Las últimas investigaciones en Castro Valente desvelan que el enclave es en realidad una fortaleza de once hectáreas con una muralla con 30 torres
05 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hay veces que la toponimia despista. Como en Castro Valente, un yacimiento arqueológico situado entre los municipios de A Estrada y Padrón que siempre se tuvo por un castro y que, según las últimas investigaciones científicas, podría haber sido en realidad una fortaleza de época altomedieval.
Castro Valente es un monte solitario que se eleva 395 metros sobre el nivel del mar. Dos tercios del enclave arqueológico, hacia el noroeste, se sitúan en Padrón, entre las parroquias de San Pedro de Carcacía y Santa María de Herbón. El otro, al sureste, está en territorio estradense, concretamente en las parroquias de Santa Mariña y San Miguel de Barcala. Castro Valente no es el monte más alto del área, pero es muy reconocible por no tener cerca otras cimas, por su cumbre amplia y plana y por su situación característica, con el río Ulla rodeándolo por su ladera norte y separándolo física y visualmente del resto del terreno.
La historia de este enclave la conoce bien el investigador de la Universidade de Santiago Mario Pereiro Fernández, que en el año 2015 empezó a estudiar para su tesis una serie de fortalezas cercanas a la costa atlántica que presentan un patrón común: amplias extensiones de terreno, murallas potentes bien conservadas y emplazamientos en cumbres. Entre otros ejemplos paradigmáticos, como el monte Faro de Budiño (O Porriño), el Monte Aloia (Tui) o el Galiñeiro (Gondomar), Pereiro Fernández se topó con el caso de Castro Valente. La microtoponimia y la tradición popular lo catalogaron como un castro, pero sin embargo sus características apuntan claramente a una fortaleza. «Os castros da Idade de Ferro non deixan de ser aldeas con muralla, normalmente situados a media ladeira dos montes e con certas comodidades de vida», explica Mario Pereiro.
Lo que había en Castro Valente era otra cosa. De entrada, estaba en la cima del monte, tenía una amplia extensión y ya a simple vista podía apreciarse una muralla de envergadura. Hacía falta excavar para saber más. La oportunidad llegó en el año 2020, gracias a una beca de la Diputación coruñesa. Mario Pereiro trabajó codo a codo con José Carlos Sánchez Pardo en el marco del grupo Síncrisis, que lidera un proyecto de investigación arqueológica sobre las fortificaciones altomedievales gallegas denominado Castelos no aire. «En Castro Valente centrámonos na zona da muralla. Nalgúns puntos, sen escavar, ten case dous metros de altura, sobre todo nas zonas que coinciden cos torreóns. Da muralla xa escribiran Manuel Murguía, López Ferreiro e José Rodríguez, que no 1913 publicou no semanario local El barbero municipal un artigo no que fai unha descrición das murallas e das portas de Castro Valente e xa fala de trinta torres, algo que non existía nos castros da Idade de Ferro», explica Mario Pereiro.
Hallazgos de teja romana
En aquella campaña se hicieron sondeos arqueológicos en una torre, un tramo de muralla y en el interior del recinto. En ellos pudo constatarse la presencia de torreones cuadrangulares de cuatro por cinco metros de planta que sobresalían de la muralla. «Na contorna atopouse moita tégula (tella romana), o que leva a pensar que a muralla de Castro Valente, como acontece coa muralla romana de Lugo, tiña torreóns con cubrición. Iso estanos a falar dun forte esforzo construtivo e económico. A muralla pechaba once hectáreas de terreo con cerca dun quilómetro e medio de perímetro», comenta el investigador.
Aquellos sondeos arqueológicos se complementaron con la prospección en superficie y la aplicación de técnicas de teledetección y análisis espacial. «Revisamos as fotos aéreas desde os anos 50 e fixemos un voo Lidar cun dron, que escanea a superficie e permite coñecer as elevacións do terreo ao retirar a vexetación», explica Fernández Pereiro. Los resultados, que acaban de difundirse en un artículo científico titulado Buscando un castillo altomedieval entre la vegetación. El caso de Castro Valente, han puesto el enclave en el punto de mira. «Levamos cinco anos traballando nas fortalezas galegas e esta é unha das de maior magnitude e das mellor conservadas. Pagaría moito a pena seguir escavando», asegura Mario Pereiro.
Un parque eólico y una línea eléctrica amenazan el yacimiento
El yacimiento arqueológico está amenazado por dos proyectos. Por una parte, la construcción en el entorno de un parque eólico. Está prevista la colocación de cuatro aerogeneradores y una subestación en la ladera noroeste y en la ladera sur del monte donde se emplaza el castillo. El yacimiento tiene un área de protección de 200 metros, pero más allá de esa línea se sitúan varios aerogeneradores de 200 metros de altura que, según advierte el arqueólogo, afectarán visualmente al conjunto, además de traer consigo la apertura de nuevas pistas.
Por otra parte, el proyecto de la línea aérea de transporte de energía eléctrica Lousame-Tibo prevé la colocación de seis torres en las laderas noroeste, oeste y sur del monte.
A mayores, las plantaciones de pinos realizadas en el monte, las raíces de las acacias —especie exótica invasora que ocupa buena parte de la superficie del monte— y la apertura de pistas cortafuegos «bastante amplias y agresivas» contribuyen a destruir un yacimiento que, bien aprovechado, podría llegar a ser un recurso turístico de primer orden.
¿Una fortaleza dependiente de Iria Flavia para hacer frente a la llegada de los suevos?
Según explica Mario Pereiro, por paralelismos con otras fortalezas de la península y de Europa todo apunta a que Castro Valente es una fortaleza altomedieval, es decir, un recinto relacionado con el fin del imperio romano y el principio de la Edad Media. «Podería datarse entre finais do século IV e o ano 450, aproximadamente», calcula el investigador.
Ante una fortaleza de sus dimensiones, cae de cajón la siguiente pregunta. ¿Para qué se utilizó este sistema defensivo? ¿De qué se defendían los hombres de la época? Desafortunadamente, la respuesta está en el aire todavía. «O que escavamos de momento non nos permite coñecer para que era», lamenta Pereiro Fernández. «O único que podemos é facer hipóteses. A fortaleza está a menos de dez quilómetros de Iria Flavia, a segunda cidade romana en importancia no norte de Galicia, despois de Lugo. Estamos falando da época na que chega o continxente xermano a Gallaecia. Podería ser que o bispo de Iria Flavia decidira construír a fortaleza de Castro Valente como refuxio e para seguir controlando o territorio ante a chegada dos suevos. Iria Flavia tiña 20 hectáreas. Un castelo de once hectáreas moi preto quizais podería servir para que se trasladase a el gran parte da poboación en caso de que fose preciso. Sería algo parecido ao que aconteceu coa cidade romana de Cacabelos e Castro Ventosa. Aí si estaba documentado que no interior houbo produción de vidro, por exemplo», explica el investigador.
En el caso de Castro Valente, casi todo está por hacer todavía, pero sus singulares características invitan a seguir investigando y a poner en valor este enclave arqueológico.