Entusiasmo sin premio en Pasarón al escaparse el ascenso

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Más de diez mil aficionados respaldaron al Pontevedra en la final contra el Betis Deportivo

02 jun 2024 . Actualizado a las 23:59 h.

El silencio que este domingo dejó el pitido final en el estadio de Pasarón duró unos segundos. El tiempo que tardaron los diez mil aficionados en pensar que pese a haber quedado a las puertas del ascenso a Primera, el equipo se merecía un aplauso. Y se lo dieron. No callaron. Aplaudían a una plantilla derrotada por el esfuerzo de haber jugado 90 minutos a 30 grados y un equipo roto por ver como se le escurría entre los dedos las opciones de ascender cuando más cerca lo tenían.

Se habían preparado toda la semana y buena parte de la temporada para este partido. No se recordaba un lleno así en Pasarón desde hacía tiempo. La fiesta que se inició a las doce de la mañana en la plaza de la Verdura continúo después en las inmediaciones del estadio y en la Fan Zona que el club montó en la explanada posterior del pabellón. Habían abonado con ilusión la previa del partido. Era el día de la remontada. ¿Qué podía fallar? Antes de que el balón echase a rodar parecía que nada. Se sostuvo el empate a cero hasta la segunda parte. Mientras, los 10.192 espectadores que coreaban cada movimiento confiaban en que se hiciese magia, en que un pase de Yelko o una carrera de Álex acabasen rompiendo la malla de Guilherme y les permitiese seguir soñando, como habían hecho todo el año. Ni siquiera el gol del Betis acabó con esa esperanza. Demasiado abono durante toda la semana para pensar que dos goles eran imposibles.

Y Rufo se encargó de darles la razón. Empató el partido en Pasarón, pero los granates seguían a remolque en la cuenta global. Tocaba dejarse el alma en la grada para llevar en volandas al equipo, como pedía el capitán en la previa. Cada aproximación a la portería rival hacía vibrar los cimientos del estadio. Pero el tiempo de descuento se esfumaba y con él las opciones. El pitido final echó a los jugadores al suelo. Los verdiblancos, exhaustos, celebraban su décimo ascenso, y los granates, rotos por un esfuerzo sin recompensa. En la grada no había enfado, ni lamentos, sí tristeza de lo que pudo haber sido. Pero saben que el equipo los hizo disfrutar durante toda la temporada. En la cabeza de muchos y en algunas de las conversaciones en los pasillos reconocían que para ascender no hay nada mejor que ser líder de la liga regular. Ellos también lo sabían, pero se toparon con el Ourense el pasado abril. El resto, es una lotería, que no estuvo de cara. El Pontevedra, que durante todo el año goleó en su casa, no pudo obtener la recompensa merecida.

El ambiente de ascenso desapareció en un estadio lleno que quedará en la memoria de todos los jugadores que este domingo defendieron la camiseta granate. «Estamos dolidos y sabíamos que esto podía pasar. Es una desgracia, el castigo de no haber sido campeones ha sido este», reconocía Rufo todavía sobre el terreno de juego: «Nos duele por toda esta gente, pero es bonito ver cómo nos aplauden. Eso es lo grande que tiene ese club».

A los aficionados les costó abandonar el campo. Querían dar el último aliento a los jugadores, que pasearon por el campo abrazándose a los hinchas que los esperaban detrás de las vallas. Los cánticos de «sí se puede» dieron paso a un aplauso para despedir un año en el que no se cumple el objetivo, pero en el que Pasarón ha vuelto a disfrutar.

Toca seguir enganchando a la ciudad con otro año en Segunda Federación. Será difícil sacudirse ese adjetivo de «sufridora» que acompaña siempre a la afición granate, pero como decía un aficionado antes de irse: «Hay que darle la enhorabuena al Betis y dejar que lo celebren, también aquí tenemos que demostrar que somos un club grande».