El sueño del creador de Zorlak siempre fue poder dar a la gente todo lo que el surf le había dado a él
23 sep 2024 . Actualizado a las 08:23 h.«Todos provenimos del mar, pero no todos somos del mar. Los hijos de las mareas tenemos que volver a él una y otra vez...», y es que detrás de este diálogo de la película por excelencia del surf, Chasing Mavericks, no solo se esconde un guionista que puso en palabras lo que muchas personas experimentan, sino que detrás de esa frase se encuentran las crestas de vida de aquellos que conectan con el «magnetismo extraño del mar», el gran motor de vida de Walter Nieto.
Un joven que a muy temprana edad no dudó en enfilar su vida hacia las olas.
Una mañana soleada, en pleno corazón de Uruguay, tres amigos entrarían en una corriente de la que ya no podrían salir, el surf.
«Empecé a surfear porque siempre veía a un chico rubio con una tabla, me dio curiosidad y fue cuando me compré una revista de surf. Al tiempo, tras trabajar cortando jardines y limpiando casas, me compré mi primera tabla y acto seguido, mis amigos Sebas y Javi se cogieron otra», cuenta el surfista.
En ese momento, las tablas se rompían con facilidad, y tras varios golpes en el agua con las tablas de sus amigos, no tuvo otra opción que repararla él mismo, siendo la pasta de dientes que le recomendó su tío, el primer elemento que utilizó.
Poco a poco Walter comenzó a tener dominio en el campo, y de pasar de reparar sus propias tablas, la gente de la zona acudía a él para que se la arreglasen.
Un comienzo orgánico del que vio un posible futuro y quiso apostar por ello, «mi abuela siempre dijo que me dedicase a lo que me gustaba», y eso fue lo que hizo. Con 17 años nace Zorlak, la marca que revolucionaría su vida al completo.
Todo comenzó con un curso sobre poliéster que le costeó su abuela en Uruguay. Tras juntarse con varios que conocían la técnica y con los que compartió conocimientos, Walter Nieto abrió su propia marca, con un nombre que rinde homenaje al perro de uno de sus amigos y que tiene origen en un guerrero de una tira cómica inglesa.
La llegada de una crisis en su país natal hizo que el surfista tuviese que coger sus maletas y buscar un sitio al que trasladar sus conocimientos. Su primera idea fue Nueva Zelanda, pero tras varias negativas por parte de su abuelo «el gallego», el hermano de este le abrió la puerta de Galicia.
«‘Tú te tienes que ir a Galicia, ese sitio está lleno de esas tablitas que haces tú’», y así fue como Walter Nieto construiría su imagen de marca, comenzando con reparaciones para la federación, en tierra gallega y de la que no se ha despedido hasta día de hoy.
Una tabla desde cero
Dejar huella en algo es complejo, y requiere un sacrificio sin el cual nada sería posible.
Walter Nieto se despierta a las seis de la mañana para comenzar su día en el taller que tiene en Sanxenxo.
«La tabla depende de cada persona, por ejemplo, el diseño o el foam será distinto según el tipo de persona, el tipo de ola...» cuenta el artesano, que confiesa que por ejemplo las tablas de corcho son mucho más «amables» a la hora de golpearse que una tabla de fibra.
«La fabricación se hace con poliuretano compacto, eso lleva un alma de madera en medio de la tabla. Después se le va dando la forma, antes a mano ahora con un cepillo carpintero, que es la parte que más disfruto y la más compleja», formas que saca de las plantillas que lleva acumulando durante años de trabajo. «Una tabla puede durar entre cinco y diez años, tengo tablas aquí que podrían aguantar 30 años y luego hay tablas que al mejor surfista le puede llegar a durar un campeonato», resalta el experto.
Una vez «shapeada» la tabla, es decir, con la forma deseada, entra la parte más visual, después de varios pasos intermedios, laminarla. «Se le da un poquito de color, o no, y luego se lamina con fibra de vidrio».
Tras casi 35 años en el mundo del surf, creando tablas y surfeando por toda la costa gallega, Walter no quiso dejar pasar la oportunidad de enseñar todo esto a aquellos que desean hacerse uno con el mar, «siempre me gustó compartir lo que me gusta con los demás». De esa idea surge el proyecto de crear una escuela a la que dedica unas horas cada día para enseñar a los más curiosos, el mundo que alberga este deporte y este estilo de vida.
Además, la ambición nunca fue a menos y el uruguayo quiso desarrollar la competición del longboard. «Vi que en la federación faltaban competidores de longboard. Empezamos a competir en el circuito un par de colegas y yo», y actualmente es el cabecilla del festival que se celebra cada año en Montalvo, Rock & Long, o el torneo que trae al circuito de España.
A pesar de las complicaciones que ha podido encontrar en el camino, el sueño de vivir rodeado de vida e ilusión fue el motivo por el que Walter nunca se bajó de la ola que ya comenzó a surfear hace años, «el mar es parte de mi vida, siempre va a estar».
Personal
Nacido en Montevideo el 11 de marzo de 1975, comparte su pasión por el surf mediante su marca de tablas, Zorlak Surfboards, con taller en Sanxenxo
Trayectoria Ha llegado a dar vida a más de 5.000 tablas de surf y ha estado entre los doce mejores surfistas de todo Uruguay