La curiosa historia de A Carrilana: de estación de carruajes a almacén y, desde hace 30 años, bar de culto en Compostela
SANTIAGO
Este popular establecimiento hostelero del casco histórico santiagués repasa, por su aniversario, sus orígenes y evolución
17 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Según documentan fuentes históricas, en el siglo XIX funcionaba un servicio de transporte de personas en carruajes que unía Santiago con A Coruña, un trayecto que podía llevar unas 6 o 7 horas de penitencia. En la plaza de San Paio de Antealtares, en el casco histórico compostelano, había una estación de la que partían dichas carrilanas —también salían de otras paradas, como la de Porta Faxeira—. Este servicio de diligencias lo ofrecía la empresa La Ferrocarrilana. Con la llegada de medios de locomoción más rápidos acabó desapareciendo el negocio tirado por caballos y aquel espacio que antaño frecuentaban los pasajeros acabaría convirtiéndose con el paso del tiempo en el almacén de una ferretería, Torres. Así lo cuenta Paco Torrente, quien junto a su socio Lois García (ya fallecido), creó en 1994 en ese mismo local un establecimiento hostelero, actual A Carrilana.
«A historia é moi curiosa porque nós tiñamos un local aquí ao lado, no número 12, e a min sempre me obsesionou este lugar polos arcos de pedra tan grandes que ten», relata el fundador del Fuco Lois en un vídeo con el que los actuales gerentes dan a conocer los orígenes y evolución del negocio por su 30 aniversario. Explica Paco que el dueño del almacén, conocedor de su interés, le ofreció el local en alquiler. Hubo que hacer una buena remodelación para transformarlo en el Café Carrilana, aunque se pudo conservar parte de su historia. El piso superior, indica él, todavía conserva «as barandillas orixinais de principios de século», así como el pasillo (aunque fue alargado) desde el que cargaban los viajeros su equipaje sobre el carruaje y la lareira. «Eu non entendía porqué había aquí unha lareira. Seguramente, mentres esperaban, quentaban nela a comida», comenta un hostelero que se llevó las manos a la cabeza cuando los obreros le dijeron que habían encontrado el cartel original de La Ferrocarrilana y lo habían tirado a la basura.
Aquella cafetería, conocida por sus chocolates y cafés acompañados con pastas conventuales, se la traspasó a un amigo del sector, Toni, quien buscaba «un local grande» y acabó asentándose en este durante 21 años (entre 1998 y 2019). Muchos lo recordarán como pub. «Foi cando empezou a xente da zona nova a subir de noite por aquí arriba. Eu viña dun tema máis de copas, e seguín facendo durante uns anos cafés e chocolates porque a xente os pedía, pero interesábame pasarme ás copas porque se facturaba máis e daba menos traballo», rememora.
Seis meses antes del confinamiento cogió las riendas Natalia Devesa, que no solo consiguió superar un bache en el que muchos otros pincharon sino que fue una pionera en la moda reciente de los brunch (con unos huevos benedict que bien merecen una mención aparte). De repente, se formaban colas a las puertas de un local para desayunar a lo grande, ¡lo nunca visto en la capital gallega en los últimos años! Contra todo pronóstico, recientemente, dio un nuevo giro de timón para centrarse en las meriendas, tardeo y noche, manteniendo -eso sí- como seña de identidad sus bebidas artesanales, repostería y platos caseros en una carta sintonía con la vida moderna.