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La plaza de toros, 125 años de historia

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Llegan a Pontevedra los toros que lidiarán los hermanos Rivera
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López Penide

En la primera feria taurina moderna, la de 1892, falleció corneado un monosabio

10 ago 2017 . Actualizado a las 13:57 h.

Tal día como hoy, pero de hace 125 años, Luis Mazzantini, el torero del momento en los albores del siglo XIX, saltó a la arena del coso de San Roque acompañado por su hermano Tomás, como sobresaliente. Cuatro meses antes, el capitán Benito Calderón Ozores, hermano del marques de Riestra, se juntó con dos cordobeses para construir una plaza de toros en el Campo da Torre, según recoge Prudencio Landín en sus crónicas.

Ocho mil personas se estima que asistieron a aquella primera corrida en lo que hoy es la plaza de toros de Pontevedra. «Lo que más sorprendió a los espectadores que habían adquirido las localidades de sombra, fue que esta no existía más que en los billetes y por tanto en cualquier parte del recinto se tostaban y perdía el color el cutis. Los palcos se llenaron de muchachas alegres, ataviadas la clásica mantilla de la tierra de pan y toros, dando a la fiesta los colores y los tonos de un tapiz de Goya», recoge la web Taurophilos. De este modo, el primer astado lidiado en la plaza pontevedresa se llamaba Pajaruelo y procedía de la ganadería de Francisco G. Gómez, Aleas.

Al igual que en la actualidad, la feria taurina de A Peregrina contó con tres corridas, si bien en todas ellas figuró como único espada el guipuzcoano Luis Mazzantini. Sin embargo, la lidia se diferenciaba sustancialmente, ya que eran tardes en las que no era raro que algún caballo muriera. De hecho, algunas fuentes citan que fueron siete los que fallecieron en la primera corrida, mientras que otros, en este caso Álvarez Limeses en La Voz de Galicia, elevan la cifra a los nueve.

De igual modo, entre toreros y el personal de la plaza, los accidentes desgraciados estaban más a la orden del día que en la actualidad. Aquella primigenia feria de A Peregrina no fue una excepción, de tal modo que un monosabio, Ángel Busigue, Cartagena, encontró la muerte sobre la arena al recibir la embestida de un astado bautizado como Vicioso. «Al hallarse los monosabios atendiendo a montar a un picador y el maestro en su puesto que había estado al quite, el toro, en lugar de acudir al engaño, volvió de nuevo al caballo y arremetió contra los de encarnado que quisieron ganar la barrera», refiere El tío Fariña en la Gaceta de Galicia.

La mala fortuna hizo, añade al respecto, que la res «alcanzó a uno dándole un puntazo en el costado derecho y volteándolo le dio otro en el muslo». Trasladado a la enfermería, nada se pudo hacer por el malogrado Cartagena, ya que el primer pinchazo fue calificado de «mortal de necesidad» al haberle atravesado el hígado. «El público se impresionó con esta desgracia, mas pronto volvió a interesarse en las suertes del toreo» en una tarde en la que también murieron otros ocho equinos, concluye el cronista.

Al parecer, y dada la penuria económica en la que quedó la familia de Ángel Busigue, se llevó a cabo una suscripción popular. Luis Mazzantini, que aquel 1892 iba a inaugurar otra plaza en España, la de Santa Cruz de Tenerife, la primera de las islas Canarias, aportó cien pesetas. Días después, Álvarez Limeses se hacia eco en las páginas de La Voz de la declaración de amor del matador por Galicia: «La verdad es que si los potentados españoles conocieran los encantos de esta hermosa región de Galicia no se irían a gastar sus pesetas a esos edenes artificiales del extranjero donde, por seguir la corriente de la moda, derrochan lo que legítimamente pertenece a este delicioso pedazo de tierra».

Una semana después de finalizar la feria, La Unión Republicana, periódico editado en Pontevedra entre 1892 y 1899, se hacía eco, según refiere Taurophilos, de que los caballos muertos «se han arrojado al mar y permanecen desde entonces en las playas y en la ría, y como esto puede atentar contra la salud pública, llamamos la atención de la autoridades para que castiguen con mano fuerte estos abusos. El mal olor que despiden dichos caballos es insoportable y los bañistas han renunciado a bañarse en aquellas riberas».

Lo cierto es que aquella plaza de madera fue derribada para construir una de piedra. La Voz llegó a publicar un anunció en el que se refería que la misma «se vende o se arrienda. Para tratar, dirigirse a Don Perfecto Feijoo, botica de la Peregrina», en la que por entonces vivía, quizás, el loro más famoso del mundo, Ravachol. El coso se reinauguró en agosto de 1900 con Emilio Torres, Bombita, y Ricardo Torres, Bombita Chico, vestidos de luces.