Luis Olmedo, campeón mundial de micromagia: «Los adultos disfrutan más que los niños de la magia»

La Voz

SANTIAGO

Luis Olmedo, mago
Luis Olmedo, mago Cedida

El ilusionista es uno de los magos que el viernes actuará en Santiago con motivo del Galicia Magic Fest

28 dic 2022 . Actualizado a las 04:55 h.

Viernes 30 • 18.00 y 20.30 horas • Auditorio Abanca • Desde 12 euros • El Galicia Magic Fest regresa por Navidad a Santiago. El proyecto impulsado por el gallego Pedro Volta contará en esta sexta edición con Manho Han, David Kaplan, Winston Fuenmayor, Filiberto Selvi y Luis Olmedo. Precisamente, este último obtuvo en agosto el premio de mejor mago del mundo de micromagia en Quebec (Canadá). El malagueño explica que los asistentes a la gala podrán disfrutar de este número galardonado, además de otros.

—¿Qué ofrecerá en Galicia Magic Fest?

—Hago magia para ver de cerca, entonces, la gente la va a disfrutar a través de la pantalla gracias a la tecnología. Ponemos la cámara y van a poder ver lo que hago como si estuvieran a medio metro. Voy a ofrecer interacción, diversión y he seleccionado los efectos más imposibles de mi repertorio y, entre otras cosas, podrán ver el número con el que he ganado el campeonato del mundo de micromagia.

—Ya acumulaba antes otros premios, pero ¿qué supuso el campeonato mundial?

—Para mí no es una competición porque entiendo que el arte no se puede medir en términos matemáticos, pero es un orgullo enorme ser premiado como el mejor del mundo. Estoy trabajando más, pero es sobre todo la satisfacción personal por el reconocimiento a la carrera, al esfuerzo, al tiempo que he dedicado y al cariño que le he puesto. Se siente como algo especial.

—¿Cómo es ese número que le valió el campeonato mundial?

—Es con cartas y monedas. El número habla sobre una fuente, sobre la gente que lanza monedas y pide un deseo. En este caso, mi deseo es hacer magia y las monedas van viajando, aparecen, desaparecen...

—Ahora hace micromagia, pero su primer número como profesional fue escapando de tiburones. ¿Cómo llegó a la micromagia desde el escapismo?

—(Ríe). Ese número fue una cosa muy loca. Llevaba ya bastante tiempo estudiando magia, pero esa primera actuación como profesional fue porque un acuario de Málaga me ofreció hacer ese número que no tenía nada que ver con lo que yo hacía. Pero me lo propuse como un reto. También me parecía bonito simbólicamente eso de dejar mi trabajo, salir de mi zona de confort y hacer algo radicalmente distinto de lo que estaba acostumbrado. Fue entonces algo anecdótico.

—¿Qué le atrae de la micromagia? El hecho de que el público pueda ver tan en detalle lo que hace, ¿supone un reto mayor?

—Muchas veces me cuestioné por qué este tipo de magia y no otra. Creo que es por la cercanía con el público. Me encanta poder hacer magia, el efecto, en cualquier momento. Esa cercanía, esa reacción, ese sentir al espectador, me encanta. Incluso cuando estoy en un escenario, el que vean esa magia tan de cerca y yo escuchar esas reacciones, me gusta. Es una magia que se siente muy cercana y que el espectador y yo la disfrutamos mucho. Y en cuanto al reto, evidentemente, hay que tener una depuración técnica alta para que no se vea nada, pero no es que me suponga un desafío, porque es lo que he estudiado y de lo que he hecho mi forma de vida. No lo siento como un reto, sino que lo tengo integrado como parte de mi lenguaje.

—¿Cuáles son los elementos que más le gusta emplear?

—Tengo un espectáculo de hora y cuarto para teatro en el que el 90 % es magia con cartas y el 10 %, con monedas. Son los objetos que más me apasionan, aunque también la hago con más objetos.

—¿Qué magos le marcaron?

—En cuanto a las monedas y las cartas, la máxima influencia fue Miguel Ángel Gea, que es un grandísimo mago español y eminencia a nivel mundial. En España, por suerte, tenemos muchos referentes, magos que son potencia en sí mismos. Cuando empecé veía Juan Tamariz, Pepe Carrol, Camilo Vázquez, Jorge Blas... Cuando vas entrando en el mundillo, encuentras motivación e inspiración en cualquier parte.

—Estudió Comunicación, ¿en qué momento dijo eso de: «Quiero ser mago»?

—Nunca tuve el sentimiento ese de decir: «Quiero ser mago». Empecé con 16-17 años con la magia y lo cogí como una afición más, que es lo que sigue siendo hoy, aunque lo he convertido también en profesión. No hay un momento en el que yo pueda decir aquí lo decidí, sino que empezó a gustarme, fui avanzando y con el tiempo llegué a dedicarme prácticamente sin darme cuenta.

—¿Qué sigue teniendo la magia para seguir sorprendiendo en un mundo en el que a través de la tecnología estamos acostumbrados a unos efectos especiales que ya nada nos sorprende?

—Lo que tiene es lo bonito de no saber cómo funciona algo, de ilusionarte. La magia tiene ese punto de volver a ser niño, de volver a creer en cosas aun sabiendo que son ficción, que no le podemos encontrar explicación. Ese es uno de los grandes éxitos de la magia.

—En Galicia Magic Fest pueden disfrutar tanto un niño como un adulto, ¿no?

—Sí, de hecho la mayoría de magia que hago en el año está dirigida a público adulto. Los niños también pueden disfrutarlo, claro. Pero creo que los adultos disfrutan más que los niños porque tienen una concepción del mundo, ya saben cómo funcionan las reglas y conocen perfectamente lo que no puede ser. Entonces, al adulto le choca más que al niño.

—También imparte charlas de emprendimiento. ¿Qué tiene que ver la magia con ello?

—De entrada es que diseñar magia es diseñar algo que no existe. Cuando quieres crear un efecto de magia partes de la nada, por así decirlo, partes de algo que es totalmente imposible. Es lo mismo que cuando quieres crear cualquier negocio, cualquier proyecto... Siempre empiezas desde el cero y hay que crearlo desde la mente.