Juan Rey, del Rock Café de Santiago: «Levanté este bar roquero y único, pero a mis 57 años tengo muchos sueños más»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Sandra Alonso

El santiagués, de la rúa de San Pedro, comenzó a trabajar a los 16 años en un hotel. En el 2014 cogió el icónico bar de la República Arxentina y ya lo llenó de fieles. Fue allí donde en octubre anunció que lo dejaba. «Aluciné con los comentarios de cariño, que también me dedican aquí a diario», agradece

11 nov 2024 . Actualizado a las 18:58 h.

Lleva desde octubre, cuando en una actuación avanzó que en enero traspasaría su bar, despidiéndose de su clientela. «Ahí aluciné con los comentarios de cariño, que también me dedican aquí a diario. Creo que lo hicimos bien, si no no tendríamos tanto abrazo festivo...», asegura Juan Manuel Rey, el por ahora aún dueño del Rock Café, el local de la República Arxentina que con su buena música e icónica decoración, llena de detalles de los 70 y 80, se hizo rápido un nombre en Santiago. «Muchos me preguntan si pueden convencerme para dar marcha atrás, pero necesito descansar... Aquí llevo diez años y antes trabajé 30 de camarero en un hotel», repasa.

«Yo soy muy santiagués. Nací en la rúa de San Pedro cuando los vecinos aún llamaban a esa zona los Estados Unidos. Recuerdo jugar en la calle, estudiar en San Francisco Javier… Cuando tenía 16 años, mi madre, que sacó adelante a cinco hijos, me dijo con pesar: "Manueliño, había que mirar de traballar". En 1983, y tras haberme formado en hostelería en Lamas de Abade, entré en el hotel Husa de los Tilos, en Teo», explica. «No olvido que con mi primer sueldo me compré un casete de The Beatles. A esa edad ya me había atrapado la música. La colecciono y aún conservo 1.200 casetes», comenta.

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«En la época ese era uno de los hoteles importantes. Atendíamos a muchos turistas. He hecho queimadas hasta para 200 personas. Siempre me preocupó que la gente quedase contenta», reflexiona. «Allí se alojaban muchos artistas, también de los que iban a Luar. Conocí tanto a Bonnie Tyler como a Bobby Farrell, de Boney M, La Toya Jackson, Camilo Sesto o Peret, y, ¡todos con fotografías!», subraya, enseñándolas. «Otros muchos se me escaparon sin imagen, como Loquillo, Rosendo, Marta Sánchez, Sergio Dalma... Una vez al cocinero, que era muy futbolero, le llevé a la cocina a Ronald Koeman y alucinó. Tuvimos mil anécdotas», añade riendo. «Cuando entré en el hotel se estaba construyendo la urbanización de Los Tilos y al bar iban muchos obreros que me pedían café y una copa de Varon Dandy. Yo era un crío y no caía en que se metían conmigo al ser eso un aftershave. Para contraatacar, de broma, compré una botella de esa loción y la conservo», sostiene divertido, mostrándola en el bar.

«En el 2013 salí del hotel en una época en la que mi hija Laura, con la que siempre tuve una relación muy especial, de confidentes y amigos, se quedó en paro. Ella creció con mis ideales, con mis gustos por la música y el cine. Al año siguiente coincidía que se traspasaba el Rock Café y ella me propuso cogerlo juntos», señala. «Años antes, comprando música en El Corte Inglés, a mí me había deslumbrado escuchar allí en directo al bajista gallego Carlos Childe, que ahora toca en Nueva Orleans. Le dije que si algún día conseguía montar un local musical, le invitaría, y ya vino dos veces», rescata.

«Creo que a este bar, que ya existía, logramos darle nueva personalidad, un fondo musical», apunta mientras suena Gary Moore. «Sherpa, exmiembro de Barón Rojo, hizo aquí un acústico. Los Claretes llegaron a tocar encima de la barra. Cuando viene aquí Mad Martin Trío, un grupo de rockabilly de Santiago, esto es una fiesta. Fueron muchos los que aún sabiendo que no podía pagar mucho caché, no fallaron», agradece. «Aquí se hicieron cosas muy bonitas como recoger en ocho Navidades regalos para muchos niños, tratar de recuperar en el Ensanche la costumbre de tomar el vino en taza —algo con lo que yo crecí— o celebrar la boda de clientes», detalla. «También logramos una parada de motos delante. Aquí vienen moteros, como yo», afirma.

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«Mi hija ya no está en el bar desde hace un tiempo. Cuesta encontrar camareros que sigan de noche y yo siempre fui diurno... Trabajo muchas horas y necesito parar», asiente sobre su adiós. «Es un orgullo haber levantado un local roquero y único pero a mis 57 años tengo muchos sueños más, como recuperar el tiempo con mi mujer y amigos. Mi hija me hizo abuelo y me gustaría ir con mi nieta de tienda de campaña. Yo soy también montañero», comparte.«Me iré dos años al paro y luego ya veré. Mientras, a lo mejor hasta puedo ir a un concierto de Tangerine Dream, un grupo de rock que nació en 1967, como yo, y del que tengo 35 discos», anhela.

«Pero no niego que me voy con mucha pena, sobre todo por la gente, muy fiel. Al Rock Café vienen desde jubilados a jóvenes, roqueros y, en general, vecinos y ya amigos... Por todos ellos este bar está tan arriba», acentúa emocionado.