Yoruba, la casa rural gallego-africana de Ames que se despide donando sus enseres a Valencia
AMES
Pilar Meis abrió días antes del confinamiento este alojamiento en la aldea de Lapido, el cual cerró a comienzos de mes con pesar, pero plantando una nueva semilla
13 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Un tropiezo fue la semilla del cambio para María del Pilar Meis Díaz. Esta arousana se rompió un dedo del pie. Le bastó un día de reposo para decidir que tenía que dar un giro a su vida, cuenta: «Antes era inspectora de seguros y, luego, responsable de una oficina en Vilagarcía. Tuve un pequeño accidente doméstico y eso me obligó a parar y reflexionar. Necesitaba paz y tranquilidad en mi vida. Ese mismo día cogí el teléfono y me puse a buscar casas rurales. La primera que me apareció fue esta, en una aldea de Ames. Era justo lo que yo buscaba, una casita de piedra con media docena de habitaciones junto a un río». Nacida sobre las ruinas de una antigua casa solariega de 1900, tras 25 años de duro trabajo se consiguió rehabilitar, aunque llegó a manos de Pilar todavía sin cédula de habitabilidad. «Damián fue quien impulsó esto. Por circunstancias, tuvo que vender la propiedad a un antiguo compañero de colegio que estaba en África y ese verano vino de vacaciones. De hecho, el nombre de Yoruba viene de ahí, porque su pareja es africana, de Mozambique. Se me ocurrió hacer una fusión entre la cultura de África y la de Galicia, porque además la casa tenía 7 habitaciones, como las 7 potencias africanas de culto. Lo tuve claro en mi primera visita, al encontrarme con esculturas de arte tribal y una lámpara de ébano y marfil». Acabaría descubriendo otros elementos decorativos que no estaban a la vista. Con estudios en Artes Aplicadas, y especializada en técnicas de volumen, Pilar decidió aprovechar este legado y ponerlo en valor.
Así empezó una aventura que estuvo llena de dificultades desde el inicio, ya que abrió sus puertas cuatro días antes de la declaración del estado de alarma en España a causa del covid. La arousana se vio confinada en un nuevo negocio que no podía recibir huéspedes y en el que se volcó de lleno: «Me impliqué en cada rincón, en cada detalle, con mucho amor y muchísima dedicación». No fue un camino de rosas, reconoce, pero encontró varias manos tendidas para salir adelante y mantenerse a flote hasta ahora. Entre otras, menciona al exalcalde amiense José Miñones y a Sonia (del departamento de Turismo), quienes participaron activamente en un programa de apoyo al turismo rural; a María (de Urbanismo, quien le dio soporte para solventar todas las exigencias burocráticas que tuvo que solventar para iniciar la activad), a Lita y Maricarmen (una vecina y su amiga, en las que encontró siempre apoyo), así como en su pareja Domingo.
Y, del mismo modo que ella creó —con la ayuda de terceros— un pequeño paraíso donde muchos pudieron relajarse escuchando el canto de los pájaros y el transcurrir del río, ahora se despide plantando una nueva semilla por su cuenta. La presión del mercado hizo que la semana pasada entregase las llaves a un nuevo propietario, el cual no ha querido quedarse con todo lo que albergaba la antigua casa rural, de modo que Pilar venderá parte de los bienes y donará el resto del mobiliario, enseres, vajilla e incluso decoración a familias afectadas por la dana en Valencia. «Aquí acaba la historia de Yoruba, me da un poquito de pena, pero sé que este sitio ayudó a mucha gente que llegó aquí en momentos difíciles, cargando cada uno su mochila, y esta es su última contribución», dice.
Explica Pilar que, antes de embarcarse en la aventura de Yoruba, su única experiencia en el sector hostelero había sido trabajando un tiempo en un pub. «Allí tuve que partir de cero, en una casa que llevaba cuatro años deshabitada. Arranqué condicionada por los cierres perimetrales, que si las mascarillas... fue una odisea», dice. Y, en los últimos años, considera que la presión de las viviendas de uso turístico jugó en su contra: «A nosotros nos obligan a todo: a un registro de viajeros, tenemos una licencia complicadísima y que pasar por un montón de filtros».
Recuerda perfectamente a sus primeros huéspedes: «La primera pareja que llegó a Yoruba venía escapando de Madrid, buscando un lugar en el que refugiarse en medio de la naturaleza. Llegaron tomando medicación para poder dormir y a los pocos días me decían: "Pilar, yo no sé que nos das en el desayuno para dormir así de bien». Ella era cocinera, camarera de pisos, recepcionista... hacía todo. También relata la vez en que se hospedaron una madre y un niño vegetarianos, procedentes de Hawái, y la primera noche les hizo unos frijoles. El pequeño le quiso dar las gracias entonando «una canción preciosa», rememora con voz tierna una mujer que conectó con esa forma de incentivar el amor a través de buenas obras y sentimientos. «Me pareció maravilloso», añade.
Entre sus clientes también hubo un hombre que iba a dar una ponencia universitaria sobre el lenguaje yoruba «y al día siguiente me dejó su libro en la recepción con una dedicatoria». Además, hospedó al guitarrista de Mago de Oz y su pareja, la cual la sorprendió al tiempo enviándole una foto de su habitación: «Se veía como un mausoleo que ponía Yoruba. Yo pensé que se había equivocado, pero me contó que estar en esta casa rural fue tan especial para ellos que decidió hacer ese homenaje en su propia casa».
Pilar se siente orgullosa de haber dejado también su pequeña pegada en la aldea de Lapido para dotar «de puntos de luz a la zona verde que hay junto al río, sobre el que cruza un puente». Y, en el desconfinamiento, cuando los ciudadanos se echaron a caminar por las pistas y montes tras el encierro, continúa, le comentaron que había desaparecido un sendero que bordeaba el río y llegaba hasta el otro pueblo: «Me dije: "Yo tengo que abrir ese camino de nuevo". Me compré una motosierra y una desbrozadora y, con la ayuda de dos hombres, mi pareja y un vecino, recuperamos ese sendero».
Desde Canarias, la arousana todavía no ha decidido cuál será su siguiente ocupación, pero se siente en deuda con todas y cada una de las personas que pusieron una semilla en Yoruba y a todos los que pasaron por allí, empezando por el propio Damián, «que no solo hizo la casa sino que me ayudó ahora con la mudanza. Y Nauzet, cantante del Combo, que me hizo una vídeo precioso promocional, donde también salían un cantante y una bailarina. Son grandes amigos, que me echaron una mano desinteresadamente». Ahora ella, hará lo mismo con el pueblo valenciano.