Guardia Civil (II)

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

02 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces solo cabe el aplauso cerrado, con alegría porque este periódico fue el primero, hace de eso más de un año, en denunciar la situación: el puesto de la Guardia Civil de Sigüeiro agoniza abandonado de la mano de Dios, de los mandos de ese cuerpo de seguridad y hasta de la del duque de Ahumada, el fundador de la propia Guardia Civil.

Y está abandonado en dos sentidos: en el físico y en el humano. Del físico son testigos los miles de conductores que pasan ante él todos los días: la fachada se cae a pedazos y en alguno de los agujeros cabe un puño. Paren y hagan la prueba. Una pura chabola, al menos en el exterior.

En el humano, porque de la dotación de nueve guardias hay tan solo seis operativos. Y están disponibles veinticuatro horas al día, no por reglamento sino por profesionalidad: no se deja a un compañero tirado ni a un ciudadano sin atender, día y noche. Y si solo son seis, no hablemos de que tienen su derecho a las vacaciones, días libres y, además, pueden pillar una gripe.

Por eso solo cabe el aplauso cerrado a las corporaciones de Oroso y Frades, que aprobaron una moción para instar al Ministerio del Interior a reforzar la plantilla, cubriendo las vacantes y mejorando los recursos humanos disponibles. Y aciertan plenamente esas corporaciones (conste que en ambos municipios votaron a favor PP y PSOE, con la abstención del BNG) cuando piden que o bien se arregle decentemente el edificio o que se construya uno nuevo. La seguridad vecinal aumentará si se potencia el cuartel de Sigüeiro, porque ahora la lentitud de respuesta de los guardias civiles es, lógicamente y muy a su pesar, inferior a si la plantilla estuviera completa. No parece que sea mucho pedir.