Más de la mitad de los menores víctimas de ciberbullying no se lo cuentan a nadie
15 nov 2024 . Actualizado a las 15:04 h.El acoso escolar es una lacra en cualquier medio en el que se produzca, sin embargo, el que lleva a cabo con un medio digital de por medio es más complicado de detectar, mucho más que el que tiene lugar entre las paredes de un aula. El silencio de las víctimas de ciberbullying es mayor que en el acoso escolar presencial, según un estudio que ha realizado la Fundación ColaCao y la Universidad Complutense de Madrid, que ponen cifra a ese silencio: más de la mitad de los menores acosados a través de internet no se lo cuenta a nadie. Y ese silencio social puede tener graves consecuencias al no permitir que los casos se detecten y aborden a tiempo. «Los programas contra el acoso escolar deben prevenir también su actual extensión a través de dispositivos digitales, que aumentan su gravedad al hacer que las víctimas lo sufran de forma permanente y sin poder encontrar un lugar seguro que lo detenga, inhibe la empatía de quienes lo ejercen y potencia un anonimato e impunidad de graves consecuencias», reconoce María José Díaz-Aguado, directora de la investigación y de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid, que destaca que tanto las escuelas como las familias deben cooperar estrechamente en la lucha contra estas dos formas de acoso, con la colaboración del resto de la sociedad.
El 55,1% de las víctimas de ciberbullying niegan habérselo contado a alguien, y esta cifra es mayor en comparación con el acoso escolar presencial, donde el 38% de las víctimas no lo explican. En aquellos casos en que las cibervíctimas sí se lo han comunicado a alguien, los amigos (78,1%), la madre (68,7%) y el padre (58%) son las principales figuras a las que recurren para contar su experiencia. ¿Y cómo es este tipo de acoso? Entre las situaciones más comunes que se reconoce haber vivido de forma repetida en los dos últimos meses son de tipo verbal y relacional; entre ellas se encuentran contar mentiras para causar rechazo entre los demás (5,4%), hablar mal del aspecto físico para herir los sentimientos (4,5%), llamar por motes, burlarse o ridiculizar (4,2%) e ignorar a propósito, excluyéndole del grupo (3,5%). Se trata también de las situaciones más frecuentes en el acoso escolar presencial, con porcentajes más elevados que con TIC. Pero también enviar o publicar fotos o vídeos sin permiso o para hacer daño (8%); llamar de forma anónima para amenazar o dar miedo (6,7%); coger el móvil y enviar fotos, vídeos o mensajes malos para meterte en problemas (6%); piratear su cuenta para hacerse pasar por ellos (4,7%); o crear un perfil falso con datos personales para hacer daño (4,2%).
Son todas las conclusiones de este completo trabajo, el I Estudio sobre el acoso escolar y el ciberacoso en la infancia y adolescencia en España, llevada a cabo por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense y la Fundación ColaCao. Esta investigación social, realizada durante el pasado año y con la participación de 15 Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas, es una de las más completas que se han hecho en España, con la participación de 20.662 estudiantes, desde cuarto de primaria hasta cuarto de secundaria, de 325 centros educativos de las 17 Comunidades Autónomas. El ciberbullying es sin duda una de las principales preocupaciones de las familias, acrecentada además con la eclosión de las redes sociales y la popularización de su uso entre adolescentes y preadolescentes.
La investigación pone de manifiesto la relación entre vivir un proceso de ciberacoso con la salud mental, y en concreto con la ideación suicida. Los problemas de salud mental pueden incrementar el riesgo de ser elegido víctima y también ser una consecuencia del acoso o ciberacoso sufrido. En este aspecto, los resultados muestran que la exposición a la violencia- ya sea presencial o virtual- incrementa el riesgo de emplear la violencia contra uno mismo: en el caso del ciberacoso, uno de cada cuatro ciberacosadores reconocen haber intentado quitarse la vida alguna vez (un 24,9%), y en el caso de las cibervíctimas una de cada cinco (un 21,1%). «La relación entre el bullying y la ideación suicida es muy preocupante y exige una reflexión como sociedad», reflexiona Javier Coromina, patrono de la Fundación ColaCao que subraya que es «crucial ofrecer atención especial a los estudiantes que han sido víctimas, ayudándoles a mitigar las secuelas de su experiencia y acompañándoles en todo el proceso».
Falta de supervisión
A medida que avanza la edad, aumenta significativamente el acceso de los niños a internet sin supervisión adulta; y el uso de redes sociales y de internet sin control se extiende rápidamente a partir de los 10 y 11 años y se generaliza desde los 12. En quinto de primaria, el 47,7% de los estudiantes usa internet sin supervisión, cifra que aumenta drásticamente en segundo de la ESO, donde el 95,7% navega sin control de ningún adulto. Si se cruzan estos datos con los de las situaciones de vulnerabilidad, las cifras son claras: el 10,3% de los jóvenes con acceso a internet sin supervisión adulta reportaron haber sufrido durante los dos últimos meses y de forma repetida alguna situación de ciberviolencia llevada a cabo por chicos o chicas de su edad, con una mayor incidencia en ellas (12,7%) que en ellos (8,7%). Al segmentar este resultado en función de la etapa educativa, se diferencia que, el 9,1% del alumnado del último ciclo de de primaria; y el 11,4% del alumnado de secundaria han sufrido varias situaciones de ciberacoso durante los dos últimos meses.
Por otra parte, en cuanto a quiénes realizaron ciberacoso, los chicos (5%) reconocen participar en situaciones de ciberacoso con mayor frecuencia que las chicas (3,6%). A nivel del total del alumnado de 5º de primaria a 4º de secundaria, el 4,4% reconoce haber participado, en los dos últimos meses, en alguna situación de ciberacoso con una frecuencia de mínimo 2 o 3 veces al mes. De acuerdo con estas cifras significa que hay en nuestro país 1 ciberacosador por aula (estimando 28 alumnos por aula), y 134.448 alumnos de estas etapas educativas que reconocen haber ejercido este tipo de violencia con la periodicidad mencionada (dos o tres veces al mes en los últimos dos meses). En línea con estos resultados, el 10,6% de las víctimas de acoso escolar reconocen haber participado en alguna situación de ciberacoso; y el 41,1% de quienes ejercen acoso escolar reconocen haber sufrido como víctima alguna situación de ciberacoso. Si tenemos en cuenta la prevalencia de victimización de ciberacoso y acoso escolar, el 46,4% de las víctimas de acoso escolar en los dos últimos meses han sufrido también ciberacoso durante dicho tiempo.
En cuanto al lugar donde se han producido los ataques psicológicos,, el 57,4% de las víctimas conocían a sus a sus acosadores en la escuela, mientras que el 32,5% los conocieron en internet y el 33,9% en otro lugar. Estos resultados reflejan que, en más de la mitad de los casos de ciberacoso, este fue ejercido por estudiantes del centro educativo, que extienden a las relaciones online el acoso que probablemente también ejercen de forma presencial, agravando sus consecuencias. En esa misma línea, el acoso ejercido por personas conocidas a través de internet o en otros lugares puede suponer un riesgo especial, así como mayor dificultad para contarlo y detenerlo.
¿Qué se puede hacer?
Las estrategias para proteger a los estudiantes del ciberacoso incluyen la educación sobre los riesgos de las TIC, saber dónde encontrar ayuda y fomentar la comunicación con padres y profesores. El 85,2% de los estudiantes recuerda haber recibido formación en su centro educativo sobre los riesgos de internet y redes sociales, lo que reduce significativamente el riesgo de acoso. En secundaria, este porcentaje es aún mayor (87,8 %) comparado con primaria (79,7 %). Además, el 69,4% de los estudiantes saben dónde pedir ayuda.
En cuanto a hablar con la familia sobre sus actividades en el entorno digital, solo el 20,7% de los encuestados lo hace de manera habitual. Asimismo, se observa que los estudiantes que no participan en el acoso escolar o que son víctimas de él reciben un mayor apoyo familiar y tienen una mejor calidad educativa en comparación con quienes ejercen el acoso. Este apoyo familiar contribuye al desarrollo de la empatía y a la capacidad de resolver conflictos sin recurrir a la violencia. La seguridad de un buen apoyo familiar puede disminuir la percepción de vulnerabilidad en los estudiantes, reduciendo así el riesgo de ser víctima de acoso escolar o ciberacoso. Esta seguridad ayuda también a que las víctimas pidan ayuda desde el principio, facilitando con ello la intervención temprana y la prevención del agravamiento del acoso. Por tanto, es esencial involucrar a las familias en la prevención del acoso escolar y el ciberacoso, ya que su participación es crucial para erradicar estos problemas.