El bolso artesanal «japo-gallego» más versátil, creado por dos biólogos en Compostela

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

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Luz López y Asier Rodríguez, con varios modelos de bolso «furoshiki» de El Pez de Papel, que a través de su tienda «online» han llegado a clientes de Europa, Nueva York y hasta Puerto Rico.
Luz López y Asier Rodríguez, con varios modelos de bolso «furoshiki» de El Pez de Papel, que a través de su tienda «online» han llegado a clientes de Europa, Nueva York y hasta Puerto Rico. CEDIDA

La marca santiaguesa El Pez de Papel se inspira en el «furoshiki», un arte nipón tradicional para empaquetar con telas

04 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Han pensado alguna vez cuánto papel de regalo utilizamos estos días y acaba en la basura? Frente a este desperdicio de recursos, está el furoshiki, un arte milenario japonés que consiste en usar una tela cuadrada para empaquetar y transportar los objetos (hay distintas técnicas que implican desde un simple nudo a varios). Asier Rodríguez descubrió esta tradición nipona en un viaje y sirvió de inspiración para idear más tarde con la colaboración de su pareja, Luz López, un original bolso artesanal de infinitas posibilidades. Estos dos biólogos de 55 años se conocieron en 1989, estudiando la carrera en Santiago, y en la misma ciudad nació la marca El Pez de Papel en el 2017, cuentan, con su bolso «japo-gallego» como reclamo estrella. Luego fueron introduciendo otros productos, más modelos de bolso y joyas de autor, en línea siempre con su filosofía de moda consciente y sostenible.

«Nuestros bolsos furoshiki son de esencia japonesa y alma gallega. Los japoneses utilizan telas con estampados muy coloridos y algodones muy finos. Nosotros apostamos por linos rústicos o un textil de calidad, producido siempre en España. De hecho, en algunas ocasiones, teñimos nosotros mismos las telas de forma artesanal, utilizando plantas que tenemos a nuestro alrededor: frutos de hiedra, eucalipto, raíces... no son tan espectaculares como puede ser un azul índigo, pero son colores que representan a esta tierra y no hacen kilómetros para llegar a nosotros. Es decir, nunca compramos tintes, aunque sean locales, y trabajamos con un equipo gallego (de Santiago, Caldas de Reis y Portas) para coser», explican.

De esta forma se fabrican estos singulares bolsos, caracterizados por su versatilidad. «La tela admite todo tipo de posiciones y hay distintos nudos para transportar desde un melón a cualquier otro objeto cotidiano. A partir de ese base, nosotros introducimos varios modelos de asas, que se pueden utilizar con nuestras telas o con cualquier otra. De ellos, el de madera es el que más éxito tiene y lo hace mi hermano Quim Farinha, quien además de ser un ebanista espectacular es conocido como músico y compositor», destaca Luz, la cabeza creativa de El Pez de Papel. «Ó furoshiki xaponés é como o antigo atillo que no que levaban aquí os paisanos as suas cousas, empregando un pano colgado dun pao», subraya Asier, vasco (nacido en el centro de Bilbao) que habla un gallego fluido —entre otras lenguas— y trabaja para una empresa medioambiental en parques naturales, al tiempo que es el responsable legal de esta pequeña marca de artesanía. La pareja explica que en Asia utilizan también las telas del furoshiki los hombres como sarong y los orientales tanto llevan en ellas el táper con la comida como las convierten en un mantel para hacer un pícnic, pero puede usarse hasta de pañoleta o de pareo para la playa. «Tiene mil utilidades», destacan unos biólogos que también hacen joyería de autor. Luz está vinculada al mundo de la pesca y esto se ha traducido en pendientes y colgantes hechos con cabos de pesca reciclados, rescatados entre las crebas. Es artesanía local, ética, comprometida con su entorno y una opción interesante para aquellos que tengan todavía algún regalo de Reyes pendiente.

¿Y de dónde viene el nombre de El Pez de Papel? «Es una historia bonita. Pensé en algún objeto que me gustaría tener y mi abuela, Lola, tenía un pez de papel del tamaño de un dedo. Era de un papel súper fino, de los colores de una carpa, entre dorados y marrones. Lo guardaba en medio de un libro, metido en un armario. De pequeña yo iba corriendo cada vez que llegaba a casa a ese armario a buscar el pez y lo ponía en la palma de mi mano. Tenía la peculiaridad de que cambiaba de forma... supongo que dependiendo del calor y de la humedad corporal. En mi mano, pasaba de ser plano a unirse la boca con la cola del pez y se balanceaba. No sé dónde fue a parar. Aún ahora si dejo un libro o lo regalo, primero reviso todas las páginas por si aparece. Para mí representa esas cosas que no tienen valor económico pero sí un valor sentimental brutal. Esta es una marca con alma y quería un nombre que también la tuviese para ella», responde Luz. 

Los productos de esta marca se pueden conseguir en algunos puntos de venta física (en Compostela, en Malvasía, Eunoia o Goga). Para esta última tienda hacen piezas exclusivas. También a través de su página web, una plataforma en la que la mayoría de las transacciones van a parar al Mediterráneo, aunque han llegado también al País Vasco, a muchos países de Europa, Nueva York e incluso Puerto Rico. ¿Y por qué teniendo ambos una profesión y trabajos estables se aventuraron en el mundo de la artesanía? «Tenemos esto como algo secundario, pero nos hace súper felices. Es nuestra inspiración del día a día», contestan. Además, Luz confiesa que «siempre he tenido esa inquietud creativa, me viene de familia». «Mi padre es tallista, mis hermanos son músicos y en algún momento tenía que aflorar en mí también», añade.