Miles de personas disfrutaron de una jornada festiva en la que no faltó de nada

Nacho Mirás SANTIAGO

SANTIAGO

ÁLVARO BALLESTEROS

La música, el sol y las terrazas calentaron el ambiente desde primeras horas de la mañana La Alameda y las plazas de la ciudad vibraron con la animación constante

20 may 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

?antiago por la Ascensión tiene un ambiente que se puede masticar. Haya que rascar bastante en la memoria para acordarse de unas fiestas en las que el tiempo haya sido tan espléndido como hasta ahora y es que, quitando las tormentas refrescantes de última hora de la tarde, los termómetros hirvieron durante toda la jornada lo mismo que hirvió la calle. Es verdad eso que se dice de que las fiestas de la Ascensión son las de los compostelanos y las del Apóstol un producto de exportación. Sólo que este año santo, a la parroquia santiaguesa se han unido multitud de turistas que se encuentran con agradables sorpresas por todas partes: sol y calor contra los que dicen que en Santiago siempre llueve; y un fiestorro de lo lindo poco conocido puertas afuera pero que, una vez se mete uno dentro, hace las delicias de cualquiera. En el Toural, los gigantes y los cabezudos se marcaron unos animados bailes de esos que hacen sudar. Sonaron las trompetas, los trombones, el saxo y una percusión potente y brillante de esas que se te mete en las caderas y ya no puedes parar. Charangas por todas partes en la zona vieja; camareros a todo ritmo; Amador Santos Bartolomé dirigiendo a la Banda Municipal en medio de la calle y un pulpo rosado que buceaba en las potas de cobre de la Alameda. Llenos El lleno de la catedral fue de los de traca, como también lo está siendo el de las explanadas de Salgueiriños, sobre todo la que todavía es gratuita para los autobuses. Son los mismos terrenos que por la mañana acogieron el mercadillo de los jueves, animado donde los haya, y que por la tarde era el escenario del circo. En la Alameda se disfrutó de lo lindo de la noria, de los churros, de la tómbola y de los ritmos sabrosones de la orquesta Millenium. Fue mucho lo que se destiló en la calurosa y festiva jornada de ayer en las terrazas de la ciudad. Pero, pese al lleno que hubo en la catedral por la mañana, no fue posible fotografiar enormes colas de personas esperando para entrar por la puerta santa. Es más, hubo momentos por la mañana y por la tarde en los que no había siquiera un peregrino aguardando. Por ejemplo a eso de las 17.30, cuando Amancio Ortega en persona cruzaba el umbral vestido de azul sin que se diesen cuenta de su presencia más que un redactor y un fotógrafo. Vuelta de las playas Pasada la inevitable tormenta de la tarde, los que volvían de las playas lo hacían con un cometido claro: disfrutar de la jornada nocturna de la Ascensión sin pasar siquiera por la ducha. Puestos a sudar... En A Quintana se calentaban motores para escuchar el folk de The Dubliners. Hoy será otro de esos días para vivir la fiesta, aunque ya sean muchos los que tengan que fichar en sus trabajos antes de poder disfrutar el aroma del pulpo. Para la noche de hoy no hay mala oferta: Dover en A Quintana, Lume en el Toural y verbena de quitar el hipo en la Alameda a los sones de la orquesta Charlestón. Habrá que retirarse pronto, que mañana hay boda.