Sus antecedentes más que inquietantes en su relación con las mujeres, incluida una denuncia pública en televisión por intento de violación, no fueron obstáculo para que el máximo exponente de la llamada «gauche caviar» fuera el gran favorito en la carrera por la presidencia de Francia
22 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.De una carísima suite de un hotel de Manhattan a una celda de 12 metros cuadrados en una peligrosa prisión de Nueva York. Dominique Strauss-Kahn, de 62 años, estaba al frente del organismo que mejor simboliza el capitalismo globalizado y era el gran favorito para suceder a Nicolas Sarkozy. Ya se veía en el Elíseo tras un primer intento fallido cuando perdió la primarias con Ségolène Royal en el 2006. Pero en solo unas cuantas horas todo su mundo de poder, lujo, ambición, placer y sexo compulsivo se derrumbó y su única meta se reduce ya a no pasar una larga temporada en prisión si es declarado culpable de agresión sexual e intento de violación de una empleada del Sofitel.
Su estrepitosa caída plantea la inquietante pregunta de cómo un adicto al sexo con un historial tan turbio en su relación con las mujeres podía aspirar al puesto más alto de la República y ser el favorito de los franceses para regir sus destinos. Su reputación era doble. Por un lado, un brillante y competente economista y político, seguro e inteligente. Por otro, un seductor compulsivo en su vida privada con antecedentes más que preocupantes.
Pero DSK era más, mucho más, que un ligón maduro y presuntuoso. Se sabía que se trataba de un mujeriego empedernido, un obseso sexual que hacía tiempo había traspasado los límites del flirteo descarado para convertirse en un acosador en toda regla. Su comportamiento agresivo con las mujeres había sido denunciado varias veces e incluso hace cuatro años la periodista y escritora Tristane Banon lo acusó en televisión de haber intentado violarla y lo describió como «un chimpancé en celo». «Yo le daba patadas, él me desgarró el sujetador e intentó bajarme el pantalón vaquero», relató. Los hechos sucedieron en el 2002, pero no presentó la denuncia en su día por miedo, aunque dice que lo hará ahora.
Jean Quatremer, en la actualidad corresponsal de Libération en Bruselas, fue el primer periodista francés que se atrevió a publicar en su blog, el 9 de julio del 2007, que «el único verdadero problema de Strauss-Kahn es su relación con las mujeres, a menudo roza el acoso» y le advertía de que le podía costar caro en Estados Unidos después de que Sarkozy anunciara su candidatura a la dirección del FMI. Su obsesión enfermiza por las mujeres era un «secreto de Polichinela», según el periodista, que la prensa francesa pasó por alto. «Las mujeres que querían evitar problemas sabían que era mejor no quedarse a solas con él», escribía el pasado martes. «En Suecia, Estados Unidos o Inglaterra no habría comenzado ni siquiera su carrera política», afirmaba. «Ten cuidado: ahí en Estados Unidos no se bromea. Evita coger el ascensor tú solo con una becaria, ya sabes a lo que me refiero. Francia no puede permitirse un escándalo». Esta fue la advertencia de Sarkozy le hizo cuando se disponía a dejar París para asumir la presidencia del FMI en el 2007, según se cuenta en el libro Los secretos de un presidenciable, publicado el año pasado y escrito por un antiguo colaborador escondido tras el seudónimo de Casandra. En el 2008 estallaba un gran escándalo cuando el Wall Street Journal destapó su relación con su subordinada en el FMI Piroska Nagy. La economista húngara aseguró en un carta que DSK había abusado de su posición y que tenía un problema que lo imposibilitaba para trabajar con mujeres a sus órdenes. Se abrió una investigación de la que salió exculpado, aunque malparado. Nagy tuvo que abandonar la institución.
«Cada tentación que pasa debajo de su nariz le provoca una inmediata salivación. Es como un depredador siempre al acecho», escribía Casandra. «Strauss-Kahn es incapaz de contenerse», señalaba, y contaba un encuentro con una camarera mexicana en un hotel azteca que le hizo llegar una hora tarde a una conferencia internacional. «La obsesión sexual le impide mantener una relación profesional y serena con las mujeres», proseguía Casandra. La escritora española Carmen Llera, viuda del novelista Alberto Moravia, fue su amante entre el 2003 y el 2005, y lo describió como un hombre cruel y sádico en sus relaciones sexuales.
Tras su detención, el «Casanova moderno», el «seductor inveterado», como se le había llamado, es ya un presunto delincuente.