Un laberinto de pistas cruza aldeas del municipio de Arzúa que presumen de encanto
ARZÚA
La ruta, por un territorio poblado por muy pequeñas aldeas, puede realizarse en coche o en bicicleta
03 mar 2024 . Actualizado a las 05:05 h.El cruce de la carretera con el rego Boente, en tierras de Arzúa, es un buen lugar como cualquier otro para emprender una ruta pensada para hacer tranquilamente en coche o en bicicleta, con pequeños paseos para estirar las piernas. El topónimo Boente se ha hecho popular porque es enclave muy conocido del Camino Francés a Santiago, tierra adentro.
Pero aquí, en este cruce, la corriente se halla a punto de finalizar su recorrido, y lo hará en el río Iso, y este a su vez también se encuentra a punto de diluirse en el embalse de Portodemouros. Territorios en absoluto desiertos puesto que están poblados por muy pequeñas aldeas y, sobre todo, por enormes bosques de eucaliptos, que en su conjunto conforman una panorámica muy agradable a la vista.
Así que, yendo hacia el oeste, la pista de firme muy irregular y que no puede presumir de anchura se retuerce una y otra vez, pasa por encima del rego Anido y va remontando el Iso, que lógicamente se va estrechando más y más a medida que el coche o la bicicleta avanzan.
Hay un momento en que el excursionista se aparta del río y se dirige hacia grupos de casas, cada una con su topónimo. Ahí están A Cal, Souto da Cal, O Escaleiro, Cimadevila, Xunqueiras, Fondevila, Fonte da Vila, O Outeiro, Vilar, O Penedo y alguno más para demostrarlo. Y para ser sinceros, el conjunto de pistas estrechas que llevan a uno u otro conforman un pequeño laberinto que esconden un pazo y un lavadero rehabilitado.
De ahí hay que salir buscando siempre el norte: el objetivo es llegar a la iglesia de santa María de Maroxo, en un paraje muy tranquilo, alto, desde el que se tiene una vista de conjunto de los mencionados lugares. Ante los ojos, un parque biosaludable, un local social, un cruceiro nuevo derrochando sencillez, un poco cerrado, unos bancos y una placa que desde el 2001 recuerda a alguien que, desde luego, dejó huella: Santiago Suárez Conde, un maestro que ejerció en esa parroquia entre 1946 y 1963.
El viajero verá que la práctica totalidad de paredes y techos son nuevos, que lo rodea en un entorno donde hay vida, hay futuro, hay granjas, hay prados. En suma, un toque de optimismo. Continúa de buen humor dejando atrás la vivienda aislada de Fontelas, el cruce que a la izquierda por camino de tierra conduce a O Castrillón (un paseo muy bonito) y, ahora sí, cruza el Iso (en realidad ahí se ha unido al Carracedo, y aparece este nombre en los mapas), caudaloso en estos tiempos. Ese es el puente de la Fonte Santa.
Lo habitual es desorientarse unos metros más adelante, porque se ha alcanzado la carretera, ancha, concurrida, señalizada. Pero esos metros son pocos ya que rápidamente hay que girar a la izquierda, a Ventorrillo, si bien antes es recomendable echar un vistazo a la iglesia de Brandeso, bien cuidada.
A Carballeira ofrece la vista de una magnífica casa con una no menos magnífica chimenea, Ventorrillo permite volver a ver el embalse allá al fondo y muestra como curiosidad una placa de aquellas de otros tiempos que indicaban que tras esa puerta había teléfono público. Consérvenla. Fabal, a su vez, presume de bosque muy denso a la izquierda y anima a aparcar y descender por una ruta de senderismo rumbo a Casanova, al que se llega en coche por asfalto dando un rodeo por Sesa de Arriba, otra aldea donde vive una gente cuidadosa con sus viviendas, las cuales han rehabilitado con mucho cuidado y cariño. Este poco conocido grupo de casas es, simplemente, un bofetón a quienes dicen que en Galicia no hay solución al feísmo. Y muy cerca, la iglesia de Viñós, fin de la excursión.