El nordés en todas partes

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

SANTA COMBA

ANGEL MANSO

Desde niños, aprendimos que se iba a la playa según el viento

05 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En la playa en la que todos los primos aprendimos a nadar y a limpiar chapapote de las plantas de los pies y del culo del bañador, sabíamos desde pequeños que si soplaba el nordés allí no se paraba. La frase de los mayores era esa: «En Santa Comba no se para». El nordés era sinónimo de sol, pero en las playas del otro lado. Desde niños, aprendimos que se iba a la playa según el viento. Sin nordés, a Santa Comba, a Ponzos, al Porto. Con nordés, al otro lado. Que no dejaba de sonar como un segundo plato, el plan B de las playas porque el bueno, el planazo, era imposible a menos que quisieras comer arena.

Aquello era donde se acaba Ferrol, a punto de llegar al cabo Prior, y esos mismos primos me cuentan que han inaugurado una terraza de lo más apetecible a unos metros de donde pasábamos el verano. Dice una de mis amigas que en el mes de julio los clientes van a salir volando como las niñeras en Mary Poppins.

Leía ayer a Xavier Fonseca describiendo el nordés como el viento que divide Galicia en dos. Yo pensaba, cuando llegué a Coruña, que estaría más que acostumbrada a que este viento loco nos enfriará la ciudad un par de grados. Todo lo que se aprende en la infancia se te pega en la piel como el chapapote, y en la memoria del cuerpo se queda metido ese frío tan particular que no solo hace que entre Vigo y A Coruña haya cuatro grados de diferencia, sino que eso mismo pueda darse un día cualquiera entre la plaza de Pontevedra a pleno sol y el túnel de viento que es Rubine. Ruge mistral, vuélvenos locos de atar, cantan en mi casa, pienso en el siroco de Aute, en los mil nombres del viento, y ese aire enloquecido que se cuela por las esquinas enfriándolo todo: en la esquina de Rubine, como en Santa Comba, no se para.