Esta joven bailarina compostelana, que vio su despegue frenado por una lesión, acaba siendo fichada por una compañía nacional

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Laura Vegas, en la escuela Dancenter Gala, donde dio sus primeros pasos como bailarina. La joven, que en abril cumple 20 años, reconoce que tuvo que sacrificar «mucha vida social» para entrar en una compañía profesional, pero afirma que «ha valido la pena». Su lesión de cadera retrasó su despegue, un golpe inesperado que le enseñó a relativizar y a vivir sin tanto estrés.
Laura Vegas, en la escuela Dancenter Gala, donde dio sus primeros pasos como bailarina. La joven, que en abril cumple 20 años, reconoce que tuvo que sacrificar «mucha vida social» para entrar en una compañía profesional, pero afirma que «ha valido la pena». Su lesión de cadera retrasó su despegue, un golpe inesperado que le enseñó a relativizar y a vivir sin tanto estrés. PACO RODRÍGUEZ

Laura Vegas, vecina de O Milladoiro formada en la escuela Dancenter Gala, se une este mes como aprendiz al Ballet de Catalunya

01 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

De niña, Laura Vegas Vilar veía una serie de animación llamada Little Einsteins en la que salía una bailarina y con 4 años ya le dijo a su madre que quería hacer ballet. «Desde muy pequeña supe que me quería dedicar a esto», cuenta una compostelana de 19 años que acaba de ver cumplido su sueño de unirse a una compañía nacional. Este mismo mes empieza como aprendiz en el Ballet de Catalunya, que fichó a esta joven tras un inoportuno parón por una lesión en su carrera, justo cuando comenzaba a despegar.

«Estoy muy ilusionada, muy feliz de poder bailar en una compañía profesional. Es un regalo que para mí fue un poco sorpresa. El año pasado tuve mi primera y mayor lesión. Entré por la puerta grande, con una cirugía del labrum, porque me rompí este cartílago que separa la cabeza del fémur con la cavidad de la cadera, y estuve parada cuatro o cinco meses. Me operaron en junio, cuando ya había empezado a hacer audiciones para entrar en una compañía profesional. Me pasé todo el verano con muletas... fue muy duro. Estas Navidades, mirando cuándo tenía que grabar un vídeo nuevo para presentarme otra vez a las audiciones, recuperé el que había hecho el año pasado. No consideraba que estuviese muy bien, pero aún así lo mandé a algunas compañías sin esperar demasiado, a ver qué pasaba, y a comienzos de este mes recibí un correo electrónico del Ballet de Catalunya que decía que había sido aceptada en el programa de aprendiz. Ahora me toca trabajar, aún con más ganas, para conseguir un contrato dentro del cuerpo de baile remunerado... ¡voy a conseguirlo!», exclama Laura con determinación.

«Las puntas van y vienen. No duran mucho tiempo, entre 3 y 4 semanas, porque se van amoldando al pie y cuando se ablandan no se pueden usar más. Yo, para que no resbale la base y tener más equilibrio, hago un bordado alrededor de la plataforma de la punta. Si se me rompen, monto mi propio taller de manualidades para alargar la vida de las puntas y las coso yo. Siempre uso la misma marca, porque dependiendo de la forma de tu pie y de la fuerza que tengas en él te va mejor una u otra marca», explica Laura Vegas.
«Las puntas van y vienen. No duran mucho tiempo, entre 3 y 4 semanas, porque se van amoldando al pie y cuando se ablandan no se pueden usar más. Yo, para que no resbale la base y tener más equilibrio, hago un bordado alrededor de la plataforma de la punta. Si se me rompen, monto mi propio taller de manualidades para alargar la vida de las puntas y las coso yo. Siempre uso la misma marca, porque dependiendo de la forma de tu pie y de la fuerza que tengas en él te va mejor una u otra marca», explica Laura Vegas. PACO RODRÍGUEZ

Para ella nada de esto habría sido posible sin el apoyo de Gail Brevitt, directora de Dancenter Gala, la escuela de ballet santiaguesa en la que se formó. «Empecé aquí cuando aún estaba en San Clemente y luego nos vinimos todos para las instalaciones de O Pombal. Ella fue quien me convenció de que tenía cualidades para el baile, nuestro objetivo final siempre fue estar en una compañía, y me preparó para entrar en el 2020 en el conservatorio de danza Anarella [en Portugal, donde estuvo formándose hasta ahora], que es lo que me ha abierto todas las puertas y me ha llevado hasta este punto». Además, destaca Laura, cuya familia vive en O Milladoiro (Ames), «he tenido el apoyo de mis padres en todo». Tras sufrir un bache con la alimentación durante la pandemia, ahora es algo que cuida especialmente y hasta realiza un curso sobre nutrición, su plan b si su sueño en la danza se frustra o necesita un apoyo económico para subsistir.

«Tuve problemas con la alimentación en el 2020, cuando iba a entrar al conservatorio de danza. Con la pandemia adelgacé mucho por el estrés. Los profesores nos mandaban muchos trabajos, estaba triste y no comía lo suficiente. Ahora me gusta la nutrición, porque es algo que los bailarines necesitamos cuidar. Tenemos que comer bien para poder rendir al máximo», argumenta la santiaguesa. ¿Y si todo falla? «Este es mi plan b, o dar clase de ballet. Son dos cosas a las que puedo también agarrarme como complemento. A los bailarines no nos pagan mucho. No es una profesión que dé mucho dinero y es habitual tener que buscar un trabajo extra para seguir en esto», responde una joven que ha crecido entre tutús. «En casa tengo un montón y, cuando me vine de Portugal, tuve que usar una furgoneta para traerme todo el vestuario que fui acumulando allá», comenta Laura, a punto de iniciar una etapa emocionante. De entrada se lleva una lección de vida aprendida por el camino, dice: «Las cosas, con tiempo y esfuerzo, se consiguen. A veces tardan un poco más de lo que piensas, pero todo pasa por algo».