Jennifer Lopez y Britney Spears editan sendos discos con una misión: ser iluminadas como las estrellas que son. Ambas apuntan a la pista de baile con desigual resultado
20 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Los caprichos del mercado las han puesto frente a frente. Ambas son iconos del pop más exageradamente comercial, ese compartimento en el que la música se fabrica en un laboratorio y, por lo general, suele quedar relegada a un segundo plano. Los rumores de operaciones de estética, ingresos en clínicas, amoríos furtivos y demás mandan. Pero sin disco no hay foco y Jennifer Lopez y Britney Spears aspiran con sus nuevos álbumes al trono de ese mainstream americano, cada vez más barroco y sexuado, que persigue conquistar al oyente a golpe de deseo, seducción y ritmos machacones. Todo ello con ese inconfundible sabor a cadena de montaje de éxitos
En el caso de J. Lo no se han escatimado medios. Ni mucho menos: Red One, Danja y Triky, tres de los productores de moda en estos momentos, se han puesto al servicio de la neoyorquina que lidera el mercado hispano en EE.UU. Ha servido de poco, la verdad. En un apretujado mezcladillo que remite tanto a Rihana como a Shakira, los Black Eyed Peas o Mariah Carey, desfilan una docena de temas totalmente prescindibles. Estos arrancan con una pobre revisión dance de la Lambada de Kaoma titulada On the Floor junto a Pitbul y terminan sobre la tarima de una gogó en una discoteca de extrarradio a lo Madonna en Hypnotico. Entremedias, muchos caramelos con envoltorio atractivo (Good Hit, I?m Into You) pero escasos de sabor.
Mejor balance depara lo de Britney Spears, que desde la edición de Blackout (2007) disfruta de una de las resurrecciones más inesperadas del planeta pop con un suceder de buenos singles. Femme Fatale lo confirma pronto con Till the World Ends, el tema inaugural y bandera del disco en este momento. Se trata de un particular tour de force dance que recuerda a lo que viene haciendo Robyn. Le había precedido, en plan de negocio, Hold Against Me, un primer sencillo que ya marcaba los derroteros del disco -melodías tenues, bajos sísmicos, ritmos sin tregua- y le debería seguir una I Wanna Go que aspira a hacer sonar su pop entrecortado hasta el amanecer en todas las discotecas este verano.
¿Y el resto? Pues al igual que J. Lo, Britney se ha rodeado de un sinfín de productores (Dr. Luke, Max Martin, will.i.am?) que convierten el disco en un no parar de arreglos y soluciones sonoras que atrapan a la primera, pero saturan a los tres cortes y hacen muy cuesta arriba una escucha completa. No importa, para entonces el oyente seguro que ya se ha quedado con los tres temas destacables, desechando todo lo demás.