La ruta del seleccionador desde su pequeña localidad natal hacia el éxito de Catar pasa por sus vivencias en un Deportivo donde levantó cuatro títulos
20 dic 2022 . Actualizado a las 09:26 h.Pujato, a solo media hora en automóvil de Rosario, la ciudad natal de Leo Messi, Ángel Di María y de otras tantas leyendas del fútbol argentino, ya forma parte para siempre de la historia del fútbol argentino y mundial después de que su hijo más ilustre, Lionel Scaloni, levantase en Catar la Copa del Mundo.
Atravesado por la ruta 33, una de la mayores vías de transporte de mercancías por carretera de este inmenso país (más de la mitad de España cabría dentro de la provincia de Buenos Aires), y cuya población no es mayor que la de municipios gallegos como Carnota, Mondoñedo o Forcarei, el pueblo natal del seleccionador argentino saluda desde la Copa América a sus visitantes con un gran cartel con la foto del exitoso seleccionador, manteado por sus jugadores y la leyenda: «Lionel Scaloni. Orgullo pujatense. Gracias campeón».
No es la única imagen del exdeportivista, profeta en su tierra natal, donde viven sus padres, Ángel, apodado Chiche por sus paisanos, y Lali, así como sus hermanos Mauro, que había llegado junto a él a A Coruña en diciembre de 1997, y Corina. Ahora reside en Mallorca, donde se casó y procede su mujer, Elisa Montero, y sus dos hijos, Ian y Noah, junto a los que se vio en la fiesta de Doha.
Mauro, que apenas llegó a vestir la camiseta del Fabril en un partido, preside ahora el Sportivo Matienzo, la primera camiseta que él y su hermano vistieron, y donde su propio padre los entrenó de pequeños. Con dos años más que Lionel, lleva la explotación agrícola familiar, donde reconoce que se refugió para sobrellevar los nervios durante el Mundial. Así vivió el que enfrentó a Argentina y México, según reconoció en una entrevista televisiva con el Canal 12 de Córdoba: «Yo también fui futbolista, así que lo viví como cualquier hincha, pero con un poco más de intensidad, porque sé cómo es estar en el vestuario. Acá (en Pujato) estamos en plena cosecha de trigo. Me fui al campo, apagué la radio y puse el celular en modo avión. Lo encendí luego para enterarme del resultado». Y se preparaba a vivir del mismo modo el siguiente frente a Polonia, y los que quedasen luego hasta la final del pasado domingo: «Voy a volver a ir al medio del campo por más que no tenga que hacer nada, misma ropa y todo».
Tras levantar el trofeo dorado, el seleccionador argentino evocó su pueblo: «Me acuerdo de mis viejos. Soy lo que soy gracias a ellos. En su estado que están ahora, que por suerte están bien, que han pasado momentos difíciles, pero están bien. Espero que se sientan orgullosos del hijo que tienen. Soy lo que soy gracias a ellos dos. A mi esposa, mis hijos, mi hermana, mi tía... Toda la gente que ha sufrido mucho para la selección. Y a todo mi pueblo, Pujato, que sé que no pueden celebrar porque están atravesando un momento complicado». El seleccionador se refirió así a la muerte de su vecino Agustín Frattini, sobrino de un compañero de escuela, en un accidente de tráfico tras la victoria frente a los Países Bajos en cuartos de final. «Durante la época de cosecha, pasan siete camiones por minuto, o sea más de 10.000 por día. Nos atraviesan por la mitad de la localidad, porque su ruta pasa por nuestra avenida principal», explicó el presidente comunal, Daniel Quacquarini, a medios de su país.
Un chico atrevido y despierto
En el Sportivo Matienzo, el primer equipo en que jugó, el rostro de Lionel Scaloni pinta el muro del campo de entrenamiento. «Leo era el Simeone del equipo. Tenía toda la picardía dentro y fuera de la cancha. Iba al colegio con mi hija y era bastante sabandija [inquieto], por decirlo en criollo. Eso le sirvió muchísimo para el fútbol. Era un chico atrevido, despierto», recordó a Infobae Pablo Alberto Juárez, Beto, que lo dirigió de niño en un torneo regional junto a Chiche (Ángel, padre de Lionel), y añade sincero: «Yo no vi en su momento que Leo podía llegar a ser entrenador, no me di cuenta». Luego, aún en su país, Scaloni vistió las camisetas del Newell’s y el Estudiantes, antes de ganar el Mundial sub-20 y, por las fechas navideñas de hace 25 años, volar hacia A Coruña.
Javier Irureta, quien lo entrenó en el mejor Dépor y a cuyas órdenes el ahora campeón del mundo levantó una Liga, una Copa y dos supercopas, sí que recuerda a un Scaloni más reflexivo en torno al fútbol. «Se le veía muy metido en los partidos, los vivía mucho. Incluso me hacía apreciaciones cuando estaba en el banquillo. Se levantaba y me decía: ‘Míster, fíjese que...’», rememora. Y Aldo Duscher, uno de sus compañeros con la blanquiazul, argentino igual que él, lo felicita así: «Solo puedo estar muy contento por él. Ha conseguido el premio a su fenomenal labor». Quién iba a decir a Scaloni que entre Pujato y Catar la gloria iba a pasar por A Coruña.