Tomas Richartz, las manos santiaguesas que están siempre a disposición de la selección

SANTIAGO

Sandra Alonso

El que fuese fisioterapeuta del Obradoiro trató la rodilla de Alberto Díaz antes de que la expedición viajase a Yakarta

28 ago 2023 . Actualizado a las 20:45 h.

Tomas Richartz se da a conocer en sus redes sociales como fisioterapeuta y readaptador deportivo, pero la mejor tarjeta de presentación, su gran aval, es su trayectoria. Este compostelano nacido en Alemania (el mismo se define como picheleiro) cuidó de la salud del Rosalía en la LEB Oro durante un tres años y de la del Obradoiro dos largos lustros, especialmente de los tobillos y las rodillas de los jugadores, las articulaciones que suelen dar más problemas y que requieren más atención. Casi podría dibujar una radiografía con el tacto de sus manos. Y ese buen hacer le abrió las puertas de la Federación Española de Baloncesto. Son ya doce campañas enlazando experiencias con los combinados nacionales.

Después de catorce cursos sin parar, entendió que había llegado el momento de hacer un alto en el camino, «de tomar un respiro». Fue en el verano del 2021, pero ese giro no incluyó las llamadas de la selección. Hace poco más de un mes estuvo con la sub 20 en el europeo. Y poco después de que la absoluta empezase a preparar el Mundial, sonó su teléfono: «Fue una sorpresa. Era la doctora Elena Isla, jefa de los servicios médicos, porque necesitaban reforzar y querían saber si me podía sumar. Eran las 13 horas y a las 17.30 ya estaba subido al avión rumbo a Málaga».

Tomas Richartz es un testigo privilegiado de la evolución del baloncesto español y de los éxitos cosechados a lo largo de los últimos años, tanto de la selección absoluta como de las de base. Ha pasado por todas salvo la sub 19. «Abalde, Pradilla, Parra, Garuba, Juan Núñez... Los tuve de niños. No todos consiguen llegar, pero se les hace un gran seguimiento», apunta. Y no olvida el papel «de los equipos y las familias» en todo este proceso, que no es un camino alfombrado ni sencillo: «El salto al baloncesto profesional es tremendo».

Sea con los mayores o con los jóvenes que vienen empujando desde la base, Richartz resalta que su tarea es siempre la misma, «tratar cualquier molestia, dolor o lesión y hacer mucho trabajo preventivo». Y también subraya que los profesionales, muchos de los cuales tienen experiencia en la NBA, se comportan con el mismo grado de humildad y cercanía que los chavales que hacen sus primeras armas.

Es lo que le ha tocado en esta última experiencia con la selección, con un añadido inesperado que se saldó satisfactoriamente, la lesión de rodilla de Alberto Díaz en el amistoso contra Canadá. Al base y al fisio les correspondió hacer horas extras para acelerar la recuperación. El pronóstico invitaba al optimismo, y así fue. Uno pudo coger el avión con sus compañeros rumbo a Yakarta y el otro, de vuelta a Compostela, tras completar una nueva hoja de servicios.

Al echar la vista atrás, cuando se le pregunta por la lesión más complicada de las muchas con las que ha tenido que lidiar, no duda y remite a su etapa en el Obradoiro: «La de Alberto Corbacho. Recuperar aquella rodilla para que pudiese volver a jugar al baloncesto no era fácil».

Al echar la vista al frente, Tomas Richartz se ve cada vez más cerca de volver al ruedo del día a día, en el deporte o en otro escenario.

Entre tanto, lo que tiene claro es que «cada llamada de la FEB supone un honor, cualquiera que sea el equipo. La absoluta es lo más, pero todas las selecciones dan mucha felicidad y poder aportar un granito de arena lleva consigo una satisfacción enorme».