Esta malagueña se enamoró de una calle del casco histórico de Santiago y allí se convirtió en la reina de las rastas

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Cristina Alcaraz es la propietaria de La Chumbera, tienda que trasladó desde Ávila hace ya siete años, al enamorarse de la zona monumental de Compostela y de una de sus calles en concreto.
Cristina Alcaraz es la propietaria de La Chumbera, tienda que trasladó desde Ávila hace ya siete años, al enamorarse de la zona monumental de Compostela y de una de sus calles en concreto. DANIELA YANES

Cristina Alcaraz abrió La Chumbera hace 7 años en la Algalia de Arriba, donde vende ropa étnica, complementos, incienso o velas, además de hacer y arreglar las típicas trenzas de estilo rastafari

27 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Es malagueña, tiene 39 años, una tienda en el casco histórico de Compostela y se ha convertido en la reina de las rastas. Cristina Alcaraz cuenta que residió en muchos sitios antes de acabar en la capital gallega: «De Málaga me fui a Tarragona, donde viví siete años en una casa ocupa y tuve a mi hija. Volví a Madrid, porque parte de mi familia está allí. Con mi expareja, fuimos a un pueblo precioso de la Sierra de Gredos que nos encantó, Piedralaves, y se nos ocurrió montar en ese lugar una tienda porque en verano había mucho turismo. Estuvimos un par de años en Ávila, pero mis padres, que ya están jubilados, se compraron una casa en A Coruña y nos insistían en que Santiago era un buen lugar para nuestro negocio, La Chumbera».

De padre ferrolano (creció en Cádiz), Cristina acabó sucumbiendo y reconectó con esta parte de sus raíces: «Nos vinimos a Galicia sin conocer a nadie, como dos locos. Nos liamos la manta a la cabeza y yo me enamoré de Santiago, la verdad. Lo dejamos y él se fue, pero yo me quedé aquí con mi hija». Con su innato desparpajo andaluz y una sonrisa por bandera, confiesa que sintió un flechazo con una calle en concreto, la Algalia de Arriba, donde abrió una nueva etapa La Chumbera hace ya siete años, primero en un pequeño local con forma de pasillo en el número 36 y más tarde en su actual emplazamiento, en el número 2. «¡Esta calle es la mejor calle de todo Santiago! Además, casi todos somos andaluces: tengo al lado a un cordobés que vende suvenires, un sevillano en el bar de enfrente...», dice con voz animosa Cristina.

Reconoce que los comienzos no fueron fáciles y que le costó arrancar, pero la acogida fue mucho mejor desde que se trasladó al nuevo local, donde vende ropa étnica de distintas partes del mundo (hay desde prendas de la India hasta otras hechas por artesanos en Barcelona), complementos, incienso y velas, decoración... Aunque, destacan sobre todo por hacer y arreglar rastas, además de poner extensiones. «En la pandemia se nos ocurrió dedicarnos a las rastas, porque era la única manera en la que podíamos seguir haciendo cosas e ir ganando algo de dinero para mantenernos. Hay pocos sitios donde las hagan de forma un poco más profesional y nos viene gente de toda Galicia: de A Coruña, Vigo, Pontevedra... Tenemos, por así decirlo, el monopolio de la rasta», comenta entre risas esta pequeña empresaria, quien destaca la importancia de apoyar al comercio local y las pymes.

«Antes había un montón de tiendas chulas en la zona y cerraron un montón. Estamos aguantando los que podemos, porque pagamos poquito alquiler. A mí me gustaría abrir una segunda tienda en el casco histórico, pero soy incapaz, y como yo mucha gente... o los locales no están arreglados o el precio es desorbitado», lamenta, al tiempo que explica que en su caso lleva algo más de un año buscando. «Le diría, a los dueños de bajos vacíos de la zona antigua, que también hay que vivir en invierno las cuentas no salen», añade. Entre sus clientes hay mucho extranjero en verano y sobrevive en invierno gracias a los estudiantes y a los vecinos de la ciudad, «pero son los que menos», aclara. 

El nombre de La Chumbera, aclara, es porque en el municipio abulense donde nació la tienda «hay mogollón de chumberas y también es un nombre un poco flamenquillo». Sobre el tópico del contraste de personalidades entre el sur y el norte de España, ella constata que predomina un tipo de personalidad diferente: «La gente del sur hace mucha vida en la calle y el carácter es diferente por eso. En Galicia diría que es más p'adentro, es una forma de ser más familiar, pero es bonito también. A mí me encanta. De hecho, yo ya no quiero volver al sur».