«Prometí a mi marido antes de morir que haría lo que fuera para que ningún paciente tenga que compartir habitación al final de su vida»

Margarita Mosteiro Miguel
marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Vanesa Pais recaba apoyos y el Sergas dice que en el Hospital Clínico de Santiago aporta «toda a intimidade posible»

10 jun 2022 . Actualizado a las 23:56 h.

Miguel Ángel Rodríguez falleció en la madrugada del 21 de mayo pasado, después de «luchar para curarse desde el 2018, y hasta el final», apunta con orgullo su mujer, Vanesa Pais. Esta joven le prometió, en su lecho de muerte, «que haría lo que fuera para que nadie tuviera que vivir lo que vivimos nosotros. Y esa promesa me la hice a mí misma. Quiero que nadie tenga que compartir habitación con otros pacientes en las últimas horas de vida». Para lograr su objetivo ha abierto una petición a través de la plataforma change.org bajo el reclamo: «Habitación única para pacientes en últimos momentos».

Vanesa recuerda que, una vez sedado su marido, «nos dijeron que seguiría escuchando nuestras voces, y comprobé que así fue. Cuando le decía cosas personales, reaccionaba. Le caían las lágrimas. No fue justo lo que vivimos en esas horas finales. Fue injusto para nosotros y para sus compañeros de habitación», lamenta. Su marido ingresó el 17 de mayo: «Tenía un hipo insoportable que no le dejaba descansar. La razón era que el tumor había llegado al diafragma, y sabía que lo único que podían hacerle era darle algo para que descansara». Ahí comenzó el calvario que terminó con la muerte de Miguel Ángel.

Tras pasar por urgencias, lo ingresaron a las siete de la tarde del día 18 en la quinta planta de Oncología del Clínico, en una habitación con otro enfermo. «Nos dijeron que era el final, pero nos ponen en una habitación con otro paciente, que fue dado de alta unas horas más tarde, y poco después llega otro enfermo, que vivió con nosotros todo el proceso». Vanesa Pais considera que la situación «fue terrible también para esa otra persona y sus hijas, que no podían contener las lágrimas. Imagino que ese hombre pensaría que lo que estaba pasando Miguel era lo que le espera a él».

Aunque intentaron que les dieran una habitación individual, no había. «Las enfermeras nos decían que sobre el papel existían cuatro, pero en la realidad no hay. Nos decían que fuéramos a atención al paciente, pero no era el momento. Miguel podía morirse sin estar yo allí». Reconoce que «gracias a la empatía de los familiares y al propio paciente ingresado con Miguel, pudimos estar mi suegra, mi cuñada y yo hasta el final con él, porque la norma decía que solo podía estar un acompañante por enfermo». Vanesa tiene palabras de agradecimiento para las «enfermeras y todo el cuadro médico, que se compadecían de nosotros». Esta mujer pedía «intimidad. Tenía que hablarle al oído de temas personales. La manera en que me despedí de mi marido no fue humana ni digna».

Además de la falta de intimidad, Vanesa recuerda que durante la agonía de su esposo «la habitación funcionaba como una normal. No era, en absoluto, una habitación de paliativos. Falleció a las 00.40 minutos del día 21, y en cinco minutos había que sacarlo para el depósito, limpiar y meter otro paciente. Indigno».

Desde el Sergas explican que «en ocasións puntuais, a elevada demanda en canto á ocupación de camas non permite dispoñer dunha habitación non compartida». Aun así dicen que intentan «aportar toda a intimidade posible», y que hay «habilitados espazos para dar a asistencia requirida nos momentos finais da vida».