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El casco histórico de Santiago acentúa su declive poblacional: «Na Algalia agora vivimos catro gatos»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Los vecinos y comerciantes más veteranos sitúan el inicio de la crisis a finales de los años 90

30 oct 2022 . Actualizado a las 12:04 h.

La pérdida constante de residentes en el casco histórico de Santiago se deja notar especialmente en las calles que fueron florecientes espacios comerciales y residenciales hasta los años 80 y 90 del siglo pasado y que ahora son un reflejo fiel del descalabro poblacional que sufre toda la zona monumental de la ciudad. De más de 14.000 personas censadas en 1970 en el ámbito que comprende la almendra compostelana se ha pasado a 2.940 en la actualidad, según revela un análisis detallado del padrón municipal.

Una de las calles del casco histórico que mejor refleja la pérdida de peso poblacional y comercial de la zona en el conjunto de la ciudad es la rúa da Algalia de Arriba. Hasta los años 80 y 90 del siglo pasado «no había bajos cerrados, todos tenían algún negocio», apunta Mónica Méndez, que gestiona en esta calle la panadería Mercedes junto a su hermano Fernando. «No teníamos nada que envidiarle a un centro comercial», subraya. Su madre, Mercedes Noya, es una de las vecinas que resisten en la zona. Recuerda que «nas casas da Algalia vivía moita xente, eran moitas familias. Agora somos catro gatos». La panadería de Mercedes la pusieron en marcha los abuelos de Mónica «más o menos en 1930, pero en Entremuros, donde estaba el horno». Durante muchos años tuvieron dos despachos de pan en la calle, lo que permite hacerse una idea del movimiento que había en la parte alta del casco viejo. Pero en los años 80 empezaron a ver el cambio de la Algalia, y el despacho de pan de Mercedes se quedó en el número 28, donde sigue en la actualidad y reside su propietaria.

Haciendo algo de memoria, Mercedes Noya es capaz de recordar los nombres de los que fueron sus vecinos y de los que ahora solo queda el recuerdo. «Na rúa tiñamos varias tendas de roupa, avogados, dúas clínicas. Tiñamos clínica dental, mercerías, ultramarinos, bares, froiterías, unha tenda de louza, unha de zapatillas e outra de zocos, unha droguería e ata quiosco de prensa e fotógrafo», enumera Mercedes. La vecina de la Algalia prefiere no precisar las casas que están vacías: «Hai que ter coidado. Non vaian a okupalas». Pero sí asegura que «na maioría non hai ninguén. E nas que hai alguén, vive unha soa persoa. Hai unha na que alugan a estudantes e no verán están baldeiras», indica. En la parte de la calle más próxima a Cervantes destaca el caso de un inmueble de tres plantas, donde llegaron a vivir cuatro familias. «Ahora está todo vacío», lamenta Daniel Suárez, de confecciones Sánchez. Señala que, en un pequeño portal situado junto a la sede de Compostela Monumental, «vivía un cura. Ahora no hay nadie». En la plazuela de la Algalia, Daniel y Mercedes recuerdan que había dos abogados y un sanatorio en un rincón ahora animado por la presencia de hoteles y un restaurante.

Frente a la panadería Mercedes estuvo «a primeira clínica Señarís», que después se trasladó a San Roque. En el bajo de esta casa, Mercedes recuerda el ultramarinos de Mariano, donde más tarde estuvo la tetería que cerró a finales de los 90. Otro local que permanece en la memoria de los compostelanos es el Quitapenas, en el número 32 de la Algalia.

Sandra Alonso

La rúa da Algalia de Arriba acumula ya quince bajos comerciales sin ninguna actividad

El aumento del número de locales comerciales vacíos y la pérdida de negocios tradicionales son dos de las consecuencias de la pérdida de residentes que sufren la Algalia de Arriba y otras muchas calles de la zona monumental. Mónica Méndez comenta que «la reforma de As Rodas influyó para que pase menos gente caminando por la rúa. Y la gente más joven se mueve en coche». Fernando y Mónica, que están a pie de calle a diario, perciben que las personas que caminan por la Algalia y que se mueven para hacer compras «son mayoritariamente gente mayor».

Sea cual sea la razón del cambio experimentado en la calle, la realidad es que ya tiene quince bajos comerciales cerrados a cal y canto. Algunos están ociosos desde hace décadas. Como el del número 31, donde hasta los años 90 hubo una mercería. O el 33, donde cerró poco antes la tetería. Y otros más recientes, como el número 40, donde hasta hace poco estaba la boutique Flora Infraganti. O el 13, donde cerró muy recientemente Amor Propio, un comercio de cosmética natural. En la parte más próxima a la praza de Cervantes se recuperó este verano el bajo de la droguería para acoger un establecimiento de venta de artículos de regalo y recuerdos, pero acaba de cerrar un bar que había abierto poco antes de la pandemia. La mitad de la calle más cercana a San Roque es la que acumula el mayor número de negocios cerrados y donde se localizan los bajos de menores dimensiones.

Sandra Alonso

La almendra de Compostela ha perdido más de 11.000 residentes desde 1970

Hace años que se alerta del declive poblacional que arrastra el casco histórico por encima de otros barrios de Santiago. Desde los años 70, esa herida no ha dejado de sangrar, y en las últimas décadas el aumento de casas vacías ha hecho saltar las alarmas.

De acuerdo con el censo de población, en 1970 las rúas del espacio que forma parte de la almendra del casco viejo estaban habitadas por 14.087 personas, y en 1986 eran 12.567. El censo del 2015 refleja que para entonces la zona había perdido 2.000 vecinos más para quedarse en 10.477. Aunque mucho más inquietante resulta el dato más reciente del INE, que incluye en la suma alguna zona exterior de la almendra que no estaba contemplada en los datos anteriores y que computa una población que no supera ya los 3.500 residentes.

Un análisis detallado del padrón municipal realizado por el compostelano Óscar Cobos concluye que en el año 2000 solo quedaban 2.940 vecinos en la almendra del casco histórico. Aunque el censo real todavía podría ser inferior, teniendo en cuenta que, al igual que ocurre en todos los barrios de la ciudad, entre los inscritos hay personas que no cambiaron la dirección en el censo pese a independizarse del hogar familiar.

Esta alarmante pérdida de población explica la casi total desaparición del comercio tradicional y el creciente número de bajos vacíos en las calles de la almendra. Por otro lado, la fuga de habitantes está repercutiendo igualmente en el empeoramiento del estado de conservación de los inmuebles del casco histórico, cada vez con más edificios abandonados y en estado ruinoso.