«Vendo una vivienda turística y mi piso familiar para pagar hipotecas»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

María Gil pidió préstamos para invertir en inmuebles heredados, y ahora está dispuesta a deshacerse de las propiedades para «vivir tranquila»

13 oct 2024 . Actualizado a las 09:38 h.

Cuando en el 2017 empezó a rentabilizar la inversión que afrontó con créditos hipotecarios pensó que el alquiler vacacional era la mejor opción para sus bienes heredados, sobre todo, porque necesitaba ingresos seguros y constantes para hacer frente a los préstamos. María Gil vivió unos años «tranquilos», pero desde que el Concello «empezó a ir a por nosotros» su tranquilidad saltó por los aires. Ante esta situación, hace unos meses tomó la decisión de vender propiedades para «ganar en paz». Para arreglar el piso heredado en el Ensanche y las viviendas de mis padres pidió créditos. «Tengo tres hipotecas. No habría tenido problemas para afrontar los pagos si hubiera podido seguir con el alquiler vacacional», apunta. Sin embargo, descartada la «inseguridad» del alquiler tradicional, y pensando en ganar en tranquilidad, la venta es la salida que la propietaria. «Vendo todo, incluido el piso familiar», y de esta manera espera poner fin a sus deudas.

 

No al alquiler tradicional

El primer piso que vendió fue el de la rúa Curros Enríquez. Es un primer piso y seguramente podría obtener la licencia «que ahora pide el Ayuntamiento y que no pedía antes», pero no está dispuesta a «vivir con angustia». Asegura que no se le pasó por la cabeza el alquiler tradicional. «No puedo arriesgarme con tres hipotecas encima a que no paguen», valora. Era un piso grande que necesitaba obra, y acondicionó dos apartamentos. Tras salir al mercado, los interesados no se hicieron esperar. «Vinieron tres personas». Dos eran inversores que querían seguir con la actividad turística y el que compró también tenía esta intención inicial, pero ahora la dedicará al alquiler tradicional. «Si cambia la normativa, se lo pensará». Con la venta «podré quitarme una de las hipotecas, por la que pago 1.320 euros mensuales, y probablemente la pequeña, de 350 euros». María asegura que «quienes se creen que ganamos fortunas, deberían tener en cuenta que hacemos inversiones para obtener un beneficio. No soy una oenegé». Y además, abunda, «con una vivienda turística trabajas todos los días, de lunes a domingo».

Gil calcula que con la subida de los precios del alquiler seguramente se gana «más o menos lo mismo con una cosa que con otra», pero la diferencia está en la seguridad de pago «y en la garantía de que no dañarán la vivienda». De acuerdo con sus cálculos, el beneficio por apartamento podría ser de unos 800 euros al mes, y con el alquiler tradicional sale lo mismo, «pero con bastante menos trabajo que dedicándolos al turismo».

 Vivienda familiar

Tras cerrar una de las ventas, María está centrada ahora en la venta de su piso familiar, situado en Conxo. «Lo vendo, y espero quitarme la hipoteca de unos 900 euros mensuales, y después ya compraremos algo más pequeño». Reconoce que «no fue fácil tomar la decisión, porque eran viviendas de la familia», pero «necesito quitarme las deudas, y después decidiremos si invertimos en otro sitio».

Por herencia familiar también tiene dos inmuebles en la rúa Hortas, que fueron rehabilitados por ella y destinados al alquiler vacacional desde hace un tiempo. Tampoco dispone de la licencia municipal, y solo está en la Xunta. En este caso, «llevó 15 años de peleas judiciales para zanjar un problema de herencias», pero «salió la sentencia que me da la razón», pero aún tendrá que esperar por la definitiva. No ha tomado la decisión sobre el futuro de estos inmuebles. Es la casa de sus padres, de sus abuelos, «es posible que venda, pero no lo sé». Está segura de que «no viviré allí, porque son muy pequeños. Valen para unas cortas vacaciones, pero no para vivir de forma continuada».

 

«No culpo a nadie. Fue mi decisión, invertí y, aunque el negocio funciona, tengo que vender»

María Gil lamenta las palabras «casi siempre ofensivas de las personas que nos critican sin saber de lo que hablan». Rechaza que les hagan responsables de la subida de los alquileres y de la falta de viviendas para familias y estudiantes, y se pregunta «por qué tienen que imponerme el destino que quiero darle a mi propiedad. No se entiende». María asegura que, de su situación actual, no culpa a nadie. «Tome la decisión de hacer una inversión, y aunque funciona, tengo que vender porque no me dejan seguir con el negocio».

Una de las cuestiones sobre la que llama la atención es la psicosis que se está creando alrededor de las viviendas de uso turístico (VUT), y que por su experiencia, está generando conflictos vecinales donde nunca los hubo. Aunque se deshaga de sus propiedades, María no se desvinculará totalmente del sector. Ella gestiona varios pisos de uso turístico en Santiago y, asegura, «solo en un caso decidió cerrar, dejarlo vacío, a la espera de un cambio en la normativa», pero mantiene la gestión de otros.

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Asegura que, hace unos días, una de las limpiadoras de uno de esos pisos la llamó para contarle una situación «muy desagradable que tuvo que aguantar cuando iba a hacer su trabajo. Un vecino la increpó diciéndole que tenía que irse, que no podía tener un piso de turismo. Se sintió acosada».

En otro caso, «le dijeron que las escaleras olían a marihuana y que era culpa del piso turístico. Comprobamos el interior y no olía a nada, pero ya deducen que son los huéspedes». Otra vez, una persona la localizó por medio de la página web para decirle «que los huéspedes tenían la televisión muy alta. Después de hacer comprobaciones, descubrí que esa persona vive en el número 30 y el piso está en el 60».