Las peinetas a los museos

NACHO MIRÁS FOLE

SANTIAGO

CON LUPA | O |

26 jul 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

HAY QUE HACER algo con la mantilla española. Y hay que hacerlo ya. Otro día, si acaso, me meteré con el chaqué. No puede ser que el protocolo del siglo XXI se haya quedado estancado en el pasado mientras la sociedad avanza. Y que no me vengan con historias los puristas. Para alguien de mi edad (la de Cristo), la mantilla española fuera de un museo es el Nodo, las dos Españas, la cartilla de racionamiento y el estraperlo; Franco en un pantano, el hongo, Ama Rosa, Bobby Deglané; el parte y el peinado Arriba España: el pasado. Le tomo la palabra al arzobispo, que defendió su derecho a opinar sobre aquello que considere oportuno. A un servidor le sale del alma meterse con una prenda que le retrotrae a la España oscura de la posguerra y el pan blanco. A Doña Carmen Polo la peineta le encajaba como un guante. A las concejalas Mercedes Rosón, Marta Álvarez Santullano y Teresa García Sabell no las reconozco, ni siquiera poniéndoles al lado a Ortega Cano. Se nos llena la boca exigiendo que los musulmanes dejen de esconder a sus mujeres con trapos; vemos el velo en el ojo ajeno y no apreciamos la peineta en el propio. Ya sé, no es comparable, pero es otra manera de imponer. ¿No es, don Julián, libre la opinión? Pues yo digo: no a la peineta por narices. Y no a ser esclavos del protocolo rancio.