Yo llegué solo seis meses más tarde que él, pero pronto hicimos buenas migas y hubo buena relación entre las familias. Venían a visitarle sus padres y su hermana. Nos llevamos muy bien. Éramos los más jovenes del vestuario, donde él siempre ha sido muy abierto, muy alegre y, por qué no decirlo, muy pesado con Pujato. Pienso que solo los argentinos conocían dónde está. Hasta ahora siempre mantuvimos buena relación. Recuerdo que la última vez que vino quería ver un partido del Dépor, y me sorprendió todo lo que sabía. No conocía a todos los jugadores, pero sí que estaba al día de la situación del equipo y de lo que pasaba.
Pienso que su paso por A Coruña le sirvió mucho para su éxito actual, porque él siempre fue jugador de equipo. Era de los que integraba a todos, la voz alegre y constante del vestuario, pero siempre pensando en el equipo. Eso es exactamente lo que ha conseguido: formar un grupo unido y, a partir de ahí, el exito está en todos. Ya cuando llegó al Deportivo pensaba así, y aquí no hizo más que convencerse de que esa es la receta para ganar.
Aunque haya conquistado la Copa del Mundo, estoy seguro de que en cuanto pueda va a volver a Riazor. Aquí tiene muchos amigos, no solo de los que fuimos futbolistas, y la ciudad le gusta, siempre estuvo cómodo y se siente muy querido. Piensa que está en deuda con Coruña, porque le abrió las puertas del fútbol europeo. Ya en el curso de entrenadores me decía que quiere entrenar al Dépor. No es una pose, en su cabeza está, pero los tiempos se tienen que dar.