—¿Verdad o consecuencia? —preguntó el grupo.
—Consecuencia —respondió él mientras sus ojos, de un intenso verde, observaban sus sonrojadas mejillas. Cerró los suyos cuando se acercó, sintiendo el roce de la piel y aquel beso la transportó durante un segundo a un viaje indescriptible de sensaciones nuevas para ella.
Estaba segura. Aquel día de finales de agosto, había conocido al príncipe azul que llevaba esperando casi doce años encerrada en una mazmorra. Vendría a salvarla un día de su infortunio. Llevaba tiempo preparando su llegada. Aparcó su libro preferido, Mujercitas, por considerarlo demasiado cruel, en su lugar colocó alguna novela romántica, y con esmero lo decoró todo para cuando llegara el gran día.
El verano fue apagándose entre juegos, miradas y sonrisas. Él le escribió una preciosa carta de amor que guardó en un cofre como su más preciado tesoro y ella, que nada entendía de príncipes desteñidos, prometió esperarle.
Pasaron muchos veranos hasta encontrarse. Ella aguardó con la misma ilusión de aquel día. Él no. El príncipe azul se convirtió en villano y mostró su peor cara, destrozando su castillo de ilusiones y su corazón.
Permaneció durante tiempo aletargada, aplastada por las piedras de su propia fortaleza que le impedían moverse. Desde allí le vio partir sin que hiciese el mínimo esfuerzo por liberarla.
Con el tiempo, el peso que soportaba dejó de dañar su cuerpo y la hizo fuerte. Se levantó y separó uno a uno los bloques que la anulaban. Con ellos, construyó otro castillo sin rejas en el que se sintió libre. Recuperó aquel libro de Mujercitas y su confianza para que nadie más necesitara salvarla.
Después de eso, tuvo una vida plena, llena de elecciones y de crecimiento personal. Se casó con un príncipe marrón que no la decepcionó y juntos avanzaron, respetándose.
Ahora sabe que el príncipe azul sale de las novelas románticas para llenar los vacíos de algunas personas que aún no saben que no los necesitan.
Mª Rosa Vázquez Vaquero. 56 anos. Culleredo.