«Me he querido morir dos mil veces»

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Juan Abraldes sufrió un ictus que le dejó graves secuelas y su situación derivó en una depresión: «Llevo luchando por mi vida desde los 14 años»

22 oct 2024 . Actualizado a las 20:56 h.

Juan Abraldes tenía una vida «totalmente normalizada» hasta los 48 años. Vivía en pareja en Cádiz, tenía un trabajo que le permitía ganarse la vida y creía tenerla resuelta, pero un ictus se cruzó en su camino y su mundo se puso patas arriba. La enfermedad le causó graves secuelas, tanto a nivel físico como psíquico. Además, su pareja lo dejó, perdió su trabajo y tuvo que regresar a casa de sus padres, donde reside en la actualidad.

La historia de Juan, que ahora tiene 60 años y vive en el municipio de Teo, es una «lucha diaria» para sobreponerse a las barreras físicas, pero también a las sociales. Su psicóloga, María Vázquez, que dispone de un gabinete en Cacheiras, explica que Juan «tuvo que readaptarse a su vida de nuevo, sabiendo que tenía limitaciones permanentes». Esto le supuso «un proceso de aceptación y adaptación que hace de las emociones un torbellino». Estuvo mucho tiempo sin pronunciar una palabra como consecuencia del ictus y, actualmente, «sigue con logopeda y atención psicológica». Pero conseguir hacerse entender no es fácil y, en muchas ocasiones, Juan «tiene un fuerte sentimiento de frustración».

Tras un tiempo, llegó la ayuda de la profesional. Juan tuvo que superar la depresión y la ansiedad que le genera ser una personas dependiente por las secuelas del ictus. «Es importante que la gente vea que los problemas de salud mental pueden aparecer en cualquier momento», apunta María. «Cuando se habla de salud mental, con frecuencia, olvidamos que cualquier persona puede verse afectada en un momento determinado de su vida. Juan tenía una vida normalizada y una enfermedad como el ictus le provocó depresión, ansiedad y frustración», subraya.

«O lo intento o no hago nada»

Juan reconoce que «un día pensé: ‘o lo intento o no hago nada’». Fue entonces cuando empezó a ver la luz. «Me he querido morir dos mil veces y aún estoy aquí», sentencia. Su lucha, detalla María, «es de todos los días consigo mismo, pero también con su entorno». La psicóloga advierte que el aislamiento social ha sido uno de los escollos que más daño le ha hecho, «porque era una persona sociable. Hay personas que prefieren no hablarle por temor a no entenderle», lamenta María Vázquez, que insiste en que esta manera de actuar, «que no digo que sea de una forma consciente, contribuye a generar barreras y provocar aislamiento».

La readaptación de Juan no ha sido nada fácil. «Llevo luchando por mi vida desde los 14 años», confiesa. María apunta que «precisamente esa capacidad de lucha fue la que permitió que recuperara la motivación que siempre tuvo». Juan vive ahora con una hermana, «pero es duro, porque soy dependiente», recalca. Sus secuelas desencadenaron «sentimientos de frustración, de ansiedad, y termino discutiendo por todo». Reconoce que «le gustaría poder hacer cosas que no hago por miedo», y también sabe que su familia «tiene miedo a dejarme hacer, por si me pasa algo».

Juan Abraldes viene recibiendo asistencia psicológica y de logopeda desde hace años, los últimos ocho, en el gabinete de María. Pero lamenta que «no se cubren todas las necesidades básicas», y pide que la administración atienda a personas «como yo. Porque, si puedes pagar, mejoras, pero muchos no tienen recursos para ir al privado». Perder el habla por el ictus fue una de las secuelas más terribles. Por eso, revela Juan, «poder comunicarme me salvó. Si no hubiera podido hablar, me habría muerto».

Le gustaría transmitir esperanza a las personas que puedan estar en una situación como la suya. A ellos les dice: «Luchen, no dejen de luchar. Todos los días habrá una cosa nueva». Ahora, después de superar muchos miedos y recuperar el habla, no sin dificultades, agradece a quienes «se paran y me dicen algo, a los que me dan ánimos, y a mi familia, por estar ahí».