De iglesia a iglesia en busca del principio del embalse de Portodemouros en Santiso

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTISO

Cristóbal Ramírez

La ruta parte de la iglesia de Belmil y concluye en Visantoña

17 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la mano en el corazón, no puede afirmarse que la iglesia de Belmil, en Santiso, encierre un gran interés artístico. En realidad, la gran mayoría de los templos de ese concello coruñés tan desconocido como bello derrochan una sencillez que denota que, a pesar de que se trata de tierras ricas, la acumulación histórica de esa riqueza debió de ser poca: los dineros a invertir en la construcción de las iglesias fueron escasos. De lo contrario, veríamos edificios espectaculares, y aquí no los hay.

Pero el lugar, con su cruceiro, es muy grato, y la iglesia de San Pedro se encuentra en un aceptable estado de conservación, mostrando orgullosa sus pináculos en la fachada y su puerta ciertamente trabajada. De manera que ese entorno, al que resulta además fácil llegar desde Arzúa o Melide, se convierte en un buen punto de partida para una excursión que permitirá conocer el principio del embalse de Portodemouros.

Cristóbal Ramírez

Indicaciones prosaicas pero necesarias: se sale hacia el norte, dejando el cruceiro a la derecha. Primer cruce a la izquierda, segundo a la izquierda (quedan a la misma mano las casas de Pumares), tercero a la derecha y cuarto, con un descenso ya mucho más acusado, a la izquierda de nuevo, para ganar la carretera ancha DP-4063. En ese momento se llevan en las piernas algo más de kilómetro y medio. Otros doscientos metros más hacia abajo y el excursionista se planta ante el puente que cruza el Ulla. Si mira a la izquierda, al fondo de todo es donde el río empieza a ganar anchura para dar forma al embalse de Portodemouros. Si todavía es temprano hay posibilidad de dos cosas: de ver el Ulla entre la niebla (matrícula de honor) y de cruzarse con algunos de los huidizos corzos que pueblan esa zona.

Más indicaciones: marcha atrás por el asfalto y unos metros antes de llegar al cruce con otra carretera ancha que viene por la diestra, por una pista de tierra que solo presenta la dificultad de los dos centenares de metros iniciales, en bajada (así que tobillos y rodillas no lo agradecen), para luego ir dando una curva y bordear la ribera. En estos momentos tan solo al final, cuando gira 360 grados, hay un pequeño trozo incómodo si se va con menores porque discurre demasiado cerca del agua, pero en absoluto peligroso.

La DP-4063 se pisa cuando está a punto de cruzarse el rego Beseña, después de haber pasado un tramo final algo embarrado y con vegetación no demasiado alta, pero tampoco demasiado baja. Ahora no queda otro remedio que reencontrarse con el asfalto con el fin de entrar en la localidad de Ribadulla (obviamente, no la más conocida de Vedra) con sus viviendas desperdigadas.

Pazo de Vilar de Ferreiros
Pazo de Vilar de Ferreiros Cristóbal Ramírez

En el centro de Ribadulla, nuevo desvío a la izquierda (señalizado como ruta de senderismo 226) buscando los últimos metros del Beseña. Es posible ir por ahí, pero hay algún tramo incómodo en la actualidad si no se tiene experiencia. Mejor en verano. La otra opción es tirar de frente hacia el cementerio y una iglesia de líneas muy modernas (procede insistir en el muy), pasar por Amboaxe y por el pazo de Vilar de Ferreiros, dejando en la falda de la vieja montaña las casas de Cruz. Por cierto, que a los ferrolanos les llamará la atención el topónimo de Amboaxe: tienen una plaza así llamada.

Y de una forma u otra se alcanza Visantoña, topónimo que da nombre al mesón que allí abre sus puertas. Allí mismo, la sobria iglesia de San Xoán y el cruceiro bajo y robusto —con cuatro representaciones de la muerte— ponen el punto final a la jornada.