Encierro

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

03 jun 2024 . Actualizado a las 11:13 h.

Resulta difícil no simpatizar con el grupo de estudiantes que, en la mejor tradición compostelana, han acampado en el interior de la Facultade de Historia. Inevitable que no venga a la memoria aquel memorable encierro en el mismo escenario en 1968, antes de la revolución de París, cuando los escasos policías rodearon el edificio. ¿Y qué decir del de Fonseca, en 1976, contra la brutal represión diaria a porrazos contra todo hijo de vecino?

Por eso el encierro en Historia hay que verlo con simpatía. También por la causa que defienden, claro está. Ese grupo de universitarios se ha convertido en una de las pocas voces constantes en Galicia contra la masacre protagonizada por un probable criminal de guerra como es el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Esa es la razón por la cual los protagonistas del encierro no pueden arriesgarse a un fracaso y deben ponerle fin. Prolongarlo provocará la desafección, el cansancio, la aparición de elementos que se apuntan a cualquier rebumbio y solo lograrán lo contrario de lo que pretenden. En realidad, el efecto búmeran ya ha empezado. Las molestias comienzan a sentirse. Por ejemplo en el aplazamiento de exámenes.

Ser inteligente es prevenir el futuro, y en este caso se muestra con nitidez. El curso toca a su fin, y es de suponer que ese grupo no aspira a ir disminuyendo y quedar ridículamente reducido para, un día, disolverse con nocturnidad y sin hacer ruido para no provocar malas caras.

Ante la opinión pública los encerrados ya han triunfado. De ellos depende no convertir esa victoria en una derrota: pongan fin al encierro con una sonrisa en la boca y conviertan su salida en una fiesta. En la vida es importante saber ganar.