La decisión de ser madre privó a María de la Fuente de competir para seguir avanzando en su carrera profesional. El Instituto de Salud Carlos III rechazó de plano el recurso que interpuso ante la resolución del centro de negarle la máxima categoría en la renovación del programa Miguel Servet. María había alegado que no pudo competir en igualdad de condiciones con los otros candidatos, porque en los cinco años de duración de su primer contrato tuvo dos hijos y estuvo por ello 13 meses de baja. El mayor financiador de la investigación biomédica en España hizo caso omiso a sus alegaciones y la afectada no le queda otra que acudir a la justicia ordinaria. No es un caso aislado. Si esto le sucede a la directora de la unidad de Nano-oncologia del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS), es fácil imaginar la presión que soportan las mujeres en otros niveles.
Este es solo uno de los muchos motivos que ayer empujaron a la huelga y a las calles a miles de mujeres en Santiago. Cada decisión personal supone un caro sacrificio profesional, y al contrario. Crecí en una familia con más hombres que mujeres, y ahora formo parte de otra con mayoría femenina. La vida que tuvo mi madre no es la que tiene ahora la madre de mi hija. Pero la diferencia es básicamente profesional. Hoy como hace 40 años, siguen siendo ellas las que cargan con el peso de la casa. Trabajan dentro y fuera. Y a los hombres nos permiten presumir de conciliar por echar una mano, en el mejor de los casos. La distancia es abismal. Si esta es la igualdad hacia la que los estadistas dicen que avanzamos, estamos listos. No la quiero para mi hija. No la quiero para nadie.