ninguna de mis provocaciones. Las cosas que yo he hecho en mi vida y mis opiniones políticas se ha visto que, tristemente, tenía razón. El mundo está gobernado por imbéciles. Pero quizás este espectáculo entre menos en la política que muchos otros. El argumento esencial es que este mundo que glorifica la juventud a lo mejor está equivocado y habría que repensar las cosas. Se trata de poner en duda en nuestro sistema por el hecho de que da demasiada importancia a la juventud.
—¿El público se sigue sorprendiendo fácilmente o cada vez es más complicado?
—No, siempre es más fácil sorprenderle. Lo veo de un conformismo que da miedo. Y también en mi propio gremio. Veo a monologuistas y pienso: «Vaya conservador». Es un mundo muy pequeño con sus pequeños intereses y muy conservador, vendido al poder. No veo que sea un mundo con hospitalidad desbordante y es bastante conformista con todo, bastante tranquilo y no veo muy difícil provocar y sorprender.
—Habla de que su gremio es bastante conformista, ¿pero se ha autocensurado alguna vez?
—No, pero también porque tenía muy claro mis límites. El famoso discurso de hasta dónde puede llegar la comicidad es algo superficial y ridículo. Tengo claro, como también lo tenía mi padre y mi abuelo, porque vengo de una tradición de payasos de circo, que había que joder al poder y proteger al débil. Y esto vale para todo. No te vas a mofar de una persona que ya es una víctima de la sociedad, tú te mofas de las personas que tienen el poder de la sociedad. El poder en todas las dimensiones, poder económico, poder político, poder espiritual... Poniendo esto como regla no es complicado decir hasta donde pueda hacer o si tengo que censurarme. Si siento que el argumento de mi chiste es de una realidad frágil , no voy a mofarme de él. Y, al contrario, si siento que responde al poder, a una realidad fuerte, no tengo ningún problema y ningún límite. No voy a reírme de las personas que ya tienen que enfrentarse en su propia vida a los problemas de la sociedad.
—Tengo entendido que «70+» desvela un detalle de su vida que va a sorprender.
—Uno de los argumentos más sorprendentes de mi espectáculo y que provoca que se hable muchísimo después es que relato al principio una historia de verdad. Cuando yo tenía 13 meses, cuando era un bebé, mis padres me llevaron a ver una explosión nuclear. Sí, fui llevado al desierto de Nevada, porque nací en Estados Unidos y entonces era como ir a ver un fuego artificial o una exhibición de pirotecnia. En los 50 la gente iba a Las Vegas, que es una ciudad que nace en el desierto no por casualidad, sino porque estaba al lado del polígono de tiro de las bombas nucleares. Mis padres me llevaron a ver la bomba nuclear y como mi padre era un amigo de gente de la Policía nos pudimos acercar más que la gente normal... Mi madre, la pobre, que murió hace tres años, casi la última cosa que dijo fue que «tu padre era un gilipollas. ¿Cómo puedes llevar un niño de 13 meses a veinticinco kilómetros de una explosión nuclear? No se hace». Ya te puedes imaginar la explosión... una luz y después la onda de impacto que me dijo «yo te he perdido, tú te has caído». Y mi padre hasta su muerte decía siempre —cambia el todo de voz para hacerlo más profundo— que «si tú tienes caña y eres provocador, es solo por las radiaciones nucleares (...). Tengo 87 años y estoy todavía contando la historia de las radiaciones». Este es el principio del espectáculo, son imágenes de 8 milímetros filmado por mi padre de la explosión nuclear y con la explicación de que es por eso que tengo caña. Pero eso el Partido Popular, toda la gente de derechas, el Vaticano contra el cual yo he luchado, no lo sabía, no sabían que tenían delante de ellos a un superviviente de una explosión nuclear. Me siento como un error de la margen, como los superhéroes, que estoy cargado desde el nacimiento.