Miguel, el rescatador rescatado que puso calma con la cabeza abierta

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CUNTIS

Miguel Couto fue ingresado el viernes en el hospital Álvaro Cunqueiro y esta mañana le dieron el alta
Miguel Couto fue ingresado el viernes en el hospital Álvaro Cunqueiro y esta mañana le dieron el alta Cedida

El jefe de Emerxencias de Cuntis, curtido en mil accidentes, resultó herido muy grave cuando estaba cortando la rama de un árbol. Sus compañeros de trabajo, entre los que está su mujer, pensaron en lo peor. Él les tranquilizó

13 sep 2021 . Actualizado a las 21:06 h.

Miguel Couto, de 42 años y jefe del Servizo de Emerxencias Municipal de Cuntis, es una de esas personas calmosas y voluntariosas que siempre que alguien le presenta un problema responde con un «¿E que? Non pasa nada». Es como si llevara la palabra solución en la frente. Como si ayudar le fuese en el ADN. Esa calma, espontánea o trabajada, le convierte en valor seguro en caso de accidente. Está acostumbrado a acudir a siniestros de tráfico, a vivir escenas dantescas sobre el asfalto o a participar en rescates milagrosos. Lleva más de una década ligado a las emergencias. Y nunca pierde la calma. No lo hizo tampoco el viernes, un día en el que la vida le pegó un buen susto. Esa tarde no actuó de rescatador. Miguel fue, por una vez, el rescatado. Y no se puso nervioso pese a que sus compañeros de trabajo, entre los que está Cristina Alonso, su mujer, le creían a punto de fallecer.  

Todo empezó como casi siempre empiezan las cosas en la vida: por casualidad. La brigada antiincendios de Cuntis estaba trabajando en la zona del polígono industrial y Miguel fue a llevarles gasolina. En principio, no tenía que hacer nada más allí. Pero vio que había una rama de un árbol encima de un vial y quiso retirarla. Se encaramó para cortarla con una motosierra. Es un trabajo que hizo en miles de ocasiones. Pero, esta vez y por causas que todavía no están claras, se cayó de una altura de unos dos metros cuando estaba en faena.

 El golpe fue tremebundo. Y Miguel acabó con la cabeza abierta desde la nuca hasta el ojo. Los miembros de la brigada antiincendios le prestaron auxilio y llamaron rápidamente a la base de Emerxencias, para que los compañeros de Miguel acudiesen al lugar. Lo hicieron en escasísimos minutos. Lo recuerda bien Cristina, la mujer de Miguel, que estaba en esa base: «Dixéronnos que Miguel estaba moi ferido, que sangraba moito e non tardamos nada en chegar. Cando o vimos foi un susto terrible. O meu compañeiro díxome que o vía morto, que o vía moi mal».

Cristina, que de valiente también tiene lo suyo, reconoce que no llegó a ponerse en lo peor. Lo único que quería era que llegasen pronto los medios y que a Miguel lo atendiese un médico. «Víao moi mal, pero confiaba na súa fortaleza. Pensaba en que non podía morrer así», recuerda. 

Aunque perdió mucha sangre y por instantes su estado empeoraba, Miguel sacó al rescatador que lleva dentro y, de repente, en aquellos minutos infernales de espera por la ambulancia, les dijo a todos: «Tranquilos, que eu vou estar ben». Hablaba y amagaba con marearse. Pero, al poco tiempo, volvía a poner calma. Allí estaba también el alcalde, Manuel Campos, que tampoco daba crédito a que Miguel fuese el que les tranquilizase: «A verdade é que estaba como el é, sempre animando aos demáis. Non chegou a estar inconsciente, trataba de calmarnos a todos». 

Llegó la ambulancia y, por supuesto, quienes venían a bordo también conocían a Miguel, que debido su cargo llamó en mil y unas ocasiones a los sanitarios para que acudiesen a accidentes. Tras los primeros auxilios, le llevaron al hospital de Montecelo. De ahí, dado las lesiones que presentaba tanto en la cabeza como en las vértebras, le desplazaron al hospital vigués Álvaro Cunqueiro. Y ahí permaneció hasta hoy por la mañana, cuando le dieron el alta para que continúe recuperándose en su domicilio. Tiene por delante una convalecencia importante. 

Esta mañana Miguel todavía no tenía fuerzas para contar lo ocurrido. Prefería respirar hondo y seguir recuperándose. De portavoz ejercía Cristina, su mujer, compañera de trabajo y ahora también cuidadora. Ella, que lleva desde el minuto cero al pie de su cama, reconoce que por fin se va disipando el miedo: «Foi un susto moi grande, pasamos uns minutos no sitio do accidente moi fastidiados. E despois cando chegamos ao hospital e vimos que o derivaban a Vigo tamén nos asustamos. Pero parece que agora está moito mellor. Vaille custar recuperarse, pero ha de facelo», dice con esperanza. No hay duda de que se pondrá bien. Poco a poco. Paso a paso. Con esa calma que no llegó a perder ni con la cabeza abierta.