El genocida rabioso y su extravagante y corrupta familia

SANTIAGO

Nepotismo, despilfarro, excentricidades y rivalidad eran los ingredientes de la siniestra telenovela del clan de los gadafi, que ha convertido libia en su provechosa finca particular gracias al petróleo

27 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

E xcéntrico, de carácter complejo y voluble, megalómano, hipocondríaco, fanático de las carreras de caballos y el flamenco, presumido y de salud frágil. Filma todas las pruebas médicas a las que es sometido para visionarlas después con los facultativos, padece hipertensión, quizá diabetes, aunque no cáncer como se ha rumoreado, se inyecta Botox, tiene fobia a volar sobre el mar y dificultades para subir escaleras. El Guía Supremo de la Revolución está obsesionado por una «rubia despampanante» de 38 años, una de las cuatro enfermeras ucranianas que lo cuidan. Este es el perfil personal que se desprendía de los cables filtrados por Wikileaks.

En sus viajes al extranjero dormía en una jaima beduina y se rodeaba de una guardia pretoriana de amazonas supuestamente vírgenes entrenadas para protegerlo y hacía gala de su exótico vestuario. Pero más allá de estas anécdotas y de otras muchas (orinar en público, comparecer maquillado o lucir zapatos de tacón), el exhibicionista y endiosado Muamar Gadafi, de 68 años, pasará a la historia como un taimado, cruel y terrible dictador, el más longevo de África con casi 42 años en el poder, que no ha dudado nunca en eliminar o encarcelar a sus opositores. Tan cínico que el autor del Libro verde, donde abogaba por un nuevo sistema, ni capitalista ni comunista, se inventó en 1977 un régimen, la yamahiriya o Estado de las masas, en el que el «líder fraternal» detenta el poder sin ocupar ningún cargo, con lo que cualquier mal es responsabilidad de los propios libios.

Fue el padrino del terrorismo internacional (de Abú Nidal a Carlos, pasando por el IRA) y enemigo público número uno de Occidente, que luego lo rehabilitó como si se tratara de un líder respetable, y ahora el atrabiliario coronel ha llegado al extremo de masacrar a su propio pueblo como un carnicero iracundo y rabioso. Reagan lo llamó «perro loco» y quiso acabar con él. Bombardeó Trípoli, pero falló. ¿Loco? Quizá. ¿Genocida? Seguro.

El embajador estadounidense Gene Gretz escribió en un cable hace dos años que «Libia es una cleptocracia en la que el régimen, sea la propia familia Gadafi o sus aliados políticos cercanos, tiene un interés directo en cualquier cosa que merezca ser comprada y vendida». Al igual que los Mubarak en Egipto y los Ben Alí en Túnez, los Gadafi convirtieron Libia en su feudo particular y se han enriquecido hasta acumular miles de millones de dólares, gracias a las exorbitantes ganancias del maná del petróleo. Los cables desvelados dibujan un clan donde se mezclan derroche, nepotismo, disputas dinásticas y excentricidades, que proporcionan suficientes ingredientes para componer una truculenta telenovela.

La irrupción de Saif al Salam en la televisión hace una semana, advirtiendo de que el régimen combatiría hasta el final y de que podía producirse una guerra civil, oficializaba su condición de número dos del régimen y delfín. Era la baza que jugaba Gadafi para tratar de detener la revuelta, que hablara la cara más amable, moderada, dinámica y reformista del régimen. Pero esta vez lo hizo en tono firme y amenazante. La imagen de quien estaba destinado a ser su heredero quedó destruida.

De 38 años de edad, la Espada del Islam, que eso significa su nombre en árabe, es el hijo mayor de la segunda esposa de Gadafi y estudió arquitectura en Trípoli y Viena, donde trabó amistad con el fallecido líder ultraderechista austríaco Joerg Haider. Inteligente, culto, de elegancia británica y cráneo rasurado, es dueño de un grupo mediático y tiene amigos como Nathaniel de Rothschild o el príncipe Harry de Inglaterra. Saif fue el artífice de la reconciliación con Occidente tras zanjarse con un acuerdo monetario los atentados de Lockerbie (Escocia), que causó 270 muertos, y de la UTA, que provocó 170. Libia pagó 3.000 millones de dólares (2.100 millones de euros) a la familias, reconociendo su «responsabilidad», pero no su culpabilidad. Fue también el factótum de la vuelta a Libia de las grandes multinacionales petrolíferas, solucionó la crisis de las enfermeras búlgaras acusadas de transmitir el sida a niños libios y se le atribuye la liberación de numerosos presos políticos, especialmente islamistas. Con estas credenciales, Saif hizo olvidar su pasado de hijo de papá y playboy que viajaba acompañado de dos panteras cuando era estudiante.

Personificaba hasta ahora la facción más respetable del régimen, opuesta a la vieja guardia militar, comandada por su hermano Mutasim, defensor de las esencias de la «gran yamahiriya árabe y socialista». Médico de formación, pero militar de carrera, el teniente coronel Mutasim, de 35 años, fue promovido por su padre al frente del Consejo de Seguridad Nacional en el 2007, pero cayó en desgracia y se tuvo que exiliar, hasta que fue rehabilitado en el 2009. Oficialmente asesor de seguridad, es muy temido por los libios, que lo consideran uno de los máximos responsables de la represión.

Imágenes de la fiesta privada que montó para celebrar la Nochevieja del 2010 en la isla caribeña de San Bartolomé, en la que pagó 1,4 millones de euros a la cantante Beyoncé, fueron emitidas por You Tube, lo que supuso un duro golpe para su imagen. Acusó a su hermano Saif de la filtración. De este se dijo que pagó un millón de dólares a Mariah Carey en la misma isla por cantar cuatro temas para él, pero lo negó indignado en uno de los periódicos que controla y dijo que fue Mutasim quien puso el dinero. Las extravagancias y juergas de este provocan la indignación de algunos libios por ser «actividades impías y embarazosas para la nación», según informó Gretz a sus superiores. El astuto Gadafi ha jugado hábilmente el papel de árbitro en la rivalidad entre el dialogante Saif y el represor Mutasim, favoreciendo a uno u otro alternativamente, hasta que designó al primero como sucesor.

Sus otros seis hijos conocidos también jugaban diferentes papeles en el sistema. Jamis, de 29 años, al frente de una unidad de las fuerzas especiales de seguridad, aparece inscrito en un curso de MBA en la IE Business School de Madrid, aunque está en paradero desconocido. Saadi, de 37, ex futbolista profesional en Italia suspendido por dopaje en el 2003, nunca se interesó por la política. El primogénito, Mohamed, de 41, nacido del primer matrimonio, era el responsable de la red de telecomunicaciones del país.

Hannibal, de 33, tiene un historial delictivo en Europa y es famoso por sus borracheras y brutalidad. En el 2001 agredió a tres policías italianos con un extintor, en el 2004 fue detenido por conducir a 140 kilómetros por hora con su Porsche por los Campos Elíseos, y un año después, condenado en París por pegar a su compañera embarazada. En el 2008 fue arrestado por agredir a dos empleados en un hotel de Ginebra y pasó dos noches en la cárcel. Gadafi respondió reteniendo a dos empresarios suizos y suspendiendo la venta de petróleo a ese país. Recientemente se supo que abusó de su mujer Aline, que quería abandonarlo, en un hotel londinense. La única hija del líder libio, Aisha, de 34 años, a la que la prensa italiana llama «la Claudia Schiffer del desierto», es jurista y participó en el equipo que defendió a Sadam Huseín.

Por Enrique Clemente

SU HIJO MUTASIM PAGÓ 1,4 millones de euros A BEYONCÉ POR CANTAR PARA ÉL

Es habitual ver al dictador libio ataviado con extravagantes trajes y piezas macizas de oro amarillo | SABRI ELMHEDWI/EFE