José Benito García, escritor: «Mi Ravachol no es malhablado, pero sí un poco trasto»
PONTEVEDRA
El pontevedrés se adentra por primera vez en la literatura infantil con «Los misterios de Ravachol. El arco de Teucro»
21 nov 2024 . Actualizado a las 17:47 h.Este jueves, a partir de las 19 horas, José Benito García presentará en el salón de actos del Colegio Calasancio de Pontevedra se su primera incursión en la literatura infantil de la mano de Los misterios de Ravachol. El arco de Teucro. «Tenía interés en inculcar los conocimientos sobre Pontevedra que he plasmado en otros libros para mayores, digamos, en los niños, además de, también, el hábito de la lectura. Y se me ocurrió hacerlo por medio de una aventura con un personaje muy conocido y entrañable de Pontevedra como es el loro Ravachol, que los niños lo conocen perfectamente», señala.
—¿Y qué nos propone «Los misterios de Ravachol. El arco de Teucro»?
—El loro tiene que desvelar diferentes misterios que van sucediendo en la ciudad. Es un poco lo que había hecho para mayores de dar a conocer la historia de Pontevedra y sus monumentos, pero enfocada en los niños. Y para hacerlo más ameno, con un personaje como el loro Rabal y en clave infantil.
—Aunque el protagonista es Ravachol, en las páginas del libro nos encontramos a otros personajes insignes de la ciudad.
—Sí. Tiene que desvelar un misterio, en este caso sería la desaparición del arco de la figura de Teucro que está en lo alto del edificio de Afundación. Realmente, se rompió un trozo y luego como había problemas de que se podía desprender el otro, lo eliminaron. Los niños o alguien que venga de fuera ve esa estatua allí arriba y, tal y como está, no sabe a qué hace referencia. Se me ocurrió contar qué le pasó al arco de Teucro, por qué desapareció, hay un misterio que lo tiene que investigar y quien tiene ocasión de poder investigarlo es Ravachol porque, algo que no te comenté, un secreto que nadie conoce recorre las calles de Pontevedra y es que en la ciudad, después de la medianoche, cuando las calles quedan desiertas, las estatuas cobran vida.
—¿De cuales estaríamos hablando?
—Son los tertulianos del Café Moderno, el monumento de la plaza de San José, son los que se percatan que desapareció el arco. Alguien tiene que ir hasta allí arriba o preguntar qué fue lo que sucedió y el que se puede prestar a ello es Ravachol, que se puede desplazar por toda la ciudad. Así que tiene que ir preguntando a otros personajes que puedan saber qué sucedió. Estarían involucrados el monumento de Colón, no tanto, pero sí los Héroes de Ponte Sampaio, que están en un lugar alto, o el Fiel Contraste, que está detrás de la casa consistorial y que le da una clave que le conducirá a las gárgolas de Santa María, que digamos que son las malas del cuento.
—Es la primera aventura de Ravachol, ¿pero va a haber más?
—Esa es la intención.
—¿Y partirán de la misma premisa, de que las estatuas cobren vida pasada la medianoche?
—Esa sería la base de las aventuras, de los misterios de Ravachol, y aparecerían otros monumentos, aunque se podría repetir alguno, con otro misterio a desvelar. También me interesa darle un aspecto moralista a los cuentos en cuanto a lo que está bien hecho y no lo esta, en cuanto a lo correcto e incorrecto, darle a entender a los niños que los monumentos son de todos y no son de nadie, que hay que cuidarlos.
—¿Y su Ravachol es tan mal hablado como era en la vida real?
—No. Si tiene fama de ser, no mal hablado, sino un poco burlón, sobre todo, con Colón. Se mete un poco con él cuando pasa por allí porque no está de espaldas precisamente hacia dónde está la figura de Teucro. Aunque desde allí sí se ve, porque sobresale por encima de los edificios, pero al estar de espaldas no interviene mucho. No es malhablado, pero sí un poco trasto. Los niños lo ven como un personaje del Carnaval, simpático... Una cosa que no hago es contar toda la historia de los personajes en sí. Dejo esto un poco abierto a padres, a profesores, que luego pueden profundizar un poco más. Sí menciono, por ejemplo, en el monumento de San José donde están los tertulianos, cuando interviene cada uno de ellos con su nombre, pero no cuento más allá de lo que han sido. Entonces, si le quieren contar un poco más de Ravachol haciendo hincapié en lo deslenguado, que sean padres y profesores los que los que decidan cómo contárselo.
—¿Cómo surge «Los misterios de Ravachol»?
—Hay un cuento de Oscar Wilde, El príncipe feliz, y digamos que por ahí me surgió un poco la idea. No tiene nada que ver, salvo que bueno que la estatua tiene una cierta vida y, en ese caso, es una golondrina la que cumple sus deseos. Por ahí me surgió la idea de que la estatuas cobran vida cuando se quedan solas y me pareció interesante, sobre todo, para dar a conocer la ciudad a los niños.
—Por cierto, estamos hablando de un libro con un formato muy cuidado.
—Es un libro ilustrado y va en un poco en consonancia con el resto de mis libros, que los cuidamos bastante. Hemos puesto páginas de un grosor que nos permite poner las láminas y que se pueda manipular bastante, viene cosido... Nos preocupamos un poco de que no vaya a ser un librito que cuando lo cojan los niños y lo abran un poco forzándolo se le caigan las hojas. El acabado está preparado para que se pueda manipular.
—¿Qué otros proyectos tiene?
—Ya estoy, de hecho, con otras novela ambientada también en Pontevedra en una época muy determinada y sobre un establecimiento que tuvo mucho auge y desapareció. Tenemos una trama que me parece atrayente, pero eso luego ya lo decidirá el lector.