Visita a un santuario de Santa Comba que en agosto se llena de gente

cristóbal ramírez

SANTA COMBA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La primera parada seria en la ruta debe hacerse en la iglesia de San Vicente de Rial

15 may 2021 . Actualizado a las 21:47 h.

Carretera al norte. O sea, a Val do Dubra, lo cual quiere decir descender hasta Portomouro, cruzar ahí el Tambre y seguir de frente, sin hacer caso del desvío a Santa Comba. Con el asfalto aprovechando el valle para dibujarse con abundancia de rectas -caso raro por Galicia adelante, como es bien sabido-, desde luego no largas, el excursionista se planta en Bembibre, deja a la derecha la Casa do Concello y el lugar de Cagón y continúa.

Un par de kilómetros más adelante se alcanza otro pequeño núcleo de casas de nombre O Campo do Rial. O sea, que no hay que llegar a O Campo dos Cochos, sonoro topónimo, ya que en el primero se coge una carretera que aparta a la izquierda y que, esta sí, va a subir los viejos montes alomados que se ven al fondo.

Y en la primera curva a la izquierda aparece ante los ojos un lavadero tradicional en más que aceptable estado aunque el tejado empieza a pedir algunos mimos. Un lugar para hacerle una foto pero no para parar ni un minuto más. El porqué es claro: la vegetación lo impide.

En fin, como aperitivo no está mal, pero la primera detención en serio debe hacerse en la iglesia de San Vicente do Rial, un ejemplar airoso del siglo XVIII merecedor de más cuidados en sus alrededores. Porque, por ejemplo, no hay quien le haga una foto al cruceiro, ya que los contenedores se lo comen. ¡Como si no hubiera otro sitio en donde ponerlos!

En fin, en la iglesia destaca su fachada, sin duda lo más atractivo y trabajado, con su frontón curvo y su espigada torre campanario. Pero hay otro elemento que es mucho más discreto y que no debe pasar desapercibido: el vía crucis que prácticamente la rodea.

La carretera empieza a empinarse y va a conducir a una aldea de nombre Buiro, que recuerda al topónimo de la ría de Arousa, Boiro. Tanto que Fernando Cabeza, quizás el investigador más concienzudo de los nombres de lugar gallegos, rechaza esa u entre las vocales y asegura que es una o. Y según ese profesor, quiere decir lugar donde se guardan los aperos de labranza y los carros, o también agrupamiento agrícola.

Más adelante sí hay otro enclave, a la izquierda, que reclama la atención. Se reconoce bien, porque es otra iglesia de alto y bien visible campanario. O sea, el santuario de Santa María de Vilarmaior (siglo XVIII también), con su cruceiro. Un templo sobrio cuya presencia queda eclipsada por la fuente que se encuentra justamente antes y a cuyas aguas se atribuyen propiedades no científicas, sino milagrosas, como lo demuestra la multitud de pañuelos allí atados. Un enclave auténticamente rural gallego unido a las tradiciones más hondas y milenarias. Por cierto que en su romería, el 15 de agosto, llegó a reunir 30.000 personas, como bien informó este periódico.

A lo largo de la excursión, también muy asequible para los amigos de la bicicleta que han dejado el coche en O Campo do Rial, el viajero habrá visto a diestra y siniestra buenos ejemplares de hórreos, algunos notables, otros que no alcanzan el aprobado. Pero los mejores sin duda están al final. Y reclaman una foto para, el día de mañana, poder presumir de que con covid y todo era posible hacer escapadas seguras por las tierras de Compostela.