Luismi García de León, voluntario de la AECC en Pontevedra: «Las mujeres son más multitarea y tienen un espíritu más solidario»
PONTEVEDRA
Este prejubilado de banca y el patólogo Juan Cuevas son de los pocos colaboradores hombres que la asociación tiene en la ciudad
07 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.No es fácil encontrar voluntarios hombres en la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) de Pontevedra que den la cara. La principal razón es que son muy pocos entre los casi 700 colaboradores que el colectivo tiene en la provincia. Las mujeres son una abrumadora mayoría en todos los tipos de voluntariado. Luis Miguel García de León Díaz-Fortuna, Luismi, y Juan Bautista Cuevas Álvarez son dos de ellos. Tienen 60 y 70 años, respectivamente. El primero es prejubilado de banca y el segundo, médico patólogo en el CHUS de Santiago.
Natural de Ciudad Real, pero gallego de adopción después de 37 años, Luismi vive en Vilagarcía y lleva dos años como voluntario de la AECC. Le diagnosticaron un cáncer de recto en marzo del 2021 y dos meses después se hizo socio. Tras recibir quimioterapia oral y radioterapia, hoy se encuentra bien de salud y a punto de pasar a tener revisiones anuales y no de seis en seis meses. Su experiencia y sobre todo su participación en un congreso de la AECC celebrado en Vigo fueron el empujón definitivo para hacerse voluntario.
¿Por qué hay tan pocos hombres? «Las mujeres son más multitarea y tienen un espíritu más solidario. Por mi trabajo estoy acostumbrado al contacto con la gente y no me da vergüenza. Quizá también tenga que ver el papel de cuidadora que siempre ha recaído en la mujer», dice Luismi. Él hace sobre todo voluntario en hospital acompañando a pacientes oncológicos en las salas de espera de consultas y de tratamientos. «Hacemos una labor informativa sobre los servicios gratuitos de la AECC y explicamos de qué forma les puede ayudar la asociación, también damos apoyo emocional». Ese voluntariado acaba creando vínculos y a veces también sustituyen al cuidador principal para que pueda irse a tomar un café. ¿De qué se habla? Cuenta que no de la enfermedad. Se pone el foco en otras cosas. Luismi también hace voluntariado en domicilios y participa en campañas sobre los peligros de fumar o de exponerse al sol. Incluso elabora pulseras de la asociación que después se venden para recaudar fondos y acude a cuestaciones en la calle.
«Lo que más me gusta es el voluntariado de hospital. Es durillo porque hay situaciones muy complicadas. La vida da un giro total, muchas veces es un revés terrible porque no todos los cánceres tienen la misma gravedad», subraya. Luismi hace hincapié en que, pese a ello, es muy reconfortante. «Descubrí lo bonito y lo satisfactorio que es ayudar a los demás de una forma tan intensa, estar a su lado, que noten que son personas que te importan. Sé lo que es pasar por eso y empatizas». Lo fundamental, apunta Luismi, es que los enfermos sepan que van a tener un apoyo importante.
Juan es voluntario desde hace año y medio. Este profesor de la USC y médico patólogo en el CHUS recalca que no se jubila, sino que «me jubilan», y que quiso devolver algo de la suerte que él tuvo en la vida y aportar su experiencia. Vive en Santiago, pero escogió Pontevedra para hacerse voluntario porque es la ciudad donde se crio: «Ahora tengo más tiempo y me acerqué a la sede para lo que necesiten». Por su perfil Juan encajó en el voluntariado de divulgación científica. Con personal y otros voluntarios dan charlas en los institutos sobre cómo funciona el cuerpo humano y cómo se hace una biopsia a un tejido: «Es lo mismo que una merluza».
Cambiar el síndrome del resoplido por la cara amable del acompañamiento
El patólogo Juan Bautista Cuevas cree que hay tan pocos hombres entre el voluntariado de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) por desconocimiento. «Somos un país de paletos y tenemos miedo a preguntar. Es querer y conocer. En mi caso fue mi hermano quien me animó. Después conocí el trabajo que hace esta gente, que es maravillosa, y también a su presidenta», expone. El médico anima a los hombres a colaborar más. En su etapa como docente en la USC también colaboró con el programa A Ponte, que pretende acercar los estudios universitarios y las profesiones a las nuevas generaciones.
Respecto al cáncer, es partidario de explicar su evolución sacándole hierro. «Es una enfermedad producto del individuo. Algunas células hacen mutaciones y acaban pareciéndose poco a las originales. Antes el cáncer era una sentencia de muerte, pero ahora es una enfermedad crónica y en muchos casos se puede convivir con ella, con las molestias de otras patologías», subraya. Juan está convencido de que en no muchos años el cáncer podrá curarse «siempre que se dediquen los suficientes recursos a la investigación».
Asociaciones como la AECC, remacha, resuelven muchos problemas cuando estás en la cama con una enfermedad: «Eso es muy duro». El facultativo, que dio clases durante treinta años en varias universidades de España, Washington y de países europeos como Alemania y Austria, se atreve a dar un consejo a futuros médicos y personal sanitario en general. «Hay que evitar el síndrome del resoplido. El paciente y sus familiares están pendientes de todos los detalles cuando se les tiene que comunicar algo. Hay que cambiar ese síndrome del resoplido por la cara amable del acompañamiento».