Louzán está a dos semanas de convertirse en presidente de la Real Federación Española de Fútbol haciendo realidad un sueño que acariciaba desde hace años
01 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Rafael Louzán Abal, pontevedrés nacido en Ribadumia, de 57 años recién cumplidos —el pasado 21 de noviembre sopló las velas—, puede convertirse en apenas dos semanas en el próximo presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Uno de los cargos con más relevancia mediática que existe en España fuera de la política y de las finanzas. Ser presidente de la RFEF solo es comparable al reconocimiento que reciben Florentino Pérez, Joan Laporta y, acaso, Javier Tebas, el jefe de la Liga LFP. Desde luego ser el presidente de la federación deportiva más grande y potente del deporte español, tanto por licencias y clubes, como por títulos conseguidos y el tremendo presupuesto que maneja, otorga a quien ocupa esa poltrona una proyección extraordinaria. Y mucho mayor nivel de conocimiento entre el público que el que puedan recibir la mayoría de presidentes de comunidades autónomas o la mayor parte de ministros y ministras del Gobierno.
Un sueño
Louzán lleva años acariciando el sueño de convertirse en presidente de la Real Federación Española. Viene madurando esa aspiración desde que en el 2014 ganó las votaciones y asumió las riendas de la Federación Gallega de Fútbol que, por cierto, sigue presidiendo tras ser reelegido. La aspiración a hacer carrera en la dirigencia del fútbol nacional se incrementó desde que se apartó de la política activa tras perder la Diputación de Pontevedra en las elecciones municipales del 2015 y dejar sus cargos tanto en el Concello de Ribadumia como en el Partido Popular.
Después del primer mandato de Luis Rubiales en la RFEF (2018/2020), Louzán admitía en varios círculos deportivos y periodísticos que le apetecería postularse. Pero entonces Rubiales lo neutralizó al incorporarlo a la junta directiva de la RFEF, con lo que Louzán apoyó a Rubiales para su reelección y aparcó su sueño hasta encontrar un momento más propicio. Desde la caída de Rubiales y la más reciente de Rocha, la oportunidad era meridiana. Rafa Louzán ha maniobrado para reunir los avales necesarios y los apoyos precisos de las federaciones territoriales, que son las que manejan el cotarro en la asamblea que votará el próximo 16 de diciembre.
Louzán está ahora mismo como ese chaval del filial que han convocado con el primer equipo y al que el entrenador le avisa «Rafa, calienta que sales».
Silla de montar caliente
Como en aquella comedia de Mel Brooks, la poltrona presidencial de la RFEF es una de esas sillas de montar calientes. Los últimos ocupantes del cargo han tenido malos finales de mandato.
¿Quién no recuerda a Porta, «Pablo, Pablito, Pablete», cómo le llamaba en antena José María García cuando le demandaba que nos dijera dónde iban a parar los millones de la Quiniela?
¿Quién se ha podido olvidar del «eterno» Ángel María Villar y «el Villarato»? 29 años al frente de la Federación hasta que fue detenido en una operación policial por supuestos delitos de corrupción, administración desleal y apropiación indebida.
Y lo último, ¿alguien pudo llegar a imaginarse la repercusión que adquirió el llamado «caso Rubiales» que eclosiona con el famoso episodio del «piquito» del presidente a Jenni Hermoso durante la celebración del título de campeonas del mundo? Todo lo que se desencadenó barrió como un tsunami al presidente de la RFEF, aún pendiente de juicio por agresión sexual. Y ha terminado dañando por alcance, también, a su sustituto, Pedro Rocha, apartado del cargo tras haber sido inhabilitado por el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD), en un fallo confirmado por la Audiencia Nacional.
Louzán no lo va a tener fácil. Ya tiene varias cañoneras apuntándole. En un momento político tan terrible como el actual en la sociedad española, con la brutal confrontación entre los bloques políticos y mediáticos liderados por el PSOE y el PP, respectivamente, las salpicaduras ya han llegado, por supuesto, al proceso electoral que vive la RFEF.
Vinculado a Feijoo
Desde que cayó Rubiales, el Gobierno de Sánchez viene intentando a través del Consejo Superior de Deportes que dirige el exministro socialista José Manuel Rodríguez Uribes, controlar la presidencia de la federación de fútbol. La probabilidad cada vez más palpable de que Louzán, un ex alto cargo del Partido Popular, vinculado a Alberto Núñez Feijoo, pueda convertirse en el nuevo presidente de la RFEF, produce un tremendo sarpullido al gobierno socialista. Solo hay que comprobar la profusa campaña informativa de los medios más afines a Moncloa que ya advierten que el TAD impugnará, por indicación del Consejo Superior de Deportes, la posible elección de Louzán.
El talón de Aquiles del ribadumiense es una sentencia por prevaricación, pendiente de recurso ante el Tribunal Supremo, relacionada con el pago que hizo Diputación de Pontevedra de las obras del campo de hierba sintética de Moraña. La condena, caso de confirmarse, es de inhabilitación para ejercicio de cargo público durante 7 años.
La pregunta es: ¿ser presidente de la RFEF es un cargo público, como pretende el Gobierno, o bien un cargo de una entidad privada, como quieren entender el propio Louzán y sus valedores?
La respuesta, en unas pocas semanas.